Misión antidelincuencia

A pesar de mí simpatía por el presidente Hugo Chávez y mí entrega al proceso revolucionario venezolano, me niego a ser un seguidor autómata del Gobierno nacional, mucho menos cuando lo vemos tan ineficiente e impotente ante esa inmensa ola delictiva que sacude al país.

Y es que cuando disiento de algo lo expreso, además creo que la crítica y autocrítica son los principales fundamentos de la democracia participativa que actualmente vivimos y que estremece al mundo entero.

Pero, a estas alturas del juego -y esto debe decirse-, nos hace falta una misión antidelincuencia. Los mismos cuerpos de seguridad - por citar uno de los delitos que causa mayores dolores de cabeza en el Zulia- admiten que, solamente en la región, se roban 31 carros diarios, lo que significa un promedio de 930 al mes.

Un hecho, verdaderamente doloroso, porque sabemos que detrás de este delito, se esconden muertes, hambre y miseria, ruina y desempleo, en los casos en los que uno queda agradeciendo a Dios que lo dejaron vivo.

Y cuando hablo de hambre, miseria y desempleo, me refiero a que mucho de los vehículos robados, son de padres de familia que se ganan la vida “taxeando”.
Aunque igualmente sucede con otras personas que no viven de este oficio, pero que ahorraron toda una vida para comprar un carro y de pronto lo dejan sin el auto. Obviamente, eso es una ruina.

Una ruina económica, social y sentimental, porque esto no lo reflejan los medios de comunicación, pero como hay hombre a pie y desengañado en vista de que le robaron el único atractivo que lo caracterizaba : el vehículo que tenía para pasearla a ella, las veces que le viniera en ganas.

Pero bueno, más allá de este aspecto, lo que causa gran estupor es que esa cifra, primero -y con el respeto que merecen los jefes policiales- suministrada por ellos, es sin lugar a dudas conservadora, por lo que podría ser mayor la cantidad de autos robados y, segundo; da al traste con las políticas de seguridad aplicadas, por lo menos, en el Zulia, estado que menciones, por ser el que mejor conocemos.

Porque bien sabemos, que no sólo en esta región, sino en el país en general se sufren los mismos embates de esa delincuencia avasallante, que exige acciones contundentes, más aún; un golpe de timón a las actuales estrategias de combate hamponil.

Y es que sí son necesarios los patrullajes en los diferentes rincones de nuestros barrios, estas operaciones deben ir acompañadas de serios trabajos de inteligencia, pero no sólo para enfrentar a ese hampón que es el último eslabón de la cadena, sino a los cabecillas de las grandes mafias, de esas enormes y poderosas organizaciones delictivas, que parecieran ser intocables.

Sí, de esos grupos que quizás no se llenan directamente las manos de sangre, pero que poseen la suficiente frialdad para ordenar las más perversas y tenebrosas acciones en contra de las personas indefensas.

Por eso, opino que vale muy poco la creación de grupos especiales y mucho menos de esos punto de controles que lejos de enfrentar a los delincuentes, lo único que hacen es causar molestia a la ciudadanía. Los altos índices delictivos demuestran hasta la saciedad que esos mecanismos ya no funcionan.

Así que llegó el momento en el que desde los ministerios de Defensa e Interior y Justicia, hasta el último policía de este país, apliquen los correctivos a este problema que tiene de rodillas a nuestros cuerpos de seguridad.

De lo contrario –y no es que sufra de “chavitis” - pero sólo una misión de esas que ordena el propio presidente de la República en cualquiera de sus alocuciones, podría salvarnos de esta catástrofe.

Tampoco quiero ponerme en la posición de esas ancianitas que se las ingenian para traspasar los cordones de seguridad del Presidente con una carta en la mano, pasando por encima de alcaldes y gobernadores, pero a veces pareciera que sí las cosas no la resuelve Chávez, no las resuelve nadie en este país.

albemor60@hotmail.com


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Alberto Morán


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