Auditórium

Fouché redactó: ¿La Ley contra el Odio?

...."Y vio que el hombre de la llanura era, ante la vida, indómito y sufridor, indolente e infatigable; en la lucha, impulsivo y astuto; ante el superior, indisciplinado y leal; con el amigo, receloso y abnegado; con la mujer voluptuoso y áspero; consigo mismo, sensual y sobrio. En sus conversaciones, malicioso e ingenuo, incrédulo y supersticioso; en todo caso alegre y melancólico, positivista y fantaseador. Humilde a pié y soberbio a caballo. Todo a la vez y sin estorbarse, como están los defectos y virtudes en las almas nuevas". Fin de la cita. Don Rómulo Gallegos.

En estos días de precampaña para alcaldes el 10 de diciembre del 2017, los redactores de la "Ley contra el Odio, por la convivencia Pacifica y la Tolerancia". Se presume que andan inmersos en la lectura del Fouché de Stefan Zweig, y así lo han manifestado a los diversos medios de comunicación públicos. Hasta el momento, se ignora la aplicación represiva de esta aberrante ley, y si esto obedece a una perversidad de las ejecutadas por el cínico, y traidor ministro de Policía de Napoleón. En cualquier modalidad totalitaria, ya sea a la estalinista, coreana o cubana, resulta interesante, y meritorio que nuestros constituyentes 2017, le dediquen sus menguadas estadías en la ANC a la lectura de la historia, y no voy a recriminar la abyección tan poco heroica como indignante que significa esta ley. Pero sí quiero advertir, por si se les olvida, que en esta monstruosidad de "ley" la figura o virtudes de Joseph Fouché, debe ser el siniestro regreso a la alucinación de una oscuridad violenta e inimaginable; y que con tales virtudes (ya que en el rey del cinismo, y la traición Joseph Fouché duque de Otranto las virtudes fueron inexistentes en su persona) La ANC hace un flaco servicio al gobierno bolivariano, aprobando esta inconstitucional ley violatoria de la CRBV de 1999, quedando estos constituyentes como una caterva de fouche’s del siglo XXI.

Hay que recordar lo escrito por muchos historiadores lo ocurrido en aquel año de 1815, después de aquellos cien días de Napoleón escapado de Elba, cuando Chateaubriand vio entrar del brazo en la antesala del recién restaurado Luis XVIII al duque de Talleyrand, y al rey de la traición Joseph Fouché, duque de Otranto, y sintió como le recorría en el espinazo una oleada de sarcasmo que habría de escribir luego en sus memorias de ultratumba: "El vicio (Talleyrand) apoyado en el brazo de la traición (Fouché)". Y en última instancia, uno lo que sugiere es una mayor atención de lo expresado por el propio Stefan Zweig, quien acudió a la figura de Fouché, no por sus virtudes cívicas, ni por su formidable maleabilidad política, sino por su profunda capacidad de maniobra, equivocada, y la perversidad, en el manejo de lo público.

Lo que leyó Zweig ante el cadáver de Freud, no solo se encuentra el elogio a un amigo, sino la idea civilizadora en la cual ambos fueron copartícipes. Esa idea es la que Zweig quiso alejar del aventurerismo político, de las insaciables ansias de poder que los Fouché del siglo XXI representan hoy.



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Edgar Perdomo Arzola

Analista de políticas públicas.

 Percasita11@yahoo.es      @percasita

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