La frase de Mao "una sola chispa puede incendiar la pradera" expresada hace 90 años en una carta, en respuesta al pesimismo de sus camaradas, podría ser aplicada a la situación que vive América Latina en este momento. Y me atrevo a asegurar que jamás hubo tal nivel de irreverencia de las fuerzas populares en la región, como ahora. Me decía un amigo que es un despertar de los pueblos cada cien años como decía Neruda. Cuidado, yo no me atrevo a ser tan tajante. No soy apocalíptico, pero no me un despertar.
El tío Miguel decía que era necesario saber por dónde se iba; de lo contrario, podía ser un error. Se refería entonces a las marchas estudiantiles por allá en a finales de los setenta cuando liceos y universidades protestaban todos los días debido a la crisis institucional ya entonces y a los recortes presupuestarios.
El neoliberalismo es un monstruo terriblemente agresivo, es como un cáncer, va comiendo y nunca sacia su voracidad. Es lo que está ocurriendo en este momento. En una avanzada sin precedentes, los gobiernos de turno han tomado medidas económicas cada vez más enemigas del pueblo, de un pueblo que arrastra medidas económicas que lo perjudican desde finales de los setenta.
Estamos en presencia de una oleada de manifestaciones que van de un lado a otro del continente, con un nivel de violencia que impresiona. Es la consecuencia de un entretejido social extremadamente complicado. Las manifestaciones están lideradas por jóvenes que arrastran el eco de las historias vividas por sus padres y abuelos, y que ellos mismos están viviendo en este momento, sin ningún futuro posible; pero, además, es como si se hubieran agotado las opciones. Por eso se lanzan al vacío: no tienen nada que perder.
Por otra parte, es muy interesante el hecho de que las generaciones anteriores, se han unido a la protesta. Ellos arrastran la carga de la derrota permanente: la de la lucha armada de los sesenta y las huelgas sindicales de los setenta. En un impresionante último aliento, siguen a sus hijos y nietos, con la esperanza de dejar la vida en el logro de algo que finalmente pareciera concretarse.
Donde comenzó este siclo de protestas. Digamos que en Chile cuando el pasaje del metro le fue incrementado a los estudiantes y éstos explotaron, en un país donde hasta el agua es privada. De eso hace seis meses.
Ahora las explosiones sociales ocurren en cualquier parte del continente y en cualquier momento: Brasil, acaban de matar a un afroamericano; Ecuador, vendido el país al Fondo Monetario Internacional (FMI); Perú, corrupción de la cúpula de la dirigencia del país; Colombia, un narcoestado en proceso de desintegración como país, tal como le ocurre a México; y en este momento, Guatemala, un parlamento incendiado, algo nunca visto en protesta alguna hasta ahora.
Estos alzamientos tienen dos características claves y debemos entenderlas en su justa dimensión: uno, no tienen vanguardia; y dos, son convocados vía redes sociales.
El tío Miguel decía que la claridad de saber por dónde se debía ir era fundamental. "Y sobre todo hacia dónde se debe ir. Debes tener claro -decía- que nada de lo que quieres cambiar, cambiará si no llegas al poder. Y para llegar al poder necesitas un alto nivel de conciencia que te conduzca por el camino que requieres".
Yo me hago dos preguntas: una, dónde está la reminiscencia de la izquierda frustrada y derrotada que no participa en este despertar de los pueblos. Dos, porque los jóvenes que fungen como líderes de este asalto al cielo, no buscan la incorporación de ese liderazgo.
Es obvio entonces que eso que Lenin llamó la vanguardia, no se encuentra por ningún lado. No la vanguardia que tenga conciencia de la toma del poder y hacia dónde llevar las protestas, cómo canalizarlas y sobretodo, cómo convertirlas en un poder organizado que escale los estratos del poder en procesos electorales, o, en batallas militares.
Y entonces nos encontramos con dos premisas claves para entender este complejo proceso: uno, las protestas son sofocadas a sangre y fuego con un nivel de violencia por parte del Estado que es casi incomprensible. Aunque ya sabemos que eso no les importa. Dos, que no importa cuántos maten o cuántos hieran, las protestas no se enfrían. Siguen surgiendo espontáneas y brutalmente multitudinarias. En los últimos seis meses ha habido más batallas campales entre manifestantes y cuerpos represivos, que en todas las protestas de las décadas anteriores.
Hacia dónde va esto. Al menos yo, no lo sé. Los pueblos se han lanzado a la calle y no parecen replegarse. Y ya sabemos que el neoliberalismo encontrará nueva forma de reprimirlos y de someterlos. Lo que nos lleva a otra conclusión: en algún momento entenderán que no queda otra salida que la rebelión por la vía de las armas. Solo que esta vez sería mucho más complicado, pues no habría una guerrilla de montañas y en los recónditos rincones de las naciones, sino en las propias comunidades, en calles y avenidas. Una batalla campal que tendrá muchas víctimas. Se parecerá más a guerras civiles. Eso sí, si ocurriera, que la victoria sea a favor de los pueblos.
Caminito de hormigas…
La Alternativa Popular Revolucionaria, comienza a ser una posibilidad real de conquistar el descontento de la militancia de izquierda. "Somos del Psuv Olmos, pero hasta cuándo ese chantaje de la disciplina y que vaya uno a votar como un pendejo por alguien designado a dedo. No nos la calamos más. Somos revolucionarios, no trapos. Por eso varios sectores le vamos a pasar los votos al PCV", me confesó un camarada… Hace cuatro meses se pagaron las bombonas de gas y hasta ahora nadie dice nada. "Nadie sabe nada. Nadie dice nada. Solo el Parada ese que dijo que en el gas había mucha plata", me dijo un miembro de a una Ubch.