Gran indignación en parte del pueblo venezolano ha generado el silencio, o el pronunciamiento ambiguo y/o desconcertante de la casi totalidad de los miembros de la Iglesia Católica (integrantes de la Conferencia Episcopal, curas de parroquia y monjas) ante la ola especulativa y el terrorismo que nos acecha. Por un lado los capitalistas rateros (redundancia) siguen haciendo lo que les viene en gana en Venezuela, hambreando al pueblo con total impunidad, y la Iglesia Católica, salvo honrosas excepciones, no ha emitido ni un sólo pronunciamiento condenando o denunciando a los ladrones disfrazados de empresarios. Y no hay una sólo crítica pública por una sencilla razón: Unas cuantas autoridades y otros miembros eclesiásticos son importantes propietarios de medios de producción y de capital, y algunos se han enriquecido de forma directa con la palabra de Jesús, cuyo mensaje era paradójicamente opuesto a la acumulación de riquezas. Lacras que se han aprovechado y burlado de la feligresía, en especial de la más ingenua y pobre, que siempre ha creído en Cristo como verbo y no como sustantivo, al contrario de la postura y proceder codicioso y egoísta de la Iglesia.
Por el lado del terrorismo que algunos sectores llevan a cabo contra comunidades enteras, con el pretexto de liberar a Venezuela del tirano Maduro, la generalidad de la comunidad eclesiástica no sólo ha mantenido silencio en torno a este fenómeno irracional y repudiable, sino que por medio de las declaraciones de algunos de sus líderes, ha justificado que la denominada sociedad civil opositora, en la que se incluyen malandros de todo tipo, se defienda con barricadas, hostigue y agreda física y psicológicamente a quienes no estén de acuerdo con sus acciones, y lleve a cabo otras estrategias perversas. Como muestra de lo anterior, tenemos el caso del Arzobispo de Mérida Baltazar Porras, quien claramente apoya el terrorismo ejercido mediante las barricadas, excusándose, por ejemplo, en el supuesto peligro representado por los llamados colectivos:
Las barricadas que hay por toda la ciudad son una expresión de protesta, pero sobre todo, de defensa de los ciudadanos, ante las agresiones, tanto de la Policía y de la Guardia Nacional, como de los colectivos. De todo ello hay videos y testimonios. Sin embargo, los detenidos, y en ocasiones los maltratos, han sido inferidos a la población civil y principalmente a los jóvenes.
La primera garantía por la que debemos luchar es por la vida de todos sin distinción. Y los primeros responsables son las autoridades que comandan a los órganos de seguridad del Estado. Tanto la Policía como la Guardia Nacional tienen razón de ser para custodiar y preservar la vida de los venezolanos (http://runrun.es/inbox/106754/comunicado-de-monsenor-porras-expresando-el-porque-asistira-conferencia-de-paz-regional.html).
En realidad no deberíamos estar sorprendidos por la postura procapitalista y proterrorista de gran parte de los miembros de la Iglesia Católica venezolana, considerando que desde que el cristianismo fue aceptado como religión oficial del Imperio Romano, la comunidad eclesiástica global ha estado del lado de los ricos y poderosos; siempre estuvo involucrada en conflictos bélicos imperialistas-capitalistas; posibilitó a papas y otros personajes amasar cuantiosas fortunas; aterrorizó a millones de indígenas americanos con la idea de que se irían al Infierno si no creían en Dios; fue cómplice de la sobreexplotación laboral de los naturales del Nuevo Mundo por los colonizadores españoles; y por si fuera poco, amedrentó, castigó y asesinó a miles de seres humanos por medio del tribunal de la Inquisición.