La escuela que tenemos y la que soñamos

Se cuelan los recuerdos de aquella pasión infantil por ir a mi escuela. Muy cerquita de casa, recuerdo aquella alegría de niño de recibir en manos de mis padres aquella lista de útiles, aquellos uniformes nuevos que en la noche soñaba con estrenar. Me invadía una inmensa emoción aquel primer día de clases: la formación, la nueva maestra y la ansiedad de nuevos amigos… Se postró en mi mente la figura de aquel maestro centrado, cargado de autoridad quien infundía respeto. Recuerdo a mi maestro de quinto grado cariñosamente llamado Pepe, nos daba aquella formación en valores religiosos y humanos y no ahorraba saliva para orientarnos. Llevo en mi corazón sus sabios consejos que marcaron a muchos de mi generación.

Volviendo al reflejo de la escuela de los ochenta y sin ser un melancólico, recuerdo la carga de respeto que se le tenía a la escuela y al maestro mismo. Se era incapaz de dudar de su impronta, de menospreciarla y mucho menos ultrajarla. Mas allá de sus métodos, enfoques y hasta paradigmas excluyentes, traigo al tapete a la escuela que nos formó y nos hizo hombres y mujeres de bien obligándome a contrastarla con la escuela que tenemos ahora mismo.

Tendríamos dos tareas, hablar de la escuela que queremos y soñamos y la escuela que tenemos. En la que soñamos no se vale renunciar y por ella habría que luchar toda la vida, pero para eso habría que pararse en la escuela que tenemos y con franca actitud caracterizarla para luego transformarla. Claro está, caracterizarla sin buscar atajos de culpas y responsabilidades, ya que en todo caso allí cada uno de nosotros tendría una pincelada de aportes, omisiones o indiferencias. Y en ese ejercicio caeríamos muy mal si habláramos de realidades sin antes ser juzgados de apátridas o contrarrevolucionario.

Aclaramos que nos mueve la ética y el compromiso con la trasformación pero la cosa es mucho más compleja que eso. La escuela que tenemos está seriamente amenazada por un proceso descomposición social que pone como valor el salvase quien pueda, la competencia, el egoísmo y el individualismo y ahora la ganancia fácil en una conciencia mercenaria propia del modelo cultural occidental.

Por ejemplo en un principio causa profunda indignación y luego tristeza como nuestras escuelas son abatidas por el hampa y la delincuencia. Se llevan todo lo que consigan en ella: pocetas, computadoras, cables, puertas, utensilios de cocina, impresoras, Canaimas y pare usted de contar. El número de escuelas robadas en el país según cifras de los organismos oficiales ya alcanza casi el 70%. En el municipio Zamora del Estado Aragua, hay instituciones que han sido robadas más de seis veces en un año escolar y por ciertos ya no sólo se trata de sus inmuebles sino también los insumos del Programa de Alimentación Escolar. Es decir la escuela ha sido penetrada por el hampa común y esto es una consecuencia que valdría la pena detenernos para reflexionar y ver desde lo social que nos ha ocurrido como pueblo. La escuela es el lugar común de la esperanza (Paolo Freire), el lugar de formar Republicanos (Rodríguez), y la escuela es la patria misma (Chávez).

¿Dónde perdimos el hilo conductor del amor y la solidaridad? Lamento decirle que no hay respuestas mágicas por la complejidad misma del tema pero algunos argumentos mitigaran la tristeza del ataque despiadado contra la escuela. En primer lugar la escuela no está sola, refleja la sociedad, su conciencia, sus angustias, anhelos y esperanzas, aciertos y desaciertos. Son los niños de las madres que hacen colas, de los padres que le dedican todo su tiempo al trabajo y no a sus hijos, el lugar común conocido como guardería y al mismo tiempo a quien injustamente se le ha atribuido la carga de enseñar…. Es decir la autorizada para dar conocimientos (desde el punto de vista de la sociedad).

El hilo conductor se pierde cuando nos abandona la fe y la esperanza, cuando educar es un horario, una faena, un ritual inflexible, una planificación rígida, un empleo más de un quince y ultimo. La escuela debe hacer frente y negarse rotundamente a la derrota social de la esperanza, es decir ella debe ser portadora de otro mensaje, mostrar lo diferente, lo novedoso que cargue de otro significado que nos hablen de valores, más sin embargo, a ella sola no le corresponde la tarea. La empresa pasa con lo que trilladamente conocemos como la triada, Familia, escuela, comunidad. Este concepto es errático, desentiende al Estado su rol y está mal formulado. Veamos.

La familia es comunidad y por lo tanto una misma masa orgánica. La escuela que es el otro ápice de la triada y cualquiera diría que es el Estado mismo, le correspondería una tarea pedagógica formativa que le da una distinción cuando nos referimos a la educación como practica de la libertad, pero falta un tercer ápice y desde mi punto de vista es el Estado. La L.O.E. lo establece claramente en su artículo 5, el Estado Docente, "es la expresión rectora del Estado en Educación, en cumplimiento de su función indeclinable y de máximo interés como derecho humano universal y deber social fundamental, inalienable, irrenunciable y como servicio público que se materializa en las políticas educativas. El Estado docente se rige por los principios de integralidad, cooperación, solidaridad, concurrencia y corresponsabilidad"

Fíjense que como educadores estamos en una punta de ese triangulo y asumimos con aciertos y fallas nuestros papel, pero ¿qué hay de la familia? ¿Qué hay de su descomposición? ¿A dónde fueron a parar sus valores? Y por otro lado, recordemos que el Estado no es exclusivamente el Ministerio de Educación, sino todos los órganos establecidos en la Constitución que nos brindan nuestras garantías y derechos fundamentales. Así, ¿el Estado asume corresponsablemente su rol cuando por ejemplo una escuela es robada y se coloca la denuncia? ¿Se implementa mayor vigilancia policial u otras medidas? Porque como sabemos la seguridad es una función exclusiva de los entes de seguridad del Estado creado para ese fin porque si tomáramos la justicia en nuestras manos caeríamos en la anarquía y la violencia infinita. Hay que sentir la impotencia y la desesperanza que se cae cuando vemos como se atentan contra nuestras escuelas y se denuncia y no pasa nada. Venga mañana, ponga la denuncia, mande su reporta a la sala situacional tal, entre las múltiples estratagemas del estado Burgués.

Adicionalmente a esto está la escuela penetrada por la violencia. Es lugar común tiroteos, robos y atracos en las inmediaciones de nuestros planteles acompañados de un clima de terror y miedo, y las autoridades policiales brillan por su ausencia.

¿Qué hacer como escuela? Lo que nos corresponde: (Art 15 L.O.E. fines de la educación) apostar a un currículo que se oriente a la pedagogía del amor, fortalezca la convivencia y brinde a nuestros chamos un espacio para la paz, como dice el nuevo currículo, ocupar el corazón, las manos y la mente. La escuela está asumiendo su papel, ¡que el Estado y la familia asuman lo que les toca!



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