Los elementos subversivos salidos de la historia

Tras la abolición de la servidumbre por el Zar Alejandro II, a finales del siglo XIX, se liberaron un aproximado de veintidós millones y medio de siervos esclavos en la Rusia zarista, estableciéndose a posteriori, este campesinado, como la clase social emergente que enfrentaría el nuevo sistema de producción adoptado por el estado ruso latifundista: el nuevo orden burgués capitalista.

En 1906, Piotr Stolypin, primer ministro ruso del Zar, aprueba la reforma “anti-servil” con la intención de controlar este nuevo grupo de campesinos “promovidos” que apoyarían su gobierno por tan magnánima decisión. En 1912, ya era costumbre por parte del estado zarista, entregarles a los granjeros rusos hasta 32 hectáreas por cada varón de la familia; medida usada para delimitar la clase media insurgente con los verdaderos campesinos adinerados tradicionales. Estos llegaron a conformar casi el 16% del campesinado emergente y causó distintas divisiones sociales en torno a la cantidad de tierras poseídas, los cuales se dividían y denominaban entre ellos de la siguiente manera: los bednyáks los más pobres; los serednyáks: la clase media; y kuláks: los granjeros ricos. Además, estaban los batráks, que eran los agricultores sin tierra: los verdaderamente pobres que pasaron a ser la mano de obra contratada de los nuevos agricultores capitalistas, bajo el gobierno zarista, que ofrecían trabajo a cambio de techo y comida, como era la costumbre entre los latifundistas serviles de la época de la corona zarista.

Tras la Guerra Civil Rusa de 1917, los bolcheviques expropiaron las tierras de la nobleza y también la de los terratenientes kuláks, estatizándola y pasándola al control del estado, para después promover un reparto de tierras entre la mayoría de los agricultores llamado “La Colectivización”, certificando la propiedad de las mismas a estos nuevos dueños que pasaron, contradictoriamente, a sumarse a la nueva clase capitalista campesina. Con el tiempo, algunos cuantos consiguieron prosperar. Estos pequeños propietarios de tierras vivieron bastante acomodados, llegando a conformar hasta el 7% de la población soviética.
Los nuevos campesinos, propietarios de tierras que prosperaban mediante medios capitalistas, fueron considerados por los bolcheviques como una burguesía agraria emergente que explotaban a los batráks, que era la gran mayoría, impidiendo su desarrollo al no ofrecerles condiciones para que progresaran y obtuvieran cierta independencia a futuro. Adicionalmente, arengados por los terratenientes escuálidos kuláks, agudizaron el clima de rechazo que manifestaron en contra de esta llamada “colectivización de las tierras”, por parte del gobierno bolchevique, y que atentaba en contra de esta nueva burguesía creciente a la sombra del nuevo capitalismo en 1929. Esta clase agricultora se mostró contraria a la colectivización, la cual promovió y financió movimientos anti-soviéticos que, unidos al creciente sentimiento nacionalista en Ucrania, se convirtieron en un verdadero peligro político para el estado soviético, provocando manifestaciones violentas, llegando a rayar en el completo caos social.

Se inició un enfrentamiento, en entre las fuerzas del Estado y los campesinos capitalistas insurgentes escuálidos (kuláks), agudizados por las medidas tomadas en apoyo a los procesos de inmigración a las ciudades que estaban ocurriendo por los planes de industrialización del estado bolchevique. Especialmente, esto se dirigió contra este segmento del campesinado en Ucrania, el más reaccionario. Allí eran más numerosos los cristianos católicos de rito oriental, llamados “uniatas”, tradicionalmente enfrentados a Moscú y uno de los últimos territorios donde se aplicó la colectivización de tierras. Siendo acusados por las autoridades soviéticas de retención ilegal y especulación con los alimentos (creado artificialmente por el acaparamiento), este reducto fue objeto, durante el mandato de Stalin, de severas medidas de control estatal y requisas que desembocaron en revueltas violentas (guarimbas) que tuvieron que ser sofocadas militarmente y cuyos involucrados terminarían deportados a campos de detención instalados dentro de las propias fronteras de Ucrania. La fuga masiva a las ciudades de los pobladores que no eran agricultores en busca de empleos en las industrias agravó la situación, puesto que las ciudades se encontraban imposibilitadas para alimentar a tanta gente, lo que llevó a una situación generalizada de “hambruna”. En los momentos más crudos de esta hambruna, llegaron a morir miles de personas al día en Ucrania, y aunque en las actas de defunción solo aparecen 144.000 personas con inanición como causa de muerte, se calcula que el recuento final se situó en los cuatro millones 600 mil personas fallecidas de acuerdo al estudio de realizado por Stanislav Kulchytsky a finales de la era Soviética de los ‘90.

La derecha campesina capitalista, que eran uno de los grandes productores de granos de la gran Rusia, acusaron a la "deskulakización" y la “colectivización agraria”, como los grandes culpables de la hambruna y la desarticulación social, cuando, en realidad, fueron los mismos productores, llevados por sus ideales radicales de empoderamiento político a una de las masacres sistemáticas de la población más grandes en manos del capitalismo del siglo XIX que acabaron con la producción en los campos ucranianos. La muerte sistemática de las bestias de carga, caballos, mulas y bueyes en tierras de los kulaks, el acaparamiento inhumano de granos, la quema de mataderos, máquinas despostadoras, vehículos de carga, tractores, silos, etc., fueron evidencias de la magnitud de la violencia utilizada por la burguesía ucraniana que prefería “acabar con todo antes de entregarlo a los plebeyos rusos bolcheviques…”, dicho de esta manera en expresiones recabadas en panfletos y discursos.

Cualquier similitud con el escenario político actual, tanto en Ucrania, Polonia, la ex Yugoslavia, Albania, Kosovo, Serbia, Georgia, Bosnia-Herzegovina, Eslovenia, Nagorno-Karabaj, Abjasia, Osetia del Sur, Transnistria, así como ahora en el venezolano, ecuatoriano y boliviano es pura casualidad. Desde el siglo XIX saben cómo actuar y promueven sistemáticamente movimientos anti-socialistas separatistas, juventudes radicales violentas y escenarios de desestabilización social en general (desabastecimiento), todavía alimentándose políticamente de estas doctrinas probadas en su efectividad históricamente para poder alcanzar los recursos naturales de esas vastas zonas; promover economías pro capitalistas, donde se enquisten las tradicionales burguesías protegidas por el terror social y actúe impunemente la acumulación del capital: última tarea del mercado. Como decía el camarada Marx acerca de la clase dominante y sus intereses:

“Toda clase dominante se ve obligada, para conseguir sus objetivos, a presentar sus intereses como el interés común de toda la sociedad; esto es: a dar a sus ideas la forma de la generalidad, a presentarlas como las únicas razonables, las únicas válidas de modo general…” – La Ideología Alemana, Marx y Engels, Bruselas, 1846.

El mismo escenario de desestabilización social, sin importar las consecuencias que tengan en la sociedad total, son utilizadas por elementos subversivos salidos de la más rancia anarquía pequeño burguesa, como es el caso de los nuevos líderes de la violencia venezolana: Leopoldo López y María Corina Machado, los cuales en su necesidad de probar que son “utilizables por el capital extranjero imperialista” monopolizan, junto a la USAID/OTI con la ayuda de la mediática liberal, técnicas históricas acogidas en matrices de opinión falsas que introducen la anarquía pragmática como herramienta a fin a sus intereses, la violencia como bandera de lucha, anticapitalistas en su génesis por traición a la producción que es el único vehículo de la acumulación neoliberal, absurdas en nuestros procesos de relacionamiento social, insostenibles en procesos de acumulación de capital nacional al responder intereses foráneos, traidores de la concepción de país independiente en su toma de decisiones, e inviables en escenarios de paz social como los planteados por el Gobierno Revolucionario del Presidente Nicolás Maduro, en nuestra Venezuela de progreso post Chávez, camino hacia el socialismo verdaderamente pacífico del siglo XXI.


acorao@yahoo.com


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