El ejercicio del periodismo, al igual que todas las áreas de actividades del ser humano, mutó. Los que tenemos más de 40, sentíamos por el periodismo casi un deber militante. Así, para nosotros, en nuestro accionar permanente, era obligatorio aplicar lo que aprendimos en la escuela, de lo que alguna vez fue mi gloriosa Universidad Central de Venezuela y mi Escuela de Comunicación Social. Creo que fui la última generación de periodistas que tuvo la dicha de tener profesores, si acaso uno más sabio que otro, uno con más experiencia que otro, uno más singular que otro, uno más brillante que otro, uno más genial que otro. Salvo contadas excepciones, diría que allí está el conocimiento colectivo, que además era la vivencia colectiva, la calidad colectiva. Hoy es al revés, salvo contadas excepciones, la mediocridad docente es colectiva.
Quién no fue marcado por la didáctica de Federico Álvarez, por el vibrato de Héctor Mujica, por la palabra poética de Argenis Daza, por la vehemencia filosófica de Alfredo Maneiro, por el verbo paternal de Jesús Rosas Marcano, por la dulzura magisterial de Olga Dragnic, o el maracucho silencioso José Fernández Freites, de una biblioteca ambulante llamada Jesús Sanoja Hernández, o el crack del periodismo Eleazar Díaz Rangel. Y tantos otros. Eran soñadores enseñándoles sueños a sus alumnos. Un ágora donde teníamos la posibilidad de descubrir el mundo, eso era la universidad.
Creo que desde un principio, apareció la ética impartida como estado de la conciencia, de hecho también era una materia. Es decir, aunque obviamente lo sabíamos, salíamos de allí sabiendo qué cosas no debíamos hacer en el ejercicio. De paso, quienes éramos militantes, teníamos un refuerzo extra, la férrea disciplina de los círculos de estudios, el fichaje de los libros y el debate interno de la política, la historia y la literatura.
Así aprendimos que lo ético en las reglas del periodismo, era no solo tener la información, sino verificarla, y luego confrontarla antes de que la publicáramos. Tenían tanta carga moral esos pasos, que difícilmente a algún periodista se le ocurría publicar una información sin corroborarla e incluso contactar al afectado para que diera su versión de los hechos, antes de su publicación.
Para decirlo en el mejor de los castellanos: eso ya no existe. Ese no es el periodismo de hoy. Comenzando porque el país perdió la moral, es su gran tragedia. Y un país sin moral, es no solo una sociedad anómica, también abúlica. Es decir, indefectiblemente el periodismo mutó.
Y si mutó el periodismo, también mutaron las fuentes. En los inteligentes personajes que nos declaraban en la cotidianidad en mis tiempos de reportero, había decencia, respeto, consideración, incluso percepción de lo positivo que era tener un periodista como aliado o amigo, el valor del medio de comunicación. Digo inteligentes porque había un mínimo de conciencia, de formación y de interés por decir algo aunque fuera para salir en las noticias del otro día. Podíamos estar de acuerdo o no con ellos, pero en mis años de reportero, jamás un funcionario –de la categoría que fuera- se negó a dar una declaración. Recuerdo haberlos llamado a las 5 de la mañana y siempre recibí consideración y respeto, incluso humildad de su parte.
Recibí ese trato, y de seguro lo recibieron muchos colegas, hasta de Presidentes de la República. Cabe la anécdota, cuando aún trabajaba en diario El Mundo, Ramón J Velásquez –siendo presidente- en una que otra oportunidad me mandaba a llamar para que lo acompañar a desayunar en el hotel Tamanaco. ¿Cómo me perdía yo esa fuente de conocimiento? Era un viejo encantador. Yo solo me extasiaba de escuchar a un erudito hablar, de lo humano y lo divino.
Ese periodismo mis queridos colegas, y esas fuentes, ya no existen.
Este gobierno "revolucionario" ha estado signado por el autismo. Chávez lo reclamó en muchas oportunidades. Parece insólito que un gobierno con cuatro mil periodistas, no tenga capacidad para comunicarse. No es posible entender cómo un canal como Venezolana de Televisión con 800 periodistas entre sus cuatro mil trabajadores y todos los recursos tecnológicos, tenga apenas el 11% del share de la televisión. Eso para hablar de la superestructura del Estado, que además tiene direcciones de información en todos los ministerios, dependencias, empresas y todo un ministerio de la información que no informa nada porque sencillamente carece de estrategias comunicacionales, y, sobretodo, de visión política. Si es mentira lo que digo, explíquenme entonces porqué llevamos tres derrotas seguidas; y porque después de Chávez haberle sacado 7.6 millones de votos a Rosales, en cada elección hemos ido disminuyendo hasta los 5 millones del 6D.
No es que los medios de comunicación privados sean diferentes. Son probablemente más mediocres, más manipuladores y más entreguistas. Son la abulia por definición. Y por cierto no son los medios de Venezuela únicamente, son los de todo el mundo.
Son los tiempos de la mediocridad y la involución. Todos quieren saber qué hicieron ayer las Kardashian, que pertenece a una nueva profesión de imbéciles que se llama socialité. Es gente con mucho dinero que no fue a la escuela y que son más o menos animales con olor a Chanell Nº 5 o Carolina Herrera. Todos los medios están detrás de ellos, pero ninguno de esos periodistas quiere saber quién fue Frida Kahlo o José Ignacio Cabrujas. Todos quieren saber cuánto ganó Justin Bieber, pero a nadie le importa lo que significó y significa Alí Primera para la sociedad venezolana y latinoamericana.
Hace poco, un alcalde le declaró a este cronista que la música que oía era Chino y Nacho. Pues si el gobernador de ese estado no sirve, imaginen a ese alcalde como gobernador y cuáles serían las políticas culturales que impulsaría.
Es decir, la inmediatez del más poderoso medio de comunicación de esta aldea global, las redes sociales, acabó con el periodismo serio, de altura, de investigación, de ética y transformaron a los medios en la bazofia que es hoy, muy poca información, la mayoría totalmente inservible y mucha publicidad. Compre cualquier vaina, no importa si no la va a utilizar.
Seguramente en menos de 30 años, los medios impresos ya no existirán, al menos en los países que deciden el destino del mundo. "Es que me da mucha ladilla leer, me dijo un alumno de la universidad, mientras hablaba conmigo y tuiteaba con los demás. Y él va a ser periodista".
Si twiter nos hace creer que somos genios, Instagram que somos fotógrafos y Facebook que tenemos amigos, deberían calibrar los niveles de envenenamiento que tiene la sociedad. ¡Cuánto cloro se necesitará para sacar tanta mierda de la cabeza!
Una cosa más, la impertérrita fuente, signada casi por el cinismo. Nada la afecta, nada la inmuta, por alguna razón creen estar por encima del bien y del mal. Tienen el concepto de que un periodista es una especie de imbécil al que, o no se le atiende, o se le trata como a un bobo, porque le importa poco qué sale en los medios. Y eso –en el caso de Venezuela- nos lleva a la clase militar, controladora de todos los entes del Estado, soportados en su rancia y catacúmbica formación, según la cual todo es secreto militar, comenzando por la corrupción.
A nadie en el gobierno de Venezuela le parece importante declararle a los medios de comunicación, tal vez acostumbrados a que fuera Chávez el declarante, pero todos sabemos que Chávez era, en sí mismo, un medio de comunicación. No necesitaba de nadie. Siempre fue la noticia y todos los medios debían seguirlo. Y sin embargo, fue un duro crítico de ese comportamiento de ultratumba del gobierno.
Y los medios privados, en su obstinada decisión de salir del gobierno, les importa poco una política periodísticamente informativa, les importa una línea editorial, cual es, acabar con el gobierno, no importa si el entrevistado es un retrasado mental.
El periodismo reciente, de mediados de los 80 hacia atrás, el de los extraordinarios debates intelectuales en el Suplemento Cultural de Últimas Noticias, el de las brillantes entrevistas de El Nacional, el de la exquisita síntesis de Oscar Guaramato, o la prosa desenfada de Miguel Otero Silva, el de las brillantes investigaciones de Economía Hoy, ya no existe.
Y es el periodista el que tiene que reinventarse, con tal velocidad que debe alcanzar a la tecnología, en aras de que al final no se convierta en solo una soylent Green.
Caminito de hormigas…
En la MUD está de muy malas pulgas con Henry Falcón. "Es un guabinoso. Un día critica al gobierno y otro lo aplaude. Es un negro traidor", me comentó un dirigente… María Corina tiene interés en reeditar las relaciones con Leopoldo López. Ya ha habido reuniones al respecto. El problema es que los dos quieren ser presidente… Si la Contraloría General de la República investigara el tema de la salud en Carabobo, mi madre, lo que encontrarían… Recomiendo el video 10 mil millones. Es de antología