Estrellas en nuestra bandera

Culminada la presente temporada de béisbol, decimos como fanático de las Águilas del Zulia y después magallenero adoptado circunstancialmente y resignado “la derrota hay que asumirla y la victoria compartirla”. Es bien difícil, pero así es el juego y ahora todo somos Venezuela en la Serie del Caribe. Ojalá así fuera la dinámica política de nuestra patria, pero lamentablemente las cabezas calientes visibles de la oposición, que han perdido su espacio en buena lid, no terminan de aceptar esta reiterada realidad. “Vamos por la cabeza de Chávez y sus acólitos”, “destruyamos este régimen perverso”, “las misiones son buenas, pero en nuestras manos” y como hijos de Superman gritan a coro destemplado “a luchar por la justicia”. Consignas van y vienen en oleadas a través de las inquinas crónicas de los desacreditados medios de comunicación privados. Si, privados, pero privados de la mas absoluta objetividad y como actores políticos, han asumido su rol en la bufa telenovela diaria,
matizada con diálogos de un libreto que ya sabemos lo predecible y nefasto del final que le quieren dar.

Curas, empresarios, policías, intelectuales, militares, abogados, familias de rancio abolengo y hasta vaqueros, conforman la variopinta semblanza del reparto de esta tragicomedia que viven su estilizada realidad y no permiten, ni permitirán que las “hordas” revolucionarias se entremezclen con ellos. Pero estos privilegiados no terminan de aceptar, que del lado de este proceso de cambio indetenible también existen curas, empresarios, policías, intelectuales, militares, abogados, familias de gran arraigo nacionalista y en vez de un vaquero o “cowboy”, tenemos un llanero que se ha embraguetado e identificado con la realidad de las mayorías.

Da risa ver la crítica que hacen, cuando se plantea el anexar de manera sustentada una nueva estrella al tricolor nacional, viendo con estupor como en la marcha convocada por la oposición, compatriotas nuestros (lo serán) blandían y flameaban con cara de sobrados, nuestra bandera tricolor y encima de esta, las barras y estrellas gringas. Para ellos la superioridad del gigantón norteño pasa por arriba de nuestra identidad y dignidad nacional y no les importa que las estrellas gringas se escurran babosamente sobre el lienzo de nuestro pabellón patrio. A la par, el embajador gringo Bonwfield se pasea de manera notoria (medios de comunicación en mano) por los hospitales, por las escuelas, por las universidades hasta en los juegos de béisbol (donde los comentaristas les cuesta decir: Himno Nacional de la República Bolivariana de Venezuela) como si fuera otro candidato mas aspirante a cargo público, “dando consejos y opiniones” de cómo hacer las cosas en nuestro país. Y esto se está dando en varios países de Latinoamérica. ¿Será que en su país permitirán a nuestro embajador inmiscuirse en sus asuntos internos?

Se avecinan tiempos calenturientos, promovidos desde el norte y con discípulos bien aventajados aquí en el sur. Debemos protegernos. Los ataques no se quedaran en meras alusiones verbales, hay actividad solapada con viejos y nuevos agentes perturbadores. El 2006 es el año clave del resto de nuestra actual vida republicana, progresista y revolucionaria. No queda otra que defendernos y atacar cualquier factor interno y externo que en alianzas contranatura quieran consolidar el imperio del desconcierto y revertir de manera violenta el proceso iniciado, mantenido y esperanzador que actualmente tratamos de consolidar. De nosotros depende y somos mas de diez millones.


Ingº Carlos J. Contreras C.
C.I.V-8.013.678
Correo electrónico: cajucont@yahoo.com.mx


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Carlos J. Contreras C.


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