Dialogar contra la pared

Dialogar es compartir con una o varias personas, criterios conceptuales o sencillos aunque existan pequeñas o profundas diferencias de interpretación. Es respetar el derecho a la disidencia y a ser escuchado sin ningún tipo de provocación. Tener sentido de que quien está frente a nosotros es un humano con miserias espirituales, política, existenciales, intereses personales, por lo tanto, comete errores y logra aciertos igual como le sucede a cualquiera de esta especie terrenal.

Cuando el diálogo se hace con la verdad sobre la mesa y las cartas desmarcadas, suele suceder que ambas partes avanzan hacia metas comunes, aunque unos se beneficien más que el otro. Dialogar es el arte de saber explicar las ideas y saber escuchar los comentarios positivos o negativos. Es ceder aunque la lengua sufra y la rabia implosione. Es admitir la crítica con humildad franciscana y luego despedirse sin odio ni venganzas en gestación. Es como la relación entre la figura y la sombra. Existen por separado pero depende, invariablemente, uno del otro.

Pero ¿qué sucede cuando la hipocresía, la prepotencia, el desprecio y los compromisos adquiridos con terceros, pesan más que todo lo dicho en los dos párrafos anteriores? Simplemente nunca habrá diálogo y si lo hay, en público o privado, es un diálogo de sordos y mudos con rostro físicamente humano pero actitud falsa. Es un diálogo contra la pared…

¿Puede un condenado hablar con su verdugo? ¿Puede un explotador entender las peticiones sociales y económicas de los explotados ¿ Si la misión de un político de Derecha es defender los intereses de los propietarios de los medios de producción y de la ideología que lo justifica ¿será capaz de admitir en una mesa de diálogo, que sus amos de conciencia y sobrevivencia, deben reducir las brutales ganancias para mejorar la calidad de vida de quienes lo hacen cada vez más rico y que el país logre crecer en todos los niveles sin vender el alma al diablo?.

¿Aceptará el político de Izquierda que sus seguidores dejen de luchar por una sociedad justa, ecológica, humanista, al servicio del ser humano y no de las cosas que lo asfixia y convierte en "cosa"? El cambio de modelo de sociedad tiene variantes igual que la apertura, el medio juego y final de una partida ajedrez, pero al final, la partida se gana con un jaque mate o la derrota evidente del adversario. Asimismo, transformar una sociedad inseminada "genéticamente" por el consumismo desenfrenado, el individualismo como culto, la riqueza fácil como obsesión de vida y la humillante pérdida de la identidad y soberanía, es una tarea titánica pero irreversible.

En Venezuela la convocatoria al diálogo, hecha por el gobierno de turno (desde hace 17 años), en infinidad de ocasiones, es creer que la serpiente venenosa y sus hijos asistan a una fiesta de halcones. Es más que notorio cómo se está desgastando el discurso político en tanto en cuanto la realidad, brutal y desesperante, demuestra que no es tiempo de palabras bienintencionadas ni de diálogos cínicos. Tanto el gobierno y su brazo partidista como la oposición y su amo imperial, subestiman la paciencia y la conciencia de los hombres y mujeres de la clase media, obreros, micro y pequeños empresarios, buhoneros y empleados, religiosos y ateos, campesinos y estudiantes, los que están hartos de "colas" y bachaqueros, de corrupción e ineptitud, de ladrones vestidos de azul y verde como de criminales armados hasta los dientes, de políticos mediocres y tránsfugas como de partidos en proceso de degradación moral e ideológica.

Hay un olor a 27 y 28 de febrero de 1989 como a 4 de Febrero de 1982. De pronto uno especula y cree que un fantasma recorre los pueblos de Venezuela…



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Elmer Niño


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