Ponencia para el foro realizado el 12 de Agosto de 2004 en el auditorio de la Biblioteca Nacional

Trascendencia de las Artes en el Proceso Cultural Bolivariano

“Trascendencia de las Artes en el Proceso Cultural Bolivariano"

(Ponencia para el foro realizado el 12 de Agosto de 2004 en el auditorio de la Biblioteca Nacional)

“El artista no es una clase especial de hombre; el hombre es una clase especial de artista”.

Esta frase de Herberd Reed, autor de “Educación por el arte” resume nuestra postura sobre el tema que hoy nos convoca.

Estamos convencidos que este es el siglo del arte; es decir el de los creadores (es decir de todos nosotros) para los cuales su quehacer, cualquiera que este sea , es un acto de entrega a los demás, y a la vez un ritual de agradecimiento a quienes desde el remoto pasado, han ido tejiendo la cultura de la que ese quehacer es expresión.

Para los alquimistas el “ars magna”, es decir : el arte máximo, se consumaba cuando la materia se transmutaba en la piedra filosofal, que más que ser la misteriosa materia que transformaba en oro lo que tocaba - algo que  el espíritu mercantilista  gusta propalar-  es sobre todo, una metáfora referida a la transmutación espiritual del mismo artista -alquimista.

Del nigredo, esto es: de la materia prima tosca, sin elaborar, es decir: de lo que somos aquí y ahora, el arte de la alquimia o la alquimia del arte, nos permite acceder a estadios más amplios de conciencia y  lucidez.

Ese es el  tipo de arte que este nuevo siglo convoca, y sin el cual este proceso revolucionario no podría evolucionar más allá de reformas coyunturales y cosméticas.

Es el arte como modo hacer alma.

Un ritual de comunión con el otro, con  la sociedad, con  el cosmos.

Dicho esto, la pregunta es: ¿cómo hacerlo?

Imposible contestarla con precisión. Lo que sí puede afirmarse es que la primera tarea ha de ser la demolición del andamiaje conceptual que ha venido sosteniendo hasta ahora , la mitología de que existe un puñado de seres especiales ,llamados artistas, situados más allá de las miserias humanas, y merecedoras  de privilegios  negados al resto de los mortales.

Ficción interesada y peligrosa  ,que han terminado por creerse no pocos talentosos artistas ,los que  luego del halago y el aprovechamiento por parte del poder político y económico que los han utilizado para sus fines, terminan , en unos casos en la miseria y el abandono, y en otros, en una indigna servidumbre.

Si sostenemos en cambio, como Reed, que toda criatura humana es una clase especial de artista, estaremos en condiciones de asumir el poder y la responsabilidad que ello supone y de protagonizar sin exclusiones; en pié de igualdad; la construcción de una nueva sociedad, que tal como proclamaba Simón Rodríguez, nos necesita en cuanto creadores y no repetidores acríticos de fórmulas  ajenas.  

Solo asumiendo que todos somos dueños de la capacidad creativa necesaria para hacer de la construcción de comunidad, una obra de arte, es decir: reconociéndonos como artistas, estaremos a la altura de los desafíos planteados.

La cultura es una construcción colectiva que es la suma del talento del dramaturgo, del músico, del arquitecto o del actor, tanto como del  científico o  quien agrega  un nuevo plato a la cocina autóctona. 

Por otra parte ¿Qué sería de la obra del teórico social por ejemplo, si no hubiera existido aquél  voraz lector que se comprometió a hacer realidad sus planteamientos de justicia y redención colectiva? ¿Y qué hubiera ocurrido sin la visión estratégica y el talento táctico de quién, con un profundo conocimiento de la cultura a la cual pertenece, sabe aprovechar -e incluso crear- las condiciones necesarias para ello?

La visión restringida  e interesada que sobre el ser humano tiene la cultura de la dominación - que es la que aún padecemos y de la cual es menester liberarnos -proclama un hombre unidimensional y un pensamiento único.

Nuestra visión revolucionaria por el contrario, postula su multidimensionalidad. Proclama la transdisciplinariedad contra la hiperespecialización de los saberes; la eliminación del excluyente “Zapatero a tus Zapatos” para, por el contrario, ponernos en los zapatos del otro, entenderlo y a la vez entendernos.

Ya hemos padecido lo peligroso que es dejar el petróleo en manos de la “Gente del Petróleo”;  tan malo como haber dejado  la cultura en manos del llamado "Sector Cultural".  Es hora de que el arte y la ciencia, salgan de la órbita de las élites - aunque estas se autotitulen de “nuevas élites” como quiere el camaleonismo cuartorrepublicano con discurso bolivariano.

El pueblo está demostrando a las claras poseer una cultura en todas sus dimensiones , más allá de la que algunos “operadores culturales” están en capacidad de asumir y mucho menos conducir -pretensión esta que demuestra su falta de conexión con el rumbo del proceso.

Todavía aprisionados en el concepto de las Bellas Artes  y en la cultura que desde las alturas del poder político y económico, se derrama sobre una masa ansiosa de poseerla, ciertos “especialistas en la materia” se han auto-otorgado el rol de diseñadores de las Políticas Culturales del Estado.

Es así como desde antes de que se iniciara este proceso, hasta el día de hoy, se ha venido construyendo el cuerpo de leyes de la cultura cuya mayor expresión es la Ley Orgánica de la Cultura que espera su sanción.

Una ley que sirvió entre otras cosas como “Caballo de Troya” de la Ley de Mecenazgo, redactada a la medida de las élites económicas para controlar el lucrativo mercado del Arte. Una ley redactada por Enrique Meyer, el mismo cuyo bufete inició la demanda contra el presidente Chávez por crímenes de lesa humanidad y que se escapó de su propio foro en el Instituto Armando Reverón – “salgo a hacer una llamada”, dijo-cuando observó que la audiencia era demasiado inquisitiva.

Otro tanto sucede con una Ley de Cine que más parece diseñada por las transnacionales cinematográficas norteamericanas que por cineastas preocupados por la soberanía de la imagen; y ¡ojo! , está en espera de su sanción definitiva.

El artículo 59 de la ley de derechos de Autor -aún en vigencia aunque es inconstitucional a la luz de nuestra carta magna Bolivariana- reza que, “salvo pacto en contrario toda obra realizada por encargo o en relación laboral, es del patrono o quién la encarga” consagrando así el despojo mondo y lirondo de la obra artística, literaria o científica en  su propio origen y fuente, sus creadores.

Si observamos que las demás leyes de la cultura: Ley de defensa y Protección del Patrimonio Cultural, Ley Fomento y Protección al Desarrollo Artesanal, Ley Orgánica de Ciencia, Tecnología e Innovación, reconocen- al igual que las demás- la vigencia de la actual Ley de Derechos de Autor, vemos que se persigue el despojo del mayor capital de una sociedad que es su producción intelectual, esto es , su cultura. Detrás de esto está la mano de las Industrias Culturales Corporativas Transnacionales y sus socios locales.

Queda claro que esta revolución, que es primordialmente cultural, no puede profundizarse, hipotecando el patrimonio más estratégico que cualquier sociedad posee, su conocimiento acumulado.

Es necesario pues, revertir esta situación.

Pero esto no se va a lograr si legislativamente seguimos durmiendo con el enemigo.

Ahí está el ejemplo de la Ley de Hacienda Estadal, que gracias a la denuncia de Luis Brito García logró echarse atrás: una ley que permitía la privatización de agua y subsuelo por cualquier autoridad local.

Por todo lo dicho y con la sola autoridad de ser una persona y por lo tanto, “una clase especial de artista”, llamo a la conformación de Consejos Locales de Planificación Pública para  formar parte de una Constituyente de la Cultura, a fin de diseñar los instrumentos y mecanismos para que los poderes creadores del pueblo sirvan de motor y brújula a esto que aquí hemos convenido en  llamar, Proceso Cultural Bolivariano.    

 Alberto Monteagudo

 Cineasta; Artista Plástico

Profesor de Comunicación gráfica.



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Alberto Monteagudo

Cineasta. Artista Plástico. Profesor de Comunicación Gráfica


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