¿La Clase Media atroz? O ¡Qué clase media un carajo!

Por allá en los años 80, un grupo de intelectuales de la izquierda venezolana rescató y planteó como escenario real un concepto que encajaba perfectamente por primera vez en el país. Las cifras indicaban que en menos de 40 años la nación había pasado de una población casi totalmente rural, a otra con más de 80% de pobreza y un 45% de pobreza crítica. Pero ya no bastaba con tales clasificaciones. La pobreza relativa y absoluta daban espacio a otra lamentable calificación; la Pobreza atroz, la muerte antes de morir, la prostitución e indigencia como única forma de sobrevivir, formaban por primera vez una categoría estadística en nuestra tierra.

Ante tanta miseria, el estallido social era inminente. El rencor de una clase olvidada y aprisionada en los márgenes no podía seguir conteniéndose; la felicidad y el “Ta barato dame dos” de los sectores pudientes se resquebrajaron cuando la pobreza indefectiblemente desencadenó la búsqueda del bien colectivo por sobre el bien individualizado. Propios y extraños vislumbraron el Caracazo como el principio y comienzo del fin del neoliberalismo, que afanado en mantenerse a través de las mentiras y del chiripero capitalista, aguantó una insurrección militar y una destitución presidencial para terminar de hundir económica, social y culturalmente aún más al país, a finales del siglo XX.

Esta lucha política noventosa entre la perspectiva capitalista, que adjudicaba la responsabilidad absoluta de la miseria a las deficiencias del Estado para crear un ambiente propicio de impulso de la iniciativa privada, y por ende pretendía la privatización de todo como única forma de mantener “el equilibrio”; y la visión socialista de la pobreza como “…consecuencia de la injusticia social instaurada por los medios privados y monopólicos de producción” desencadenó en Venezuela la conformación de tres grupos plenamente definidos para finales de los años 90: El primer grupo, el popular, consiente por fin de su clase y de su poder político real, decidió el camino del Bolivarianismo como la única forma de lograr “la mayor suma de felicidad posible”, liderados por el para entonces candidato presidencial Hugo Chávez; el segundo grupo, la ultraderecha empresarial, continuaba afanado en copiar las ideas neoliberales aplicadas en los años 90, amparados en inefables personajes como Luis Giusti, Salas Roemer, etc; y el tercer grupo, difuso, incongruente, ni de aquí ni de allá, mal denominado “Clase media” que debía tomar partido entre la promesa Bolivariana y el canibalismos capitalista neoliberal.

La decisión realmente no era fácil. Este grupo debía elegir entre un grupo que sin notarlo se convertía en la revalidación del chiripero, el toronto, el gocho, y otros espantos venezolanos, y un personaje demasiado pueblo, que muchos sentían que no les pertenecía. La amplísima Clase media, que abarcaba desde Caricuao hasta el Cafetal, debía asumir su posición real muy cerca de los sectores populares, o vislumbrar y aspirar (Sí, aspirar como dijo Lorenzo Mendoza hace poco) el sueño capitalista -que es el mismo American Dream, pero en la Lagunita Country Club-.

El pendejo de La Candelaria, la doña de Chacao, el chamo de Maracaibo, tenía que tomar una decisión plena, como la luna llena. O asumía que su categoría social era inevitablemente popular, que su vida dependía de su trabajo diario, que solo podía aspirar un cambio a su alrededor través del bien colectivo… O asumía su sueño de ser alguna vez millonario, bien ganándose un Kino o recibiendo alguna herencia.

Coaccionados por una sistema mediático brutal al servicio de las oligarquías y un racismo político, económico y cultural gigante heredado por años de omisión y rechazo hacia las mayorías, la decisión de más o menos el 60% de esa Clase fue quizás la muestra de alienación más grande que se ha vivido en este país desde Boves. Toda esa masa que ni a pequeña burguesía podría llegar, marcó su postura pro-neoliberal, aun cuando dicha política los había arrastrado bastante lejos de su aspiración social.

El error de ese 60% fue simple: creer que la distancia entre su posición económica y la de Lorenzo Mendoza, Gustavo Cisneros y demás, era exactamente la misma que el trecho entre su Clase y la de Pablo Pueblo. Creer que el trabajo como única forma de supervivencia podía dejar de serlo a través de aspiraciones pequeño burguesas. Pretender que era más fácil defender al explotador por si alguna vez llegaban a ese escalafón.

La Clase media se convirtió en una clase esclavizada que aspiraba ser libre para esclavizar a otros. Mientras sentían el latigazo en la espalda, aspiraban (como nos recomendó el Sr. Polar) poder alguna vez ellos dar el latigazo. Podrían algunos considerar esto una victoria dentro de la derrota que significó y significa hasta el día de hoy para la derecha el dominio político del Socialismo Bolivariano; No se ha podido lograr que sectores de nuestra sociedad cedan ante el espejismo del capital, mientras siguen cobrando su mísero sueldo privado para no morirse de hambre.

Hoy, sin Chávez, sin su fuerza y control contra la burguesía, revive el debate. Hoy un Lorenzo Mendoza de la forma más cínica nos pide que aspiremos y asumamos la plusvalía de unos pocos como la única forma de avanzar, y un segundo después nos recuerda que en La Polar nadie tiene derecho a reclamar nada porque lo botan o aíslan. Hoy buscan mantener la mentira, invitando a los pobres a creer en el empresariado liberador. Hoy sectores de la derecha critican a un Ministro de Educación porque expresa que no se trata de pertenecer a un sector de estatus, sino de avanzar con conciencia social.

Si la cuarta República creó en Venezuela la Pobreza atroz como el nivel más bajo de miseria social, la oposición de la Quinta República ha creado un monstruo igual de siniestro, que hoy toca cacerolas de acero inoxidable con mango de plata, y que bien podría denominarse como “Clase media atroz”, por su cercanía maquillada a la miseria de pensamiento, por su dependencia y conformidad con la explotación como única forma de satisfacer el consumismo que mantiene su “estatus”, y por poseer el nivel más alto de alienación de clase social alguna.

Los sectores populares (incluyo aquí al 30% de la población de las urbes y capitales de Estados que asumieron su vínculo directo con el pueblo y hasta el día de hoy lucha en las mismas fauces del adversario) debemos ratificar nuestro compromiso por el Socialismo y el Bolivarianismo como único camino de liberación real y de avance social. ¡Qué Clase media un Carajo!, somos Pueblo y más Pueblo unidos en pos de la Transformación social, el humanismo, la Paz.


"Son derechos del hombre: la libertad,
la seguridad, la prosperidad y la igualdad.
La FELICIDAD GENERAL, que es el objeto de la sociedad,
consiste en el perfecto goce de estos derechos"
Simón Bolívar


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Moises González


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