El matrimonio igualitario en tiempos de Revolución

El pueblo de Irlanda, un país ultracatólico, está convocado a referéndum para decidir si se aprueba el matrimonio gay. Las encuestas dicen que ganará el "sí". Si se echa un vistazo por el mundo, se puede observar que la mayoría de los países de cultura occidental, de raíz judeo-cristiana, ya tiene aprobado el reconocimiento del matrimonio gay o una figura jurídica similar que consiste en una unión civil con derechos similares a los del matrimonio heterosexual (heredar, adoptar niños o niñas, etc.).

En Suramérica, Argentina, Brasil y Uruguay han establecido que el matrimonio puede constituirse con dos personas del mismo sexo. Colombia, Chile y Ecuador han previsto legalmente que los homosexuales pueden a unirse civilmente y tener semejantes derechos a los que se encuentren unidos en matrimonio. En la Guayana Francesa existe una figura jurídica según la cual los homosexuales pueden unirse civilmente pero con derechos inferiores a los casados. En el otro extremo, en Guyana ser homosexual es delito con pena de prisión. Mientras que en Bolivia, Paraguay, Perú, Surinam y Venezuela se mantiene un silencio legislativo en la materia.

La época que nos corresponde vivir es la de la ampliación de los derechos de las personas y el reconocimiento de la dignidad de todos y todas. Permanecer inmóviles frente a los derechos de las personas homosexuales es una manifestación de conservadurismo moral que huele a derechismo cuando los países vecinos, de nuestra misma cultura, ya están actuando positivamente en esta materia. Es decir, hoy en día, es de derechas no reconocer legalmente el matrimonio gay. Cualquier argumento moral, religioso o pretendidamente biológico esconde un conservadurismo rancio que tiene tufillo a homofobia. En los programas políticos de los partidos de izquierdas, desde la más revolucionaria hasta la más reformista, se incluye el reconocimiento al matrimonio de las personas del mismo sexo. Por esta razón, se puede observar que los movimientos en favor del matrimonio gay se encuentran siempre al lado de los partidos de la izquierda y, en consecuencia, se enfrentan a los partidos de la derecha.

En un foro sobre este tema, los compañeros revolucionarios del Psuv argumentaban que con la Revolución ya no se persiguen ni se encierran injustificadamente a los homosexuales, y eso ya era un avance innegable en esta materia. Pero faltaría más. Lo mínimo que puede aspirar cualquier persona, sea homosexual o heterosexual o bisexual, etc., es que sean respetados sus derechos a la libertad e integridad personales por parte de los funcionarios y autoridades públicas.

Los homosexuales tienen derechos que se refieren a su integridad y libertad personales, como los tienen también los heterosexuales. Un aplauso, si los homosexuales ya no son encarcelados ni humillados en los recintos policiales. Pero el matrimonio igualitario tiene que ver con el derecho social de los homosexuales a casarse y a obtener los mismos derechos patrimoniales y filiales que tienen las demás personas que viven en nuestro país. Estos derechos son distintos a los derechos a la libertad e integridad personales. Por lo tanto, si se aboga a favor de los derechos de los homosexuales y alguien responde que ahora no matraquean ni humillan a los gay en las calles, se está mezclando derechos civiles con derechos sociales, es decir, peras con manzanas. Los derechos humanos se relacionan entre sí, es cierto, pero no se confunden.

Si parlamentos dominados por la derecha o por partidos de la izquierda reformista han legislado a favor del matrimonio igualitario, ¿por qué un parlamento, como el venezolano, dominado por la izquierda revolucionaria desde 2005 no ha legislado abiertamente sobre el tema? Venezuela siempre se enorgulleció de estar a la vanguardia en el continente en lo que respecta al reconocimiento de nuevos derechos. No podemos quedarnos en la retaguardia en tiempos de Revolución.

rsilvamedina@yahoo.com.ve



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