Para cuando este artículo vea la luz, los estudiantes de educación media estarán comenzando clases en el más terrible de los traumas que toda persona puede tener: encontrar un transporte para llegar a su destino.
Voy a narrar los hechos de Carabobo, porque los vivo todos los días. Pero sé que, en al menos en doce estados del país, la situación es exactamente igual. Y de una vez especulo que en todo el país.
El transporte es uno de los sectores más estratégicos de la nación. Quien controla el transporte, desde el punto de vista político, tiene un poder que es de temer. En realidad, durante la Cuarta, los adecos -conscientes de esto- manejaban todo el sector transporte. No solo el colectivo, sino también comercial y el de carga pesada.
La primera contradicción se presenta cuando el transporte es público, pero está en manos privadas. Los países más modernos del mundo, bajo ningún concepto aceptan que el transporte esté en manos privadas. En algunos casos hay acuerdos muy específicos de operatividad. Pero generalmente, es el Estado o los municipios, los propietarios del transporte público. Esta es una incongruencia que nunca han podido resolver las mafias del chavismo que se fueron por el camino equivocado. Y ciertamente, en el caso de Venezuela, el transporte depende casi de forma exclusiva de la importación para mantener las unidades operativas.
Pero el otro problema es que el transporte ¿público? Es una especie de anomia, en donde cada quien hace lo que le da gana. Entre otras razones porque ni el Estado (Ministerio de Transporte) ni los municipios, tienen una respuesta a ese gravísimo problema. Si pudiéramos calificarlo de alguna forma, no hay ninguna otra manera que no sea UNA MIERDA.
A ver. Por un lado, están los transportistas que no tienen cauchos y uno solo vale cinco millones fuertes; no hay aceite para motor y lo compran bachaqueado a 140 mil el litro -a pesar de que el gobierno tiene una fábrica de lubricantes- y cualquier repuesto de esos vehículos vale de 500 mil en adelante, el más barato por supuesto. Con decir que una bujía llegó a 80 mil.
Esto generó una especie de complicidad entre transportistas y autoridades, porque ninguna norma se hace cumplir. Entonces, podemos ver a busetas con 60 pasajeros que casi van dando vueltas con el caucho, con cauchos de camionetas pick-up, o jeep, e inclusive carros grandes. Por cierto, la semana pasada se incendió una en la avenida Aranzázu con varios heridos.
Por otra parte, el gobierno creó una cooperativa que se encargara de la importación de las necesidades esenciales del transporte. Esa cooperativa siempre funcionó mal, porque ya sabemos que siempre hubo mucha corrupción, sumado ahora a que ya no funciona, o funciona para los amigos de los amigos.
Y por añadidura, tratando de abordar el problema del transporte, el gobierno también creo Transcarabobo, que en sus inicios fue un dechado de eficiencia y funcionamiento. Hoy en día más de la mitad de los autobuses de Transcarabobo no funcionan, además de tener tres cementerios de los rojitos en Puerto Cabello, Guacara y Los Guayos.
Sigamos. Entre todas las líneas de transporte de la Gran Valencia, hay tres mil unidades, de las cuales funcionan menos de 600. Trate usted lector de imaginar cómo una de las cinco ciudades más importantes del país, que tiene un millón de habitantes, puede funcionar con 600 busetas. Allí se genera la otra parte de la crisis: camiones de estacas que a las 5pm pasan por las paradas repletas de personas. Ese pasajero, si quiere llegar a su casa, debe pagar mil bolos, por ir parado en la batea de un camión, y en el caso de las damas, permitiendo toda clase de manoseo producto del caos. Es esa persona que llega a su casa a las 8 0 9 de la noche, agotada, con dolor de cabeza, con ganas de bañarse, con hambre, pero que desde ese momento comienza a preparar su jornal del día siguiente: levantarse a las 4am, bañarse, vestirse y salir corriendo con la vianda y la cartera en la mano, para, en el mejor de los casos, agarrar una buseta, parada y apretujada a las 5:30am, hasta llegar a su trabajo.
Los choferes, por su parte, hacen lo que les da la gana. Los colectores -ahora son dos- no permiten subir a esa hora de la mañana, "ni a viejos, ni a estudiantes, y pago por adelantado", porque ocho cuadras más adelante, bajan a todo el mundo y se regresan a buscar más pasajeros.
Hoy lunes 2 de octubre, el caos será mayor porque educación media se incorpora a clases, es decir, unos tres millones en todo el país, más de 200 mil en Carabobo. Con el agravante de que no solo no se van a poder montar en una de las 600 busetas, sino que deberán pagar más porque así lo decidieron las líneas, que por cierto ya anunciaron que cobrarán mil bolívares en diciembre.
La otra parte del transporte colectivo, es el metro de Valencia, que sin duda es una gran solución. Con el agravante de que solo tiene dos vagones y se tardan hasta media hora en llegar a la parada inicial. Eso, obviamente genera un caos, porque las estaciones se van llenando. Es decir, que, en solos dos vagones, casi siempre -y casi siempre es a toda hora- hay más del doble de los pasajeros que debería llevar. Sumado a que apareció la delincuencia en el subterráneo.
Conocí la experiencia de Curitiba, capital del estado de Paraná en Brasil. Una ciudad de casi dos millones de habitantes cuya crisis de transporte colectiva era proverbial. Sus autoridades resolvieron el problema con una gran dosis de astucia, inteligencia, acuerdos y disposición. Eso sí, quienes estuvieron al frente de esa embestida reformadora, era gente que sabía del tema, no había ni empíricos, ni falsos profetas, ni prometedores de nada. Solo gente que sabía lo que había que hacerse con el problema del transporte en esa ciudad.
En verdad que aún no sé cómo un montón de gente desesperada no le ha pegado fuego a una de esas busetas a las 6 de la mañana, en respuesta al trato de los conductores. Vaya usted lector, a las 5:30am y 4:30 pm a las avenidas Aranzázu, Sesquicentenaria, Henry Ford, Firestone, Las Palmas, Tocuyito, Las Ferias, Cedeño, Lara, Bolívar, todo Naguanagua y pare de contar, y entenderá por qué el transporte es un problema no solo crítico, sino del tamaño del país, al que se le debe buscar una respuesta rápida. Antes de exploten los ánimos.
Caminito de hormigas…
Alguien me puede explicar cómo es que les dieron a los camaradas del comando de campaña de Lacava comida en mal estado, lo que generó la hospitalización de varios de ellos. Quién autorizó que se les diera aún a sabiendas de que no era comestible… El Hotel Tacarigua, antiguo intercontinental Valencia, es un dechado de belleza y majestuosidad, pero, además, es propiedad del Estado venezolano. Porqué entonces, reuniones, encuentros, foros y todo lo que tenga que ver con hechos oficiales se hacen en el Hesperia. ¿Cuánto cuesta eso? Pero, además, para que se aparezca un gerente y les diga a niños y orientadores que iban para un acto, que se quitaran las franelas de la revolución "porque en este hotel no se alojan chavistas". Así dijo el directivo. Como dicen donde nací: "que desgracia de pueblo cuando el cura es loco"