Venezuela vive una crisis como jamás la habían vivido sus ciudadanos en la historia del país. De tal magnitud será que uno de los más brillantes y avezados expertos en la materia, chavista de paso, Víctor Álvarez, ya vaticinó que de continuar la recesión –que el gobierno se niega a aceptar- la inflación será del 2000%.
Por supuesto que nadie puede estar de buen humor en el país, ni siquiera en disposición de hacer algo. No hay forma de sobreponerse a algo que te agrede todos los días. Todos ya, debemos tener algún pariente o conocido que murió por no tener medicamentos. Todos ya, debemos conocer a alguien que estacionó su carro porque ya no pudo comprar un litro de aceite, un caucho o una batería. Todos ya, debemos haber visto a un niño con desnutrición o haber muerto por la misma causa.
Eso tiene dos razones: la descomunal incapacidad del gobierno para elaborar políticas que eviten el desastre, además de la grosera y descarada corrupción del funcionario público, mejor dicho, de sus cuatro millones de empleados; y, la guerra económica que es una receta no elaborada en Venezuela, sino una cartilla que existe desde hace mucho en Estados Unidos, y que se aplica a todo aquel país que se le ocurra desoír las órdenes del imperio y no acatar sus políticas.
Ya pasamos por eso. Hace 45 años se aplicó en Chile y generó 30 mil muertos tras un brutal golpe sangriento y el asesinato de Salvador Allende. Se aplicó en los Balcanes, se aplicó en los países recién separados de la extinta Unión Soviética, se aplicó en Camboya y Vietnam; y tengo la certeza de que el premio mayor se lo llevó Cuba, asediada desde hace 60 años y sometida a las ingentes necesidades que no generó una tragedia en el pueblo cubano, por la claridad de sus líderes.
Cuando vemos lo que está ocurriendo en Nicaragua, percibimos que es exactamente la misma receta aplicada en Venezuela en el 2014 luego del triunfo de Nicolás Maduro. Había que arrebatar a lo Juan Charrasqueado y "descargar su arrechera" contra todo aquel pobre diablo que hubiera cometido el delito de ser chavista. Por eso un camionero en Maracaibo estrelló su camión contra tres niños inocentes, por eso había que degollar con una guaya puesta en la calle a un pobre ser humano cuyo único delito era ser trabajador y dirigente deportivo, por eso había que pegarle fuego a Orlando Figuera, no importa que no fuera chavista, pero lo parecía porque era negro y tenía una franela roja, por eso había que dispararle a una pobre mujer que cometió el sacrilegio de ir a quitar unos escombros del medio de la vía.
Es exactamente lo que está ocurriendo en Nicaragua. Basta con que huela a sandinista para que pague caro esa osadía, con que lo busquen para matarlo, hay que quemar la casa con mujer y niños, hay que matar a todos aquellos que aúpan la paz porque son sandinistas, hay que asesinar a la maestra del barrio porque está organizando a los niños, hay que matar al profesor de la universidad, hay que matar al médico de la cuadra.
Ni en Venezuela ni en Nicaragua, los disociados, pagados por los tarifados, ven la enorme capacidad del imperio para generar rencillas. No entienden que están siendo utilizados y que si triunfan acabarán con todo, incluso con el país, tal como ocurrió con Irak, Libia, México o la extinta Yugoeslavia que fue dividida en seis países por designios e intereses del imperio. La violencia desatada por la guarimba de allí, ya ha generado 200 muertos, con un agravante, comienza a recibir respuesta por parte de sandinistas organizados que no reciben órdenes ni del gobierno, ni de las fuerzas armadas, ni del FSLN.
¿De qué se trata ahora? Hay dos respuestas, una aparente y una oculta. La aparente es que Daniel Ortega es el enemigo, un dictador, un autócrata del que hay que salir. Es el enemigo del país. En cambio, la respuesta oculta, es que se está construyendo allí un gigantesco canal que conectará el Atlántico con el Pacífico y que es parte de la ofensiva económica de expansión de China para apoderarse del mundo en el 2045. A un costo de 50 mil millones de dólares, el canal generará 45 mil empleos directos y 120 mil indirectos, además de muchas divisas que el gobierno invertirá en infraestructura, educación y salud. Ya algunos expertos del tema, aseguran que en 20 años Nicaragua sería un país de extrema importancia en la región, con una pujante economía y la consolidación de eso que llamaremos –a falta de mejor nombre- socialismo.
Eso no niega los problemas internos de la dirigencia política sandinista. Se asegura que una fracción importante del frente, montó tienda aparte. También se sabe que hay varios grupos de izquierda que no congenian ni con Ortega ni con el FSLN. También se sabe que hubo problemas con los históricos. Tomás Borge se enfrentó a los Ortega, el propio Humberto, se peleó con Daniel, Sergio Ramírez se separó de todo. Es decir, hay fisuras en la dirección del frente, desde hace tiempo, además; pero eso no ha sido óbice para que los planes del país no se desarrollen y para que Nicaragua haya crecido casi exponencialmente como nación. Es, por largo, absolutamente distinta a la Nicaragua de la llegada del sandinismo en 1979.
Siempre hay conflictos en donde meten las narices las huestes del imperio. Casualidad que son los sitios en donde hay recursos, o los países con futuro promisorio. No vemos al imperio aupando guarimbas en Haití o República Dominicana. Y como siempre hemos creído en la autodeterminación de los pueblos, Nicaragua debe resolver sus propios problemas, dilucidar sus contradicciones, encontrar sus salidas. No a costa de la intromisión del Big Brother, mucho menos de la invisible oposición nicaragüense, que, al igual que la oposición en Venezuela, no tiene idea de lo que es su país ni tiene propuesta para hacer una cosa distinta. Su problema, al igual que en Venezuela, es matar a Daniel Ortega.
Aristóbulo Istúriz dijo una vez que no era posible pedirle sacrifico al pueblo, si no se resuelve el problema de la papa. Eso es totalmente cierto. El gobierno debe abandonar su ineficiencia y combatir el ladronismo, para resolver el grave problema de la recesión y enfrentar la crisis, de la manera que fuere, incluso pactando con la pequeña y mediana empresa, pero resolverla.
De paso, se le viene una nueva crisis. Ya todos los economistas serios coinciden en que la moneda murió. No es posible seguir manteniendo vivo el Bolívar, es una moneda agotada y sin salida ¿cómo resolverán ese problema?
Maduro debe salir pa´la calle. Debe recorrer el país, debe oxigenarse y enfrentarse a ese sector de los militares que acabaron con lo que queda de este proceso. No hay sitio donde no vayan que no lo hayan vuelto mierda. Y ese recorrido debe hacerlo ya, mezclarse con el poder popular, escuchar a la gente, refrescarse, encontrar ideas nuevas. Todo eso es extremadamente necesario en una recesión como esta. Pero apostar a que una banda de delincuentes, entreguista y apolíticos, acaben con el país como lo pretenden hacer con Nicaragua, es una irracionalidad. Los que apuestan a la muerte o al asesinato de Nicolás, insisten en creer que el Fondo Monetario Internacional resolverá los problemas. Por el contrario, los agravará.
En lo personal, y dentro de mi ignorancia, estoy convencido de que no es tan complejo salir de la crisis. Con solo tener una visión clara de qué hacer y caminar por allí hasta ver la luz al final del túnel, sumado a sus innumerables recursos, en un año estaríamos respirando. Podríamos comenzar por el aumento de la gasolina.
Caminito de hormigas… Ojalá y no sea cierto lo de los negocios con los Transdrácula. Supuestamente con un valor de dos mil dólares cada y se facturaron en diez mil. Mi tocayo debería explicar eso con claridad. Por cierto, por la parroquia Miguel Peña, no se ha visto ni uno.