La tercera versión de la Siembra del Petróleo en la Venezuela petrolera: El proyecto perezjimenista

La política petrolera del general Isaías Medina Angarita significó una enorme derrota para el imperialismo petrolero liderado por las empresas estadounidenses. Con la Reforma Petrolera de 1943, apuntalada por la Ley de Impuesto Sobre la Renta de 1942, Venezuela pasó de tener una soberanía limitada en materia hidrocarburera, a disfrutar de un enorme poder político y jurídico que como espada de Damocles se empinaba sobre las ganancias extraordinarias obtenidas por el cartel petrolero internacional.

La victoria geopolítica petrolera obtenida por el Medinismo no podía tomar carta de ciudadanía fuera de las fronteras del país, pues, de hacerlo perjudicaría de manera letal los intereses imperialistas, específicamente los que venían despuntando en el Cercano Oriente. Contra la Reforma Petrolera medinista el imperio utilizó los arreaos socialdemócratas que se venían incubando en el movimiento popular antigomecista, jefaturados por Rómulo Betancourt. Fue el partido Acción Democrática el que se opuso en el Congreso Nacional al proyecto petrolero del General Medina Angarita. Con esta acción política Betancourt mando un mensaje a los hegemones del imperio, indicándoles que él y su partido eran la alternativa política frente al radicalismo petrolero del Medinismo. El imperio tomó nota del mensaje betancuriano y de seguidas apoyó la alianza político-militar encabezada por la alta dirección de adeista para desalojar al Medinismo del poder.

Una vez liquidado el régimen del general Medina Angarita y concretándose el dominio adeco sobre el aparato del estado, surgieron las diferencia políticas entre los socios que derribaron al Medinismo. La idea de distribuir la renta petrolera beneficiando en parte a las masas desposeídas contemplada en el programa adeista, así como el sectarismo que este partido impuso en su gestión estatal, asustaron a las clases dominantes internas que creyeron estar en presencia de una avanzada del comunismo internacional. Desde el exterior arreció una campaña mediática contra los adecos en el poder que se combinó con la actitud anti adeca de la iglesia venezolana.
La joven oficialidad que había acompañado a Betancourt en su parada contra Medina, venían de formarse en la escuela de Chorrillos en Perú y allí se habían nutrido de un nacionalismo militante, anticomunista y tecnocrático que los legitimaba como los verdaderos administradores eficaces del estado en América Latina. Par estos oficiales los gobiernos deliberativos o democráticos no aseguraban el desarrollo de las fuerzas productivas como si lo podían hacer gobiernos militares autoritarios.

Las diferencias políticas entre adeista y militares se incubaron también en medio del candente inicio de la Guerra Fría. Para los conductores del imperio la única forma de contener la amenaza del comunismo soviético era con gobiernos militares que reprimieran cualquier manifestación política que aupara los intereses de las clases trabajadoras en el continente. La lucha por la democracia burguesa era concebida por el imperio como un gran riesgo, por el que se podían colar propuestas anticapitalistas. En consecuencia, de nada bastaron las declaraciones furiosamente anticomunistas de personajes como Rómulo Betancourt. El capital petrolero independiente y el industrial no pertenecientes a los grandes conglomerados de los países hegemónicos, empujaron duro para sacar a los adecos del poder.

Con este telón de fondo de la Guerra Fría y con la idea de que los militares por tener el poder del plomo y del conocimiento tecnocrático para implementar el desarrollo económico del país, Pérez Jiménez, LLovera Páez y Delgado Chalbaud decidieron darle de baja al recién estrenado gobierno del maestro Rómulo Gallegos el 24 de noviembre de 1948. A partir de esta fecha la siembra del petróleo siguió su curso pero ahora bajo otros lineamientos distintos al proyecto adeista, los cuales podemos sintetizar en lo que sigue:

1.-La clique militarista sustituiría al partido en la repartición de la renta petrolera.
2.-Se reduciría a la mínima expresión el gasto social.
3.-El estado se haría empresario a través de la creación de un agresivo capitalismo de estado.
4.-La infraestructura del país se llevaría una parte gruesa de la renta petrolera.
5.-Se reprimiría fuertemente al sindicalismo populista de raíz adeista-comunista
6.-Se abrieron las puertas a la inmigración sur-europea para mejorar el aspecto racial venezolano e incentivar la formación de hombres de empresa.
7.-A fin de aligerar la transformación geoeconómica del país, se debía impulsar el nacionalismo petrolero para elevar la renta petrolera, abriendo los yacimientos a empresas extranjeras no cartelizadas.
8.-Las decisiones económicas deberían estar en manos de una tecnocracia sólo comprometida con la filosofía del régimen (Nuevo Ideal Nacional) y la eficacia.
9.-Al capital privado interno/externo se le brindarían facilidades como bajos impuestos, financiamiento, sindicalismo patronal-estatal para el desarrollo de la sustitución de importaciones y de la agroindustria.

Con esta propuesta del militarismo venezolano personificado en Marcos Pérez Jiménez, nació lo que en nuestra historia hemos denominado el partido militar; institución que si bien tiene a su cargo en gran medida, la defensa de la soberanía nacional, también en los años que llegan hasta la actualidad, ha demostrado ser un actor económico-político de primera magnitud, a tener en cuenta dentro del cuadro hegemónico de clases sociales dominantes en la extracción y distribución de la renta petrolera. El Perezjimenismo copio en parte la propuesta fisiocratica -maltusiana, sólo que ahora su perfil era eminentemente urbano e industrialista.

La idea uslarista de que el capital natural representado por la renta petrolera debía convertirse en capital social siguió persistiendo en el militarismo Perezjimenista. La concreción histórica de esta idea fue el aluvional crecimiento del país durante la llamada década de la dictadura desarrollista (1948-1958) liderada por el hombre de Michelena. Lo paradójico de este recambio histórico fue que si bien el Perezjimenismo impulsó el nacionalismo rentista-petrolero hasta donde pudo, por otro lado, liquidó las pretensiones nacionalistas del capital nacional al permitir la entrada sin frenos del capital imperialista industrial. Con Pérez Jiménez la burguesía nacional acumuló un inmenso capital pero el vendió su alma al diablo imperial.


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Humberto Trompiz Vallés

Historiador y profesor universitario jubilado, especializado en historia petrolera de Venezuela.

 htrompizvalles@gmail.com      @trompizpetroleo

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