La dictadura de Juan Vicente Gómez

Juan Vicente Gómez (1854-1935) viene precedido por un caudillo menos, Cipriano Castro (1859-1924). En las huestes de Castro, la figura homogénea, persistente, con claro destino, es el organizador, buen administrador, amigo de los amigos, duro enemigo de los enemigos, campesino de montaña, ahorrador, buen capataz, macho de corra, solitario, Juan Vicente Gómez. Desde 1890 a 1935, la segunda parte del singular siglo XIX venezolano, rigen los destinos del país en forma absolutista esos dos hombres, dos caras de una sola moneda histórica, la dictadura en que desemboca y amariza el turbulento río federal. A la dictadura del general Cipriano Castro (1899-1908) se le llamó la "Revolución Restauradora", a la del general Juan Vicente Gómez (1908-1935) se le denominó la "Rehabilitación".

La campaña militar con la cual Castro llega al poder, dura desde el 23 de mayo de 1899, cuando invade desde Colombia al Táchira, estado andino venezolano, hasta el 22 de octubre, cuando es recibido en Caracas por el gobierno y el pueblo en fiesta. La "Invasión de los sesenta" se denomina el episodio de Castro, por el número de hombres que le acompañan el primer día. Cuando llegue al pueblo nativo, Capacho, en Táchira, serán ya ciento ochenta. En el camino a Caracas, por los Andes y occidente, el ejército de conuqueros, pulperos, estudiantes y otras clases populares, pasará de los dos mil combatientes. El paseo triunfal termina en la plaza Bolívar de Caracas, con los políticos, los comerciantes y hacendados que se unen rápidamente al hombre nuevo- La consigna del triunfador fue: "Nuevos Hombres, nuevos ideales y nuevos procedimientos." El primer Gabinete estuvo formado por el doctor Juan Francisco Castillo en Relaciones Interiores, Andueza Palacio, en Exteriores; José Ignacio Pulido, en Guerra y Marina; Víctor Rodríguez, en Obras Públicas; Tello Mendoza, en Hacienda; el doctor Manuel Clemente Urbaneja, en Instrucción Pública; el general José Manuel Hernández, un caudillo popular denominado el Mocho, fue sacado de la cárcel para llevarlo al Ministerio de Fomento; secretario fue nombrado Celestino Peraza, Y Julio Sarría como gobernador de Caracas. La primeras parte del programa –"nuevos hombres"– no se cumplía. Todos eran políticos viejos, caraqueños y valencianos. Castro gobierna dictatorialmente desde el primer día. Distribuye los puestos públicos entre sus seguidores, encarcela a los redactores del periódico "El Tiempo", impone empréstitos. Un opositor como Antonio Paredes, que resiste en Puerto Cabello, es reducido y encerrado en la cárcel de La Rotunda, famosa por la estrechez de sus celdas y la dureza de sus tratos; también el Mocho Hernández volverá a prisión al ser derrotado tras un intento de alzamiento. El 9 de marzo de 1901 se expulsa a estudiantes universitarios que se oponían al militarismo imperante y el 11 se clausura la Universidad. También se vienen al suelo las palabras "nuevos procedimientos" y, desde luego, los "nuevos ideales".

En octubre de 1899, a los pocos días de haberse encargado de su Ministerio, el Mocho Hernández se levanta contra Castro. Forma un ejército de mil hombres en los Valles de Aragua y en los Llanos. Resurge la guerrilla local en Coro con Pilar Medina, en Aragua con Loreto Lima y José Rafael Luque, y en cada pueblo de Carabobo, Guárico, Cojedes, Portuguesa y Yaracuy, al olor de la guerra se alza un coronel de alpargatas. Seis meses dura esta revolución "mochista". Entre 1901 y 1903 la "Revolución libertadora" se extiende por el país. Su jefe es el general Manuel Antonio Matos, un injerto de hombre de negocios, banquero, con revolucionario y político al servicio de intereses extranjeros. Esta circunstancia le da a Castro un matiz nacionalista que aún conserva en la historiografía. El general Juan Vicente Gómez, a nombre del gobierno, pacifica al país cuando destruye los últimos residuos del alzamiento en Ciudad Bolívar el 21 de julio de 1903.

Además de revoluciones, el dictador Castro enfrenta la normal crisis económica, casi crónica, y reclamaciones extranjeras derivadas de la misma. En diciembre de 1902, los ingleses, alemanes e italianos, bloquean La Guaira, Puerto Cabello y Maracaibo. La intervención de Washington, con la firma de unos protocolos el 13 de febrero de 1903, aplaza el asunto, que será fallado en la Haya, favorablemente a las Potencias, en 1904. El nacionalismo de Castro sale fortalecido; contra las naciones que abusan, contra los intereses de los comerciantes alemanes que monopolizan el comercio del café y el de los frutos de la tierra, contra el ferrocarril germano y contra el cable francés. Pero esa política nacionalista no se compagina con los procedimientos dictatoriales, con la incapacidad para administrar, con la insensibilidad para los problemas del pueblo empobrecido e inculto.

La imagen histórica de Cipriano Castro ha tenido tres momentos bien definidos: a) El caudillo que logra incorporar a la nación un remoto, casi intocado rincón del país, el Táchira; un liberal que trae la esperanza de restaurar los principios políticos, de restablecer las normas constitucionales, de rehacer la moral pública y privada de la Administración. Su divisa fue acogida y aplaudida, pero no practicada: "Nuevos hombres, nuevos ideales y nuevos procedimientos." b) El dictador que olvida sus promesas y se convierte en un megalómano, en el Cabito, el Mono Trágico, el capitán Tricófero, en la leprosería moral, en ladrón, maniaco sexual, usurpador, tal como lo concibieron sus enemigos; así permaneció durante largos años en vida y en muerte, ocurrida el 5 de diciembre de 1924 en su destierro de Puerto Rico, c) El gobernante que si usó la dictadura para ejercer el poder, fue también un intransigente nacionalista frente a la escalada del imperialismo, defensor de la patria, un sentido claro de la necesidad de destruir la anarquía, organizar la Administración, modernizar el ejército y unificar al país. En mayo de 1975 sus despojos fueron traídos a Venezuela, en una cierta apoteosis, para der depositados en su pueblo natal, Capacho, donde había visto la luz el 11 de octubre de 1859. Será el creador de un gran poder regional en la república, el de los andinos tachirense, manifestado nuevamente en un presidente de la democracia representativa, el rubiero (Rubio, capital del distrito Junín del estado Táchira) Carlos Andrés Pérez, con muchas facetas personales y políticas típicas de Cipriano Castro.

Juan Vicente Gómez llegó a la política cuando la política era sólo la guerra y el poder. Se incorporó a la hueste de su amigo y compadre Cipriano Castro. Está a su sombre, como poderosa y terrible mano derecha guerrera, hasta la vicepresidencia. El 24 de noviembre de 1908, Castro se retira del gobierno para marchar a Europa, enfermo. Deja encargado a su hombre de confianza. El 19 de diciembre, Juan Vicente Gómez reacciona abiertamente contra el presidente ausente. Encarcela a los castristas que no se pasen rápidamente y comienza a ejercer el poder por su cuenta. La reacción se hizo con apoyo de los Estados Unidos de América; este apoyo fue pedido por Gómez a través del ministro de Relaciones Exteriores, José de Jesús Paúl. El 23 de diciembre llegan acorazados norteamericanos a La Guaira, comandados por William I. Buchanan.

Mientras el Gabinete castrista es detenido, el pueblo celebra la reacción. Las esperanzas de que Gómez enrumbaría una administración de acuerdo con normas constitucionales —a pesar de la forma en que llegaba al poder; por traición y con violencia de la soberanía al pedir apoyo militar a una potencia extranjera— fueron muchas. Rómulo Gallegos, entonces mozo de veinticinco años, escribía: "Solemne hora, decisiva para los destinos de la patria, es la que marca la actualidad. En el ambiente que ella ha creado parecen advertirse las señales que anuncian el advenimiento de aquel milagro político desde largo tiempo esperado como única solución eficaz del complejo problema de nuestra nacionalidad republicana".

Entre junio y julio de 1908 se habían suspendido las relaciones con Estados Unidos. El 13 de diciembre se agudiza el problema de relaciones con Holanda (ya ausente Castro), y hubo manifestaciones públicas contra el Restaurador, como se llamaba el tirano de Capacho, instigadas por quienes ayudaban a Gómez en su escalada, entre ellos, quien será su favorito por largo tiempo, el colombiano José Rosario García, y políticos caraqueños como el doctor y general Leopoldo Baptista, Juan Pietri, Francisco Linares Alcántara, Aquiles Iturbe. Castro conoció la reacción y envió un telegrama a su amigo de confianza, general Pedro María Cárdenas, insinuando el asesinato de Gómez, y este se vale de ese pretexto para el golpe de Estado del 19 de diciembre de 1908.

En un primer momento se abrieron las cárceles y regresaron los exiliados: Pedro Ezequiel Rojas, generales Ramón Ayala, Gregorio Segundo Riera, José María Ortega Martínez, Zoilo Vidal, Juan Pablo Peñalosa, doctor Carlos Rangel Garbiras, sombras históricas. Tal vez treinta mil venezolanos regresan a la pobre patria, esperanza en mano. Los caudillos regionales, enemigos del dictador Castro, rodean al verdadero caudillo, el último, que terminará con todos los demás. Están José Manuel Hernández, cuya leyenda desaparecerá rápidamente, junto con Gregorio S. Riera, Juan Pablo Peñalosa, Nicolás Rolando, Carlos Rangel Garbiras, ya sin fuerzas, sometidos al "bozal de arepa" de un cargo público.

El 20 de diciembre de 1908 se inaugura el régimen de Juan Vicente Gómez, que tendrá su lema: "Paz, Unión y Trabajo." Es el más duradero de cuantos se inventaron para tiranizar al país. El régimen terminará el 17 de diciembre de 1935, cuando muera el dictador de muerte natural, en su ilustre cama de primer magistrado de la nación. La "Rehabilitación" fue el nombre de ese régimen patriarcal. La más absoluta dictadura fue su realidad. El dictador hace conservar el hilo constitucional, pues en los períodos en que no ejerce personalmente la presidencia, coloca a otro al frente: el historiador José Gil Fortoul (1913-1914), Victorino Márquez Bustillos (1914), Juan Bautista Pérez (1929-1931). En 1908, Gómez gobierna como presidente provisional; entre 1910 y 1914 como presidente constitucional; también son períodos constitucionales 1915-1921, 1922-1929 y 1931-19355. En los intervalos es jefe del ejército nacional. Dictador siempre.

Juan Vicente Gómez fue un hombre de destino. Esa sentencia, o estereotipo, resulta desde luego irracional, mágica, muy poco apropiada para la historia científica, para la dialéctica histórica. Sin embargo, ni el historiador, ni el biógrafo, han podido explicar el gran enigma: ¿Por qué Juan Vicente Gómez, hombre serio, sensato, conservador, de instintos y costumbres campesinas, se arriesgó en una aventura política, guerrera, donde tenía todas las de perder? Ese enigma pertenece más a la sicología. Está todavía intocado, inexplorado, sepultado en la perplejidad.

Se puede explicar, y se ha hecho con detalle, "el gomecismo", el fenómeno histórico producido en Venezuela desde el 24 de noviembre de 1908 hasta el 17 de diciembre de 1935. Este entorno histórico tiene, naturalmente, sus antecedentes con la presencia de Gómez en la entrada de Castro y sus secuelas en la transición de Eleazar López Contreras. La explicación del gomecismo ha sido hecha por políticos, sociólogos, historiadores y escritores de la más variadas especie.

Pero si el gomecismo, esto es, la política y la historia de Venezuela bajo la dictadura de aquel hombre excepcional, tiene explicación, Juan Vicente Gómez, el agricultor convertido en hombre de poder, sólo tiene interrogantes: ¿Se apoderó Gómez del poder para tiranizar a Venezuela o Venezuela tomó posesión de Gómez para cambiar su destino? ¿Adivinó Juan Vicente Gómez, el solterón de cuarenta años, rico, ágrafo, jefe de clan familiar, que su inquieto, inestable, hablador amigo y compadre le permitiría gobernar al país algún día? ¿Se impuso Gómez como caudillo implacable de un pueblo desorientado, empobrecido, pero aún vivo, o fue ese pueblo quien le convirtió en jefe, en conductor, en benémerito, en "amo del poder"?

Esas interrogaciones y perplejidades han asombrado y confundido a todos, tanto en vida como en muerte del tirano. Parece como si toda la historia anterior hubiera preparado los elementos para que terminara Venezuela en esa montura de veintisiete años, clave en su destino pasado y clave es su destino futuro. Gómez termina un proceso de consolidación nacional, profundizando las raíces del país, pegando a su suelo todos los componentes sociológicos, claveteando en una sola mesa nacional todas las regiones, recogiendo en un solo curso la diversidad y la anarquía. La Venezuela que comenzó en 1830 llega, unificada, como dominada y sometida, a 1936. Y al mismo tiempo de esa unidad severa, de esa domesticación, de ese duro remache, surgió el nuevo destino contemporáneo.

Juan Vicente Gómez perteneció a una familia antigua, con larga tradición en la zona; naturalmente que es un criollo, en el mejor sentido de la palabra, cruzado entre los pobladores españoles del siglo XVI, los indígenas y los nuevos inmigrantes. Nació en San Antonio del Táchira el 24 de julio de 1857, "hijo legítimo de Pedro Cornelio Gómez y de Hermenegilda Chacón, de esta feligresía", como reza su partida de bautismo. Dice su biógrafo Pablo Emilio Hernández: "Sus progenitores pertenecían a la raza blanca española, "de ascendencia canaria" por varias ramas, aunque, sin duda alguna, su madre tenía una fuerte dosis de sangre indígena." Agrega: "Estudios recientes prueban que el general Gómez era descendiente directo del conquistador y capitán poblador de San Cristóbal, Cúcuta, Pamplona y otros sitios, llamado don Pedro Gómez de Orozco y por rama materna, descendiente del capitán poblador don Juan Antonio Chacón, ambos hijosdalgo". Eso sólo significa que pertenecía a las familias viejas de la provincia andina, con tradición, una organización y la fuerza cultural propia del criollo, igual en el Táchira, en Maracaibo, en Caracas, o en otros sitios de las antiguas provincias.

El doctor José Antonio Giacopini Zárraga, un conocedor muy agudo de la historia contemporánea venezolana, sobre todo en los aspectos militares y políticos, destaca la personalidad de Gómez como "hombre de trabajo" en estas palabras: "Podríamos decir que el general Gómez fue en principio un hombre de trabajo. Nacido el 24 de julio de 1857, hasta 18923, días de la Revolución Legalista, su vida no conoció otra disciplina que la del esfuerzo creador. Así familiarizó su mente desde temprana edad con principios elementales de economía y administración basados en la lógica y en el sentido común, que trasladados más tarde en un estilo de gobierno contribuyeron en gran parte al éxito de su gestión. Convencido de la importancia de la producción, de la productividad, del ahorro, del credito, transformó a Venezuela, un país en quiebra, desprestigiada en el campo de las financias internacionales, en una nación próspera, solvente y respetada". Esas virtudes ligadas al trabajo son propias del pueblo tachirense y, menos, del resto de los andinos, así como forman patrimonios del linaje canario.

Sobre la fuerza del Táchira como región, bastaría con leer el capítulo II de la primera parte (Un milagro en las Vegas) del libro de Domingo Alberto Rangel, para entender el fenómeno de la toma de Caracas por Castro y el afianzamiento de Gómez a base de su gente andina. En la segunda mitad del siglo XIX se refugiaron allí colombianos del norte de Santander, maracuchos y barineses sacándole el cuerpo —los últimos— a la "tea de Zamora". La población tachirense crece: 27.710 habitantes en 1839; 68.619, en 1873; 83.521, en 1881; 101.709, en 1891, Comenta Rangel: "En una Venezuela donde la población crece con la parsimonia de las largas pausas, aquello equivale a un milagro… Eran insignificantes los tachirenses, en cuanto a su número, cuando los conservadores gobernaban la república. Pero en las postrimerías del siglo XIX, de cada cien venezolanos, cinco moran dentro de los límites de esa región".

Aquella fuerza regional y tradicional, la prosperidad de su perímetro terrígeno, el éxito de su trabajo en la hacienda paterna. La Mulera, incentivan al Gómez emprendedor para cruzar los límites de su vida privada hacia una soterrada ambición de poder.

¡La Lucha sigue!



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Manuel Taibo


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