En una oportunidad le preguntaron a Quino, porqué había matado a Mafalda, y él respondió porque Mafalda me estaba matando a mi.
Siendo estudiante de Letras en la Universidad Central de Venezuela, cursé una materia llamada "la Palabra escrita en Latinoamérica", en cuyo curso analizamos la mayor parte de los comics del momento, guiados por una extraordinaria bibliografía, entre las que destacaban, un enorme libro llamado "Apocalípticos e Integrados ante la cultura de Masa", del genial Umberto Eco (todo lo de Eco fue genial); un librito fascinante del investigador Alfredo Chacón "Contra la dependencia"; y uno no menos importante: El informe McBride (Voces múltiples en un solo mundo), cuyo compilador e investigador fue Marshall Macluhan.
Mi generación leyó con voracidad todo cuanto les cayó en las manos: narrativa, literatura, ensayos, investigaciones. Era vergonzoso llegar a la universidad y saber que había una especie de competencia por leer primero algo que estaba en el tapete, y uno quedarse atrás. Yo me leí en una noche "Crónica de una muerte anunciada" de García Márquez, por ejemplo. Y en realidad, había como una competencia en paralelo entre leer a Rimbaud o escuchar el último disco de Yordano, o tararear a Silvio Rodríguez. Cualquier cosa era posible: leer, escuchar música, debatir cualquier tema; o reunirse en una casa para echarnos palos, donde siempre había alguien que tocaba cuatro o guitarra.
Fueron los tiempos en que nos devorábamos el Suplemento Cultural de Últimas Noticias de los domingos y el Dominical de El nacional. Allí salían las tiras de Mafalda y era un motivo casi obligado discutirlas, generar debates y entender las razones por las que su creador, se empeñó en que la conociéramos. En esa materia que yo cursé en la Escuela de Letras, hubo un debate sobre quién era más rebelde si Mafalda o Charlie Brown, aquel otro icono de la cultura popular estadounidense de los 50, que se extendió hasta bien largo los ochenta.
Ciertamente mi generación fue la mayor admiradora de aquella niña que era capaz de nombrar al rolo de policía "el palito de abollar ideologías". Y en el desarrollo de ella, con la aparición de sus amigos, comenzaron los debates profundos, en torno a si Mafalda no era más que una conformista, que en el fondo no estaba proponiendo la toma del poder por parte del proletariado, sino que era una simple niña pequeñoburguesa, o clase media, deslastrándose de sus arrecheras con sus amigos y con la realidad. Por eso estaba Susanita que parecía recordarle a Mafalda esa intención de que algún día volvería a casa y tendría hijos. Por eso estaba Felipe, para calmarle sus angustias y redimir sus yo protestatarios; por eso estaba Manolito, el refugio de sus ansias por el dinero; por eso estaba Libertad (así se llama mi hija mayor en honor a ella) donde depositaba sus frustraciones; y por eso estaba Guille, la esperanza de que algún día todo sería diferente. Todos eran eco de Mafalda.
Siento que Quino se dio cuenta de que al final, Mafalda no podía resolver nada y terminaría siendo odiada por una generación que de alguna manera había cifrado sus esperanzas en algo que nunca se concretó. Es decir, terminaría siendo la inspiradora de una generación que arrastraba la frustración del fracaso de la lucha armada.
"Cuando yo tenía cuatro años empezó la Guerra Civil Española y en mi casa se vivió como una tragedia personal; además como la perdimos, peor todavía. Se acaba la guerra civil española y comienza la Segunda Guerra Mundial", explicó Quino en una entrevista que le hiciera el diario italiano La República. Y narró que Mafalda es más bien una creación, o una copia de su abuela quien era republicana y comunista. Contó que en su casa siempre se respiraba política, con padres socialistas y una abuela comunista. "Mi abuela era una militante que vendía los bonos del partido. Mi padre no quería que lo hiciera. Y se armaban esas trifulcas terribles en mi casa… Ella era un comic viviente, estaba constantemente hablando del Chile de Pinochet y de las atrocidades cometidas en Vietnam".
En una entrevista para el diario argentino Página 12, explicó "El capitalismo también se va a ir al carajo. Esto no puede continuar así. Yo lo que espero es que a la larga se intente otra forma de socialismo, no igual al que fue, pero para mí sigue siendo el mejor gobierno".
¿Moriría siendo socialista? le preguntaron. "Si, por supuesto. Esa es la mejor forma de gobierno que concibo, es el mejor sistema. Apenas tuvo 70 años para expresar que es probable que estuviera mal aplicado. Si pensamos que al cristianismo le llevó tres siglos imponerse, ¿por qué no podemos pensar que el socialismo regresará y finalmente podremos vivir en un sistema más justo y más humano para todos".
47 años después del final de la tira, resultó que Mafalda nunca murió. A pesar de que su creador continuó, con su genialidad y ese profundo y sarcástico humor, realizando tiras cómicas, cada una más genial que la otra. Pero es como si Mafalda hubiera estado ahí, acechándolo, agazapada, esperando a que él partiera, en el convencimiento de que ella sobreviviría a todos y estaría allí, generación tras generación.
Quino acaba de partir y le preguntó a ella que si se iba con él. "No, yo me quedo acá" le respondió ella de manera irreverente.
Mi generación, que tanto la amó y la cuestionó, también está partiendo, pero las venideras han despertado la misma simpatía por ella, por lo que probablemente nuestros nietos verán a Mafalda hablando de las naves espaciales, los viajes interplanetarios, el poder de la 5ª raza y la desintegración de la materia. Es obvio entonces que fue Mafalda quien creó a Quino.
Caminito de hormigas…
Hoy, un kilo de café cuesta cinco salarios mínimos, vale decir, cinco dólares… Le pararon mucha bola Diosdado quien reseñó como "muy feo y muy adeco" la repartición de mortadela. Ayer nomás, dirigentes de Barinas se hacían selfies con la imagen de los pobres atrás. ¿Escuela de formación política? Esos camaradas no leyeron tan siquiera el Manifiesto Comunista