Cuando decimos patria

Corría el año 1784 cuando el coronel Miranda, acusado bajo los falsos cargos de contrabando y espionaje que le habían obligado a desertar del ejército español; recorría la recién fundada nación estadounidense. Estudiaba a la recién nacida República, visitando los campos donde se habían librado las principales batallas por la independencia en la que él mismo había intervenido tres años antes, obteniendo una destacada participación en la batalla de Pensacola. Es en este país donde Miranda esboza por primera vez un proyecto de liberación de la América Meridional y comienza a referir su determinación de emprender una revolución para lograrlo.

Escribiría el gran prócer, profeta de la Patria Grande, en su “Colombeia”: “Tendremos una Patria que aprecie y recompense nuestros servicios. !Una Patria! !Ah!, esta voz no será más una voz sin significado en nuestra lengua. Ella animará nuestros corazones de  aquel entusiasmo divino con que animó tantos pueblos célebres antiguos y modernos. Por ella el vivir es agradable y el morir glorioso”.

Es Miranda quien esboza por primera vez el ideal de una gran nación suramericana. Veintidós años después de concebir aquel sueño y luego de una expedición que le llevó seis meses a bordo del Leander, el General Miranda comandando nuestro primer ejército libertador, llegó a la Vela de Coro y al pisar tierra firme arreó la bandera imperial e izó en el mismo lugar la primera bandera de su Patria Grande, un territorio que abarcaba el continente desde México hasta Argentina, al que llamó “Colombia”.

Al respecto diría Hugo Chávez doscientos años después: “En el buque Leander no nació el Mariscal Miranda, ya existía; no nació el revolucionario, ya lo era; pero sí nació el primer suramericano libre, el primer gran líder de la Revolución suramericana”.

El primer suramericano que, desafiando a un imperio declaró libre esta tierra, no solamente nos legó una bandera como símbolo de identidad, sino dejó marcada su estela libertadora en quienes después de él hasta nuestros días continuamos desafiando al imperialismo y construyendo su anhelada patria.

La bandera traída por Miranda es enarbolada por Simón Bolívar en todos los campos de batalla que lo llevaron a ser El Libertador de medio continente. Y con el mismo nombre de Colombia (la grande) logra consolidar parte del sueño mirandino. En carta dirigida a Henry Cullen en 1815, más conocida como “Carta de Jamaica”, refiere cómo estas tierras se encuentran sumidas en la indigencia por tiranos que oprimen “a tristes restos escapados de la muerte” donde “los hombres han perecido por no ser esclavos, y los que viven combaten con furor en los campos y en los pueblos…”. Afirma el Libertador en la misiva “Yo deseo más que otro alguno, ver formar en América la más grande nación del mundo, menos por su extensión y riquezas que por su libertad y gloria”. Obra que sólo por medio de la unión sería posible; una unión que en la visión de Bolívar, al igual que en Miranda, abarcaba todo el continente Sur.

Del ideal mirandino de Patria Grande, Bolívar, enfrentando las oligarquías internas y el imperialismo externo, nos legó la Independencia de nuestras naciones. En el preludio a su obra “El general en su laberinto, García Márquez relata que Bolívar “había arrebatado al imperio español un imperio cinco veces más vasto que Europa, había dirigido veinte años de guerras para mantenerlo libre y unido, y lo había gobernado con pulso firme (…) pero a la hora de irse no se llevaba ni siquiera el consuelo de que se lo creyeran.”

En su última proclama del 10 de diciembre de 1830 diría el LIbertador: “No aspiro a otra gloria que a la consolidación de Colombia. Todos debéis trabajar por el bien inestimable de la Unión: los pueblos obedeciendo al actual gobierno para libertarse de la anarquía; los ministros del santuario dirigiendo sus oraciones al cielo; y los militares empleando su espada en defender las garantías sociales (…) Mis últimos votos son por la felicidad de la patria…”

Aquel sueño que comenzó con Miranda y continuó con Bolívar, lo enarbola como bandera Hugo Chávez, y con él su pueblo, inspirado en la proeza de sus libertadores que nadie como él rescató del olvido de casi dos siglos. Chávez consolida una integración latinoamericana y caribeña fundamentada en la solidaridad y el respeto de la soberanía de nuestros pueblos. El legado integracionista de este gran Libertador del siglo XXI se materializa en alianzas como el Alba, Petrocaribe, la Celac y Unasur;  que son reconocidas hoy en el mundo entero como una alternativa en contra del neoliberalismo hegemónico y depredador.

Siguiendo el ideal bolivariano de Patria Grande, nuestros “estados desunidos del sur”, gracias a Chávez han comenzado a unirse de distintas maneras.

En 1999, comenzando su mandato Chávez prometió devolvernos la Patria. 14 años después se despide de su pueblo diciendo: “…hoy tenemos Patria, que nadie se equivoque. Hoy tenemos Pueblo, que nadie se equivoque. Hoy tenemos la Patria más viva que nunca, ardiendo en llama sagrada, en fuego sagrado.”

Cuando decimos Patria, evocamos la estela dibujada por Miranda, quien nos legó el sueño de la Patria Grande y con su actuación el 5 de julio de 1811 declaró la libertad de la Patria Chica. Cuando decimos Patria, evocamos a Bolívar, quien consolidó la libertad de la Patria Chica y junto a Sucre y San Martín la Independencia de la Patria Grande.

Finalmente, hoy, cuando decimos Patria, evocamos a Chávez, que siguiendo el camino de Miranda y de Bolívar, nos acercó mucho más al sueño de la Patria Grande y nos devolvió para siempre la Patria Chica

Por eso decimos de manera consciente e inequívoca: ¡Hoy tenemos Patria!

 

 



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Catherine García Bazó


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