Crítica ácida

Torrenteras con luto dolor de ausencia y lección de vida

Aprendamos a no irrespetar a la naturaleza, los cursos de ríos y quebradas buscan sus cauces, esta obligación es descuidada por quienes la retan inútilmente. En el caso venezolano la desgracia fue causada por la invasión indetenible de piedras, árboles, rocas y lo que arrastra el lodazal desde las montañas socavadas por el agua. Mostramos y demostramos solidaridad, hermandad y nobleza apegados al canto del pueblo, expulsando la ignorancia de quienes hoy facilitan construcciones en zonas de peligro, los que otrora se oponían a la frase independentista a la que gloriamos "que el yugo lanzó".

Por la vida durante ochenta y un años más ocho meses y tres semanas que me acompañan a DIOS gracias al momento de redactar la presente, he observado politiqueros mal llamados "demócratas", permisando urbanizaciones cuyo trazado no guarda recomendaciones y se limitan a cumplir intereses al aprobar la permisología. Desacatan previsiones que deberían ser obligatorias en torno a la cercanía de construcciones prácticamente al margen de ríos y quebradas, en obvias manipulaciones oficializadas.

Aprovecho lo sucedido en Las Tejerías y El Castaño en Aragua y el peligro en otras partes del territorio nacional, para señalar con orgullo patrio que aun en medio de las dificultades de quedarse sin residencia, ni enseres y solo con lo puesto, las víctimas o damnificados revelan por qué somos el mismo pueblo que hace dos siglos fue a liberar otras naciones del poder imperial conquistador homicida. Venezuela surge después de 1998 en elecciones, nación dispuesta a desentrañar el capitalismo salvaje disfrazado de democracia, proceso socialista que va rumbo a 24 años a cumplirse en febrero 2023.

Contra viento y marea luchamos con la calamidad y con los calamitosos comunicadores de redes sociales y del periodismo salvaje que engañan a lectores, oyentes y televidentes dando cabida a especulaciones malsanas, esconden o minimizan lo que hace el gobierno de turno y tal comportamiento desinformativo no puede con la entereza mental de numerosos testigos, hombres y mujeres que recuerdan cuando fueron encerrados en containers en barrios lejos de sus ciudades de residencia, por administraciones que antes de 1999 ante los deslaves empleaban guardias nacionales y policías, que apresaban a los afectados, enviándolos cual presos y sin chistar, abandonándolos en otras localidades del territorio nacional.

Somos testigos de expresiones y el desprendimiento de todo el colectivo venezolano sin diferencias religiosas, políticas o sociales, salvo casos de aprovechadores politiqueros que se les ven perversas intenciones en sus declaraciones, provocando el rechazo de quien en paz colabora con las familias víctimas, sin bajar la guardia de lo que se le ocurra pensar o guardando la esperanza de vida, encomendándose a un ser superior como quiera que lo conciba y procediendo a agradecer, colaborar y trabajar hombro a hombro, ayuda entre vecinos y voluntarios generosos, ricos o pobres porque somos venezolanos sin xenofobia y brindamos lecciones de vida.

Por encima del dolor y superando torrenteras, quienes nos visiten en zonas de desastre comprueban que vivimos, luchamos y amamos; siendo los mejores propagandistas de nuestra manera de ser. Repetitivos ejemplos nos dan la razón, sin olvidar a individuos mal ganados por políticas internacionales de banalidad y trampas, que les comprometieron a expresarse insultando al pueblo mientras cobraban a organizadores de conciertos fronterizos, e invasiones fallidas. El destino es como la esperanza de la cual se ha dicho históricamente "es lo último que se pierde", en las condiciones venezolanas actuales, morales y dignas, totalmente en paz, invocando a Dios y gracias al colectivo mayoritario y tolerante.



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Luis Sánchez Ibarra


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