Han sido 24 años en que el temible grupo delincuente liderado por Tareck E Aissami, junto con Ministros de Finanzas, Educación Universitaria, empresarios o seudo empresarios, entre otros muchos altos funcionarios que ocupaban buena parte de la alta gerencia publica, se mantuvo y causando graves daños al estado venezolano, al proceso político socialista y a toda su población que se ha visto directamente afectada en todos los ámbitos del quehacer, ya que sus actividades ilícitas que han afectado también la economía, la seguridad y estabilidad del país e inclusive el autoaprecio del venezolano.

Fue un largo reinado. Uno se pregunta ¿los políticos opuestos, revolucionarios y decentes porque no hacían nada, no reaccionaban? ¿No sentían su abrazo insalubre y fatal? ¿No hay una estructura administrativa que apoya a los buenos y revolucionarios?

A pesar del inmenso esfuerzo que hemos realizado todos los venezolanos a lo largo de este periodo no veíamos reflejado en logros, realizaciones, obras, los resultados de ese esfuerzo, solo malos ejemplos y no sabíamos porque, no sabíamos de la inmensidad del daño que ese grupo estaba cometiéndonos.

Así, el joven Aissami, como vicepresidente de Venezuela ha sido acusado de participar en numerosos actos de corrupción, incluyendo el lavado de dinero, el tráfico de drogas y el apoyo al terrorismo. Por su parte, un empresario ha sido señalado como testaferro de Aissami e involucrado en la malversación de fondos públicos.

Otro del grupo, ministro de Economía y Finanzas de Venezuela, acusado de facilitar la corrupción y el lavado de dinero. Por otro lado, el ministro de Educación Universitaria, Ciencia y Tecnología, ha sido señalado como integrante de esa red de corrupción, facilitando la estructura de formación universitaria para la prostitución.

El impacto de sus actividades delictivas ha sido devastador en la economía venezolana, que ya se encontraba en crisis por el acoso y ataque de los Estados Unidos y del imperialismo colectivo mundial. La corrupción sumó debilidad a las instituciones del estado, socavando la confianza del pueblo en sus líderes y generando un clima de impunidad que ha permitido que estos y otros muchos individuos, vistiéndose de revolucionarios se enriquezcan a costa del sufrimiento de la población.

Además, la connivencia de este grupo delincuente con organizaciones criminales nacionales e internacionales ha exacerbado la inseguridad, contribuyendo al aumento de la violencia y el narcotráfico en el país. Claro las dimensiones de estas situaciones todavía están por determinarse en toda su magnitud, ya que la proliferación de bandas delictivas fue también el resultado de la protección que ellos les daban desde sus altos cargos públicos.

La población venezolana en general apoya estas medidas, pero hay muchos sectores que las consideran insuficientes y critican la tardanza de las autoridades en accionar, por lo que exigen medidas más contundentes y ejemplarizantes contra esta nueva forma de delincuencia organizada total, que dejo estupefacto hasta al más experimentado funcionario policial.

¿Ellos eran delincuentes desde sus tiempos de dirigentes estudiantiles? ¿No se sabía? Hay que recordar lo que dijo la señora anterior fiscal: yo siempre he sido así.

Es cierto que la destrucción de este grupo es por otra parte una nueva derrota para la derecha nacional e internacional, que tiene el mismo tiempo 24 años, tratando sin éxito de detener al proceso bolivariano venezolano.

Por último, alguien debe considerar la necesidad de tomar medidas urgentes, preventivas, modernas, darle a lo político su lugar y no un instrumento de chapeo para que algunos puedan cometer con ese apoyo, actos indecorosos. Solo así podremos detener la inmensa delincuencia actual, propia e inducida, y comenzar el reinado de la justicia.