Crónicas cotidianas

Las mujeres saben dulces

Entre los muchachos del liceo cercano, ya era vox populi que no debían ir al parque 12 de febrero, en los alrededores del río Torbes, del pueblo de Táriba por allá por Táchira, quienes solían escapar para jugar o en citas de amor. Decían que había un loco que los aterrorizaba.

Pero, casualmente un 12 de febrero de 1999, unos miembros de Defensa Civil encontraron los restos de dos jóvenes y alertaron a la policía, quienes comenzaron a jurungar la zona y encontraron los restos de seis cuerpos. Lo primero que hicieron fue descartar la hipótesis según la cual, bandas criminales o alguna secta satánica, habían escogido el parque como un sitio para botar cadáveres. Y al mismo tiempo se indagó sobre personas desaparecidas. Medio escondido, no tan alejado del sitio, hacia la orilla del río, había una choza hecha con pedazos de tablas y hojalata. Estaba vacía y cuando la policía entró, encontró caldero y ollas viejas con restos humanos, tres cabezas humanas, y varios pies y manos.

Tres días después, encontraron un pordiosero a quien varias personas identificaron como el hombre que vivía en el parque. No opuso ninguna resistencia, y confesó haber matado y comido al menos a 10 varones hasta la fecha de su arresto.

Los medios de comunicación le dijeron "El Comegente", su nombre es Dorangel Vargas, nacido de una familia pobre un 14 de mayo de 1957. "Probablemente soy una de las pocas personas con vida que puede describir la textura y el sabor de las distintas partes del cuerpo humano. Aterroricé a toda una nación a finales de los años 90. Solo voy a contarte mi historia. No temas, no muerdo -dijo con una tranquilidad pasmosa- nací en una familia pobre. Era muy difícil conseguir comida. Solo pude estudiar hasta los 10 años. Pasaba tanto tiempo en la calle robando comida que terminé viviendo en la calle. Entraba y salía de la cárcel constantemente por robar gallinas y animales para comer. Quienes me ayudaban a robar conocían mi gusto especial por la carne cruda, pero mi aspecto amable y tranquilo nunca levantó sospechas".

.- Y te atrapó la locura

.- En 1995, a mis 38 años, comencé a perder contacto con la realidad. En ese tiempo vivía debajo de un puente. Mis víctimas serían personas que pasarían por aquel tenebroso puente. En medio de mi locura, aún era un hombre muy selectivo. Sólo mataría hombres entre 30 y 40 años, quienes estuvieran en buena condición física. Verás, los hombres gordos tienen mucha grasa y eso aumenta el colesterol. Eso no es bueno para la sangre. Y sobre las mujeres, solo comí a una mujer y no me quedaron más ganas. Las mujeres saben dulces como quien come flores y te dejan el estómago como si no hubieses comido. Comer carne humana hasta la saciedad se convirtió en mi mayor placer. Me comería hasta los huesos, ya que los huesos mejoran la vista. Te lo recomiendo. Eso sí, descartaría partes como manos y pies por considerarlos muy sucios. Y los riñones son muy duros. Parecen piedras de afilar. Yo atacaba a mis víctimas con lanzas caseras o piedras. Recuerdo cuando maté a un amigo, muy buena gente. Siempre pensé que, si él era bueno, su carne tenía que ser buena. Usé su carne para hacer empanadas y repartirlas en un pueblo cercano. Todos me agradecieron. La iglesia nos enseña a compartir el pan. En este caso, yo compartí a mi amigo. Quizá ahora piensen mal de mí, pero yo lo hice con la mejor buena voluntad del mundo.

Dorangel cuenta que cuando la policía lo agarró, "los recibí con una gran sonrisa. Fueron a mi casa improvisada que había construido debajo del puente y se encontraron con sartenes y ollas llenos de carne humana finamente cortada. Era carne fresca, ya que yo no contaba con refrigeración para guardarla. Por eso necesitaba nuevas víctimas constantemente.

.- Pero estás consciente de que eso está mal

.- Nunca negué mis actos. Fui diagnosticado con esquizofrenia paranoide y también con afectividad aplanada, que ocurre cuando una persona nada le afecta o perturba. Mi condición hacía que pudiera matar y comer carne humana y todo esto me pareciera normal. Ya tengo más de 20 años encerrado en la cárcel sin recibir tratamiento psiquiátrico. Confesé más de 15 asesinatos, pero se especula que la cifra puede superar las 40 personas. Yo no me siento loco en ningún sentido. Al contrario, yo lo que siento es que me hace falta comer gente. En la cárcel todos se ríen de mis historias, pero por alguna extraña razón nadie quiere ser mi compañero de celda.

Dorangel, quien ahora cuenta 66 años y está recluido solo en un sitio en el Táchira, dice que mataba a sus víctimas con un tubo en forma de lanza, los descuartizaba, guardaba las partes que se comían para cocinarlas y enterraba los pies, las manos y las cabezas. Curiosamente no comía mujeres y niños, solo deportistas y obreros desprevenidos.



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Rafael Rodríguez Olmos

Periodista, analista político, profesor universitario y articulista. Desde hace nueve años mantiene su programa de radio ¿Aquí no es así?, que se transmite en Valencia por Tecnológica 93.7 FM.

 rafaelolmos101@gmail.com      @aureliano2327

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