Carnet de identidad


Escribe

que soy árabe,

y el número de mi carnet es el cincuenta mil;

que tengo ya ocho hijos,

y llegará el noveno al final del verano

¿Te enfadarás por ello?

Escribe

que soy árabe,

y con mis camaradas de infortunio

Trabajo en la cantera.

Para mis ocho hijos

arranco, de las rocas,

el mendrugo de pan,

El vestido y los libros.

No mendigo limosnas a tu puerta,

ni me rebajo

ante tus escalones.

¿Te enfadarás por ello?

Escribe
que soy árabe.

Soy nombre sin apodo.

Espero, paciéntelo, en un país

en el que todo lo que hay

existe airadamente.

Mis raíces,

se hundieron antes del nacimiento

de los tiempos,

antes de la apertura de las eras,

del ciprés y el olivo,

antes de la primicia de la yerba.

Mi padre...

de la familia del arado,

no de nobles señores.

Mi abuelo era un labriego,

sin títulos ni nombres.

Mi casa es una choza campesina

de cañas y maderos,

¿te complace?...

Soy nombre sin apodo.

Escribe

que soy árabe,

que tengo el pelo negro

y los ojos castaños;

que, para más detalles,

me cubro la cabeza con un velo;

que son mis palmas duras como la roca

y pinchan al tocarlas.
Y me gusta el aceite y el tomillo.

Que vivo

en una aldea perdida, abandonada,

sin nombres en ellas calles.

Y cuyos hombres todos

están en las canteras o en el campo...

¿Te enfadarás por ello?

Escribe

que soy árabe;

que robaste las viñas de mi abuelo

y una tierra que araba,

yo, con todos mis hijos.

Que sólo nos dejaste

estas rocas...

¿No va a quitármelas tu gobierno también,

como se dice?

Escribe, pues...

Escribe

en el comienzo de la primera página

que no aborrezco a nadie,

ni a nadie robo nada.

Más, que si tengo hambre,

devoraré la carne de quien a mí me robe.

¡Cuidado, pues!...

¡Cuidado con mi hambre,

y con mi ira!




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