La difícil situación económica venezolana hunde cada vez más en la miseria a millones de ciudadanos, mal alimentados debido al altísimo costo de buena parte de los alimentos, en especial de los que aportan gran cantidad de proteínas y carbohidratos. El hambre aprieta duramente el estómago y desalienta día a día, y debido a esto se han visto multiplicados los robos de alimentos de todo tipo en Venezuela, incluidos los de animales vivos como reses, puercos, caballos, gallinas, pollos y otros. La crisis incluso ha impulsado a personas anteriormente honradas a saquear y robar para poder medio sustentar a sus hijos pequeños, familiares discapacitados y ancianos ya desnutridos o cercanos a esa condición.
Ahora bien, ciertamente el robo es un delito sin atenuante de acuerdo a la justicia burguesa imperante en el mundo entero, incluida Venezuela, pero, ¿cómo reprobar el robo por hambre en medio de un contexto económico terrible para la mayoría de la población?, ¿cómo no justificar el robo por hambre cuando los peores delincuentes-ladrones son los dirigentes políticos corruptos, la élite militar, los banqueros y grandes industriales, comerciantes y productores agropecuarios, y éstos jamás son castigados por la justicia?, ¿cómo condenar a quien roba frutas, pan, verduras y otros alimentos, considerando que los delitos económicos cometidos por los poderosos no son siquiera investigados por el sistema judicial?
El robo por hambre se multiplica en la Venezuela hundida por una gran deuda externa, la hiperinflación, la quiebra del aparato productivo estatal, la megadependencia y la cada vez menor disposición de recursos para la inversión social, particularmente en lo relativo al subsidio alimentario. El robo por hambre es una respuesta desesperada pero justificada de millones de venezolanos ante el proceder delincuencial del sector empresarial, incluidos algunos pequeños comerciantes, que venden a como les da la gana. Irónicamente estos delincuentes disfrazados de comerciantes, tanto del sector público como del sector privado, exigen todo el peso de la ley para los ladrones de alimentos, pero ellos, que son peores rateros, son tratados con guante de seda por la justicia. Incluso el robo que cometen los pobres por hambre es casi nada en comparación con la estafa a la nación llevada a cabo por las podridas élites política y militar, quienes son tan cínicas que continúan exigiendo lealtad popular a la seudodemocracia excluyente y hambreadora.