A Ramón Guillermo Aveledo

"El conocer al otro y conocerse uno mismo, significa que no haya pérdidas en cien batallas…No conocer al otro y no conocerse uno mismo, significa que cada batalla será una derrota segura".

SUN-TZU

Leí tu artículo sobre este momento venezolano que anuncia un desenlace en la contienda política, entre las fuerzas minoritarias de la procacidad, la mentira y el engaño, por una parte, y por la otra, la caudalosa venezolanidad decente, democrática y animadora fiel del cumplimiento de las reglas de juego pactadas.

Te comento que tú y yo no nos equivocamos cuando nos abstuvimos en las elecciones fraudulentas de 2018. Sencillamente no aceptamos una pelea en la que el contendiente tenía manoplas en los guantes, máscara de hierro en la cara y podía pegar con un mazo; para colmo, el árbitro estaba obscenamente a su favor.

En cambio, cualquiera de nosotros que se subiera al ring, estaba obligado a tener las manos atrás y esposadas, los ojos tapados y una cadena en los tobillos. Para peor, enredado en las tramoyas montadas por los reconocidos tramoyeros de costumbre.

No subimos al ring. Se entendió. La sociedad venezolana nos apoyó abrumadoramente, y pudo comprobar las miserias del gladiador "triunfante". Quedó tan desprestigiado, que no ha podido recuperar un ápice de credibilidad ni de prestigio. Anda solo y enloquecido como ánima en pena.

Tal como reza el Eclesiastés, todo cuanto se hace debajo del sol tiene su tiempo. Ayer era tiempo de abstención viva y activa; hoy es tiempo de empujar la fuerza del voto, de esa manifestación libre y palpitante de la voluntad definida a elegir.

Ese 2018 fue el punto de partida para acumular una fuerza que cada día crece más, que tiene la determinación de ganar limpiamente, y que debería tener un halo ético refractario a las intrigas, las trampas y las acciones de algún "quinta columna"de uso habitual en el terreno político.

Leí en tu escrito que habías impulsado el método de elecciones primarias, que habías votado por un candidato distinto a la candidata que ganó, pero que habías sido fiel al compromiso de respaldar la candidatura favorecida. Eso es lo excelso de la política.

Ese episodio me hizo recordar los plenos en la Facultad de Derecho. En una ocasión, tú y yo hablamos en nombre de los que íbamos a perder, pero que aún en esa circunstancia, representábamos la autenticidad del actor político que no aceptaba triquiñuelas, y que, lo que se restaba en la aritmética, lo ganábamos en dignidad. No olvido que ya en la calle, caminando, me comentaste en sorna "perdimos, pero le dijimos de todo "

Al año siguiente, la candidatura tuya al Consejo de Facultad, ganó con una mayoría indiscutible.

Guardando las distancias de tiempo y modo, nos encontramos en situaciones similares y difíciles. Tengo la convicción de que ahora, más que nunca, debemos afirmar sin circunloquios, que la ética y la política son compatibles, que pueden ir de la mano en armonía de movimientos, y que los venezolanos pueden imponer esta pareja en su ancho espacio, y hacerla vibrar en los tiempos próximos.

Veo con horror que continúen imponiéndose los seguidores de la Pequeña Lulú, el Drácula que ve a los demás con cara de bobos, o Trucutú con su viejo y amenazante mazo, y que no resplandezcan las ideas de Sócrates, Mounier, Lepp, Bertrand Russel, y otros que fundamentan la vida civilizada en sociedad.

El tiempo es el único que es capaz con su sinergia, de juntar el más y el menos sin línea separadora.

Amigos comunes están con nosotros en esta cámara, y otros nos miran desde la habitación de al lado como dice Agustín de Hipona. Toca pedirles a ambos que nos acompañen para encender las luces en la adopción de decisiones que impactarán nuestra existencia y la vida de nuestros hijos y los hijos de sus hijos.

Concluyo comentando que la situación no es muy diferente a la de 2018, tenemos en frente a los mismos tramposos consuetudinarios, pero esencialmente los espectadores de antes se han convertido desde el 22 de octubre en los protagonistas de hoy, ven al enmascarado de plata y toda su parafernalia haciendo el ridículo, y esos actores sienten que tienen en sus manos la cualidad para decidir. La cuestión no es fácil, pero vale reforzar una unidad legítima y con voluntad victoriosa. Entonces, ¿Qué hacer? Toca profundizar gloriosamente la democratización venezolana.



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Freddy Gutiérrez Trejo


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