La sobrepoblacion y la paz mundial

El pasado lunes 19 se superó, con pocos despliegues informativos, la barrera de los 6 mil quinientos millones de habitantes del planeta. Un hecho que remarca la tendencia hacia el crecimiento exponencial de la población humana en un planeta con recursos limitados. Es una progresión que acelerará la ruptura de los delicados balances ecológicos que estabilizan, haciendo más o menos previsible, el comportamiento de la tierra, hoy más fortuito que nunca. Sin contabilizar el incremento de los fenómenos telúricos, con sus consecuentes desastres que llamamos naturales, una variable que se incrementará será la frecuencia e intensidad de la violencia política. Desde que el sociólogo francés Gaston Bouthoul iniciase el estudio de la polemología, como disciplina que analiza el conflicto humano, se ha establecido una relación estadística entre el crecimiento poblacional y la existencia de la guerra. Lo que coloca este fenómeno social como una consecuencia más de los desequilibrios sistémicos de la tierra, y no como un problema moral –metafísico- de los hombres, individual y colectivamente considerados. Y en ese contexto, él aparece como un mecanismo homeostático, junto con los desastres naturales y las enfermedades, para ajustar el conjunto a las condiciones existentes. Por ello es posible afirmar, que la paz, como condición material, necesaria y suficiente para lograr el ascenso humano, es una utopía en un ambiente de continuo crecimiento de la población humana del planeta.

En ese contexto la búsqueda de la paz no es materia únicamente de la eliminación de la “injusticia” en las relaciones entre los seres humanos y los colectivos que ellos forman. Tal inequidad estará siempre presente en un ambiente social en el cual, así se aumenten las capacidades productivas también de manera exponencial, nunca coparan una demanda creciente originada en las necesidades creadas por los desarrollos científicos y tecnológicos que marcan la diferencia entre el progreso cultural y la vida natural. Esa paz es alcanzable, entre otros medios, con políticas demográficas que racionalicen la reproducción humana. Unas formas de comportamiento basadas en el “saber válido”. Esa es la proposición socialista, esencialmente materialista, rechazada por las visiones idealistas, que envuelven aspiraciones de dominación de naturaleza depredadora. Sin obtener resultados en ese ámbito es imposible sustituir la economía de mercado, con su contenido darviniano, por la economía del valor democráticamente planificada en una sociedad culturalmente avanzada. En el contexto actual, sin una natalidad controlada, se mantendrá esa categoría de humanoides residuales, como reservas potenciales de mano de obra alienada, o “carne de cañón” para mantener una expansión del capital, fundada, no en la producción de bienes de consumo, sino en la de productos destructivos que aseguren el adelanto de los llamados pueblos desarrollados del planeta.


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Alberto Müller Rojas


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