Binóculo No. 122

Alexis Vive y el comandante Jacinto

Conocí a Jacinto en la batalla diaria de la lucha social que en esencia es la tarea revolucionaria. El disfrute de un cigarro, no le detenía en su jornada. Siempre lo mantenía entre los labios, mientras la actividad era permanente. Digamos que era proverbial su parquedad, o como suelen decir en el campo hombre de pocas palabras. Sin embargo, Jacinto siempre tuvo una mirada llena de afecto y de solidaridad. Nunca lo vi de mal humor, salvo que estuviera presto a la defensa de algún camarada, o a la protección de las mujeres revolucionarias que mantienen la actividad diaria allá en la Comuna El Panal 2021. Entonces hablaba con la autoridad que le era característica para poner en jaque a los malandros que a veces se pasan de la raya. Es parte de la lucha, Olmos me dijo en alguna oportunidad.

Había llegado de Gochilandia, como solemos burlarnos los centrales de los nativos de esa región. De su natal Trujillo traía la reciedumbre del niño obligado a ser hombre en las duras jornadas del campo, de la ausencia del cariño, de la adustez obligada donde la pobreza da poco tiempo para esas cosas: poca comida, muchos hermanos, cuentas que pagar, ropa para vestirse, no mucho estudio, a lo sumo tercer año. Y cuando falta el padre, el problema se complica más. Dentro de todos esos bemoles, está la solidaridad, la hermandad y el aprendizaje de actuar en colectivo. Tal vez por eso cuando escuchó y vio actuar a un colectivo, el Alexis Vive, descubrió que era como su familia, donde a pesar de las limitaciones se querían como hermanos. Allí llegó, entre las comunidades de Ricardo Urriera, en la populosa parroquia de Miguel Peña en Valencia, con todos sus bienes acumulados en sus 25 años de existencia: un cepillo de dientes, dos camisas y un morral lleno de sol, en busca de los sueños que se acumularon en Trujillo, los que nunca pudo realizar. Esta lucha es para siempre Olmos, pero vale pena porque vamos a salvar a los carajitos. Yo no quiero nada para mí, pero si hacemos la revolución, entonces me lo habrán dado todo, me dijo alguna vez en las pocas conversaciones que tuvimos, cuando la tarea permitía el respiro, o cuando las actividades de la comuna lo dejaban fumar un ratico.

Digamos que sabía de todo en las tareas cotidianas, como es obligación de todo militante de Alexis Vive y debería serlo de todo revolucionario. Por un tiempo cubrió las labores agrícolas en Radio Arsenal, espacio donde no solamente se habla por radio, sino que se cultivan hortalizas y se venden a precios solidarios a la comunidad; pero también era pintor, soldador, organizador de espacio, acomodador de cosas, chofer e indetenible realizador de tareas. Cualesquiera que fueran. Ayudar a una comunidad distante a abrir un paso, allí estaba Alexis Vive, con Jacinto de primero, hay que auxiliar a los camaradas de las comunas en Caracas, Anzoátegui o Táchira, allí estaba Jacinto, cargar las sillas para el festival de no sé qué, era Jacinto el primero, volar papagallo con los niños, quién dijo que Jacinto no sabía. Por eso tantos niños estuvieron en el velorio, por eso tantos niños fueron al entierro. Los niños de Jacinto, los muchos a los que Jacinto les hablaba, los orientaba, los conducía, los entretenía. Jugar con los niños, allí estaban todos, incluyendo a Jacinto, el más grande de los niños, el militante que girando la rueda, copiando la sonrisa sin dientes de los párvulos, evocaba los momentos difíciles de su niñez.

Jacinto fue ascendido post morten a Comandante. No al comandante que portaba un fusil para quitar una vida, sino al comandante cuyos galones fueron ganados al calor de la batalla de todos los días. De ser el primero en estar cuando el camión con el azúcar llegaba y donde todos dejábamos las tareas para ir a descargarlo. En la plataforma estaba él, poniendo saco por saco en los hombros de cada uno de los camaradas. Fue comandante porque nunca dijo no a una tarea, fue comandante porque nunca vio horario cuando de hacer las cosas por el pueblo se trataba, fue comandante porque se ganó el respeto de sus camaradas del colectivo en el que militaba, de sus camaradas que hicieron tareas en conjunto y de la gente del pueblo que lo quería y lo admiraba.

Me mataron a mi muchacho fue la frase más desgarradora que escuché en esos duros momentos en que le rendían honores al camarada, allí en el féretro. La dijo Ofmán Bolívar, uno de los voceros de ese colectivo. También la pudo haber dicho Alejandra o Andrea, o Carlitos, o Chávez o Yofree, o tantos otros, todos de su misma edad pero con el mismo dolor y la misma impotencia: o yo, mayor que todos, o Elvis su madre protectora, o los camaradas de otros colectivos, de otras comunas, de otras latitudes, de otros limbos, de otras revoluciones.

Justo cuando se cumplió un mes del inicio de la barbarie, cuando los skynet se apoderaron de los humanos, cuando los terroristas destruyeron todo a su paso, Jacinto recibió dos disparos, dos balas, dos tragedias. Una hirió al militante de siempre, de la vida y de los niños, del azúcar que empacaba, del fumador pensativo; otra mató al comandante que fue, al hombre que nos arrebata el enemigo, el indispensable siempre como decía Brecht, el que nunca olvidaremos. Siete días antes llorábamos el cumplimiento de un año de la partida de Hugo, muerte de la que nunca nos repondremos.

Jacinto es la síntesis de cualquier camarada, el perfectamente imperfecto comandante que una vez dijo: No quiero nada para mí, pero si hacemos la revolución, me lo habrán dado todo.

Caminito de hormigas

La desesperación es mala consejera. Aunque llegó parte del dinero para financiar a las guarimbas, los terroristas no las tienen todas consigo. Parte de la dirigencia estadounidense cree que la continuación de esta situación, los perjudica más que los beneficia y están presionando para que el Big Brother no envíe más recursos Aún no entiendo cómo es que las universidades no se hayan manifestado en contra de la quema de la Unefa en Táchira. Ser opositor es una cosa, pero estar de acuerdo con eso es otra. Es una apuesta peligrosa que se puede revertir Esta semana esperemos nuevos actos de violencia de los terroristas Vean en You Tube el video la Psico guerra. Es para coger palco.



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Rafael Rodríguez Olmos

Periodista, analista político, profesor universitario y articulista. Desde hace nueve años mantiene su programa de radio ¿Aquí no es así?, que se transmite en Valencia por Tecnológica 93.7 FM.

 rafaelolmos101@gmail.com      @aureliano2327

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