La grosería del Presidente

"Controlar las fuentes del lenguaje es controlar las reservas energéticas del pensamiento". Juan Carlos Monedero*

El 1ro. de septiembre ocurrieron varios hechos importantísimos para el análisis socio-político venezolano e internacional. Luego de más de un mes de intensa propaganda, la oposición venezolana concretó lo que pomposamente llamaron la "Toma de Caracas" que, como ya sabemos se quedó en la Toma del Este de Caracas. Movilizaron gran cantidad de simpatizantes, luego de muchos fallidos intentos de marchas y concentraciones en espacios reducidos.

Pero también el chavismo que venía haciendo durante todo este año movilizaciones de diversos grupos sociales (mujeres, campesinos, trabajadores, estudiantes, comuneros, universitarios, petroleros, etc) y también en las últimas semanas enormes marchas y concentraciones en diversos estados del país (Apure, Lara, Cojedes, Carabobo, Miranda, Bolívar, Táchira, entre otros), lanzó el gran reto de en apenas dos días de convocatoria realizar una gran concentración como no se hacía desde cuando Chávez nada menos que en la Av. Bolívar de Caracas, lugar emblemático y muy difícil de llenar por lo espacioso que resulta.

Pues bien, el chavismo, para sorpresa sobre todo de oposicionistas, medios de comunicación y observadores internacionales, realizó tremenda concentración llenando la Av. Bolívar y dando otra demostración del poder de convocatoria que aún tiene en el pueblo venezolano, en medio de una terrible guerra económica que afecta precisamente más a ese pueblo llano que aún no ha perdido la esperanza y la convicción del proceso de transformaciones que inició Chávez y que continúa hoy el Presidente Nicolás Maduro. Y eso aun cuando precisamente mucho pueblo chavista, descontento, afectado y no totalmente formado, en las últimas elecciones parlamentarias se abstuvo de votar por los candidatos del chavismo para propinar una gran derrota y llevar al parlamento a una mayoría derechista que es su verdadero adversario político.

Ahora bien, en medio de esa apoteósica concentración, de vigorización política y en un emotivo discurso, el Presidente Nicolás Maduro cometió un dislate que afecta enormemente la imagen presidencial, lo cual es pertinente corregir. En cadena nacional de radio y televisión y luego magnificada en casi todos los medios de información social, internet y las redes sociales, lanzó un insulto al presidente de la Asamblea Nacional Ramos Allup al expresar textualmente: "Algunos dicen ‘pobrecito, es un viejito’, ¡pero bien coño e’ madre que es ese viejito!".

No vamos a caer en el falso moralismo de que no se pueden decir groserías. Sin embargo, los dirigentes deben cuidar muy bien el lenguaje que usan. Hay en términos psicológicos lo que se denomina la asertividad consistente en la expresión verbal directa y honesta, pertinente y coherente que se debe tener en situaciones particulares. Podemos ser combativos sin caer en la grosería que más bien los demás pueden usar contra nosotros y en el caso de una figura presidencial que se convierte en el centro permanente de ataques, más aún.

Una cosa es que el presidente (como lo hacía magistralmente Chávez y me disculpan la referencia, pero en eso el Comandante era un maestro) le dijese a un adversario en campaña electoral "majunche", o en respuesta al insulto a los trabajadores (caso Capriles) le ripostara "jalab.. eres tú", o le espetara al jefe político del imperio "you are a donkey", aparte de calificarlo de alcohólico, drogadicto, genocida. Pero era al representante del imperio. Es decir, se supone que alguien con mayor poderío que quien esgrime la palabra desafiante. O en el caso de la campaña, una respuesta contundente que genera una adhesión popular.

En este caso, cuando el Presidente Maduro le mienta la madre a Ramos Allup no gana el Presidente, es al otro a quien iguala. Ahora ese sujeto, acostumbrado a insultar a todo el mundo, se victimizará para ocular todas las tropelías verbales que a menudo dirige contra el resto de representantes de los poderes públicos en el país y contra el propio pueblo chavista. No es este un planteamiento banal, sino que hasta las palabras claves en un discurso trascendental deben ser meditadas para lograr el objetivo deseado y no algo contraproducente. Un éxito político, puede convertirse en una derrota mediática, o como en el caso de Chávez (otra vez), una derrota militar se convirtió en una victoria política con aquellos 47 segundos fulgurantes del mediodía del 4 de febrero cuando se dirigió al pueblo con el famoso "Por ahora…"

*Recomiendo altamente la lectura de un texto magistral sobre este tema escrito por Juan Carlos Monedero, denominado "EL GOBIERNO DE LAS PALABRAS" y subtitulado "Política para tiempos de confusión", publicado en el 2012 por el Centro Internacional Miranda, adscrito al Ministerio del Poder Popular para la Educación Universitaria.


 



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Cécil Gerardo Pérez


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