El Comunismo que es la Revolución misma

Augusto Blanqui (1805-1881). —Uno de los grandes socialistas revolucionarios franceses de mediados del siglo XIX por la firmeza de su pensamiento como por su energía. Sus concepciones revolucionarias acusaban la influencia de Babeuf. Afilióse en los primeros momentos a las organizaciones carbonarias. Después de 1830 combatió encarnizadamente la monarquía. Después de la insurrección de París de 1839 fue condenado a muerte, pena que le fue conmutada por la de prisión a perpetuidad. Liberado por la revolución de febrero, fue de nuevo condenado a diez años por su participación en las jornadas revolucionarias de mayo de 1848. El 14 de agosto de 1870 intentó derribar el gobierno de Napoleón III. Por esta nueva acción revolucionaria fue condenado, una vez más, a cadena perpetua, por lo que no pudo tomar parte en la Comuna de París. Blanqui veía en la dictadura el único medio para poder establecer el régimen socialista.

Blanqui caracteriza las primeras manifestaciones revolucionarias del proletariado cuando tienden a superar las concepciones del socialismo utópico y de la burguesía, aunque en el período de las sectas, Blanqui representa un comunismo revolucionario que se inicia coincidiendo con la aparición del movimiento obrero. La vida de Blanqui es inseparable de todos los movimientos insurreccionales que se produjeron en su época. Pasó más de cuarenta años en la cárcel, por lo que le llamaban l’enfermé, el “encerrado”. Alcanzó todo el período de la Liga de los Justos y de la Primera Internacional y, con él, las primeras etapas del movimiento obrero. Al contrario de los utopistas y reformadores que se apartaban de toda acción política, para Blanqui, la acción política y revolucionaria era lo fundamental.

“El comunismo que es la Revolución misma, debe guardarse de la conducta de la utopía, y nunca debe separarse de la política. No hace mucho tiempo estaba fuera de ella. Hoy se encuentra en medio de ella. Ella no debe ser más servidora. No tiene que agotarla a fin de conservar sus servicios. Le es imposible imponerse brutalmente, sea el día después o el día antes de una victoria. Pretenderlo, sería querer marchar hacia el sol.” (Critique Sociale.)

“Sansimonianos, fourieristas, positivistas, todos han declarado la guerra a la Revolución, a la que acusan de negativismo incorregible. Durante unos treinta años sus prédicas han anunciado al Universo el fin de la era de destrucción y la llegada del período orgánico en la persona de sus respectivos Mesías. Rivales de tienda, las tres sectas se ponían de acuerdo únicamente en sus diatribas contra los revolucionarios, pecadores endurecidos que se negaban a abrir los ojos a la luz nueva y las orejas a la palabra de vida.” (Obra citada.)

Aludiendo a las doctrinas de Saint-Simon y Fourier, enfrentándose con las panaceas que ofrecían los “reformadores” y de los que todo lo confiaban al nuevo mito del cooperativismo, Blanqui decía: “¡Ah! ¡Se pretende emancipar al pueblo, contra la acción gubernamental, con PEQUEÑAS sociedades cooperativas! ¡Quimera! ¡Traición, quizás! El pueblo no puede salir de la esclavitud más que por el impulso de la Gran sociedad, del Estado, y bien audaz quien sostuviera lo contrario. Pues el Estado no tiene otra misión legítima.”

Blanqui era la figura de un revolucionario vinculado y confundido con el proletariado, pero olvidando las razones económicas que determinaban sus condiciones sociales. Esa era, tal vez, una de las fallas fundamentales de su doctrina. Analizando la obra de Blanqui, cobra toda su importancia la definición de Lenin de que “sin teoría no hay revolución”.

La vida de este gran revolucionario se consumió entre la conspiración y la cárcel. En el proceso de 1836 mantiene con el presidente del Tribunal un magnífico diálogo que retrata su personalidad. El presidente, haciéndole el interrogatorio de rigor, le preguntaba cuál era su profesión; Blanqui le respondió; “Proletario”. El presidente le aclara que ésa no es una profesión. Entonces Blanqui le replica: “¿Cómo que no es una profesión? Es la profesión de treinta millones de franceses que viven de su trabajo y que están privados de sus derechos políticos…” El presidente cierra el diálogo volviéndose al secretario que levantaba el acta y le dice: “Bien. Escriba que el acusado es proletario.” Y, en efecto, Blanqui era y representaba el espíritu ardiente y revolucionario del proletario que empezaba a despertar su conciencia de clase. Con Blanqui se termina un período de socialistas y comunistas franceses cuya obra preparó la de Marx y Engels, los que superando las utopías, empezaron por analizar los fundamentos económicos de la sociedad burguesa para poner en un primer plano la teoría de la lucha de clases como factor determinante del desarrollo de la sociedad “porque la historia de las sociedades hasta nuestros días es la historia de la lucha de clases”.

—El blanquismo —dice Lenin— espera la liberación de la Humanidad de la esclavitud asalariada, no mediante la lucha de clases del proletariado, sino mediante la cooperación de una pequeña minoría de intelectuales…

En el período de 1847-1850, Proudhon silencia la obra de Marx igual que ignoraba las corrientes filosóficas que se desarrollaban en Alemania y que tenían en Hegel y Feuerbach sus principales exponentes. Cuando le hablan por primera vez de ellos, manifiesta su sorpresa y, al mismo tiempo, su interés. Por el contrario, Marx había formado parte del grupo de jóvenes que integraban la llamada “izquierda  hegeliana”, recogiendo de Hegel y de Feuerbach aquella parte positiva de su filosofía como contribución para la elaboración de su nueva teoría del materialismo y de la lucha de clases. Proudhon escribe en 1846 su obra Contradicciones económicas o filosofía de la miseria, profusamente difundida como una gran obra.  En España inmediatamente fue dada a conocer. Marx escribe en 1846-1847 su Miseria de la filosofía, como réplica al estudio de Proudhon y a sus falsas concepciones. En todas las bibliotecas de los centros obreros de España, anarquistas o socialistas, podía encontrarse la obra de Proudhon, pero no la de Marx. A principios de 1848 aparece el trascendental Manifiesto del Partido Comunista, el genial documento de Marx y Engels, pero no es vertido al español hasta 1872, es decir, veinticuatro años después de su publicación, gracias a una traducción de José Mesa insertada como folletón en el semanario La Emancipación.

El atraso de la divulgación de las teorías marxistas en España, la pobreza ideológica de lo que pudiéramos considerar como corriente del socialismo que, más tarde, forma el Partido Socialista, (socialismo-imperialista) pobreza que se manifiesta a través de toda su historia, es entre otras la causa del desarrollo del anarquismo y de que éste alcanzara influencia y, en ciertos medios, un predominio, en el seno del movimiento obrero español.


¡Gringos Go Home! ¡Pa’fuera tús sucias pezuñas asesinas de la América de Bolívar, de Martí, de Fidel y de Chávez!

¡Chávez Vive, la Lucha sigue!

¡Independencia y Patria Socialista!

¡Viviremos y Venceremos!



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Manuel Taibo


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