Adiós a las Guacamayas

Hace poco se desató un pandemonium en las redes por la publicación de un artículo en Aporrea, http://www.aporrea.org/educacion/a230471.html el cual expresaba, palabras más palabras menos, que los venezolanos que se fueran del país, deberían hacerlo sin los títulos obtenidos en universidades criollas.

El texto fue redactado con la frialdad propia de los burócratas. Los ciudadanos que deciden dejar su tierra, con todo el trauma y el dolor que eso conlleva, son retratados como traidores, apátridas y mercantilistas, como mínimo.

Es la misma frialdad que usan los centros de poder para hablar de "daños colaterales", "bajas aceptables" o "guerras preventivas"... La frialdad del lenguaje de quien carece de argumentos para expresar una realidad que desconoce.

Lo cierto es -y lo digo con conocimiento de causa- que quienes salimos de nuestra amada Patria lo hacemos, no únicamente, con nuestros títulos, sino también con nuestros sueños y con el enorme dolor que nos produce alejarnos de todo aquello que queremos.

En mi caso, empecé a extrañar las cosas más cotidianas de mi adorada Caracas... Esa misma ciudad que ocupa los primeros lugares de esos "fríos" ratings de violencia, pero que añoramos cuando estamos lejos.

Desde que llegué a Quito, me hicieron falta, lógicamente, mi familia, amigos y seres queridos. Pero, también lo cotidiano... El bullicio, el corneteo, las esquinas con sus nombres pintorescos, el reloj de La Previsora, la fuente de Plaza Venezuela, el obelisco de Plaza Francia, El aguerrido Libertador de la Plaza Bolívar, el caos del Metro, las camioneticas con sus vendedores ambulantes, el Parque del Este, Sabana Grande, la "calle del hambre de La Trinidad", el Teresa Carreño, la UCV... Tantas cosas que podría estar horas enumerándolas.

Pero hay algo que extraño particularmente de la otrora "sucursal del cielo"... Las guacamayas.

Todavía hoy miro hacia el cielo quiteño con la esperanza de ver alguna de estas hermosas aves. Y es que el colorido plumaje de estos pájaros, muchas veces alegró mis días en mi querida capital.

Tal vez no me importaría que me despojaran de mis títulos, como perversamente sugirió el autor del artículo anteriormente mencionado. Lo que sí me daría dolor sería olvidarme de mis coloridas aves y decirle "adiós a las guacamayas".

carlosaquino75@gmail.com



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