Jauría

Nunca habrá una forma complacida para calificar un comportamiento tan irracional como el que asumen una gran cantidad de venezolanos ante las reservas internacionales (divisas) de nuestro país Venezuela, porque sin duda, éste; raya en nuestra destrucción económica. No sería tan criticable que factores exógenos de lo nacional; quisieran provocar tal holocausto en la economía local, porque como se sabe Venezuela también tiene quien no la quiera desde afuera.
Ahora, lo insólito y asombroso es que sean los paisanos desde su mismo vientre quienes por su avaricia y egoísmo sean los matricidas patrios que vendiendo su alma a no sé quién y por unos cuantos centavos demás, ayuden a la destrucción económica de la tierra de Bolívar. Esto es una triste realidad originada de otra muy hermosa como lo es la democratización histórica del derecho a obtener divisas por cualquier venezolano para suplir necesidades de bienes o servicios originados en el extranjero.

Ningún país del mundo está exento de necesitar de otro; alguna materia o servicio. Es por eso que se ahorra en moneda de cambio mundial para poder asumir ese costo, el esa necesidad. Esto sin duda abarca el hecho de que muchas personas trabajen en Venezuela y envíen manutención familiar a sus países de origen. Hay muchas razones de peso para que en este país todos tengan el justo derecho de acceder a las divisas y este derecho ha sido simplificado y pluralizado más que nunca en los trece años de la revolución chavista.

Aunque la mayor justificación para tal desmadre esta en el hecho de que aquí no producimos nada, los lobos de la economía nunca se pasean por la posibilidad de que el comerciante importador deba convertirse en un industrial manufacturero. Para asesores y para inversionistas en Venezuela el negocio es revender, incluso la divisa y como para el capital lo único que importa es hacer un buen negocio, ello se convierte en un placentero y acertado estadio económico. Con la esperanza implícita de que ello nunca acabe.

El sector privado en este país, nunca se conforma y va moldeando su comportamiento económico cual camaleón, según las circunstancias. En este sentido, nunca se tradicionaliza es por eso que pocas empresas llegan a ser centenarias, patrimoniales con sentido de arraigo tanto como institucional como en lo productivo. Esto por supuesto es visible solo cuando alguien monopoliza alguna industria productiva. Aquí en Venezuela se han comprado marcas para hacerlas desaparecer en algún momento.

Esta mala praxis competitiva se ha volcado al negocio de las divisas, y digo negocio porque luego de presentar todos los recaudos exigidos para la asignación de los dólares y le son aprobados es cuando comienza la colocación de dólares en un mercado que sin duda desplaza toda lógica humana para una convivencia económica en cualquier contexto civilizado. Aunque, en lo personal, dudo mucho que alguien les compre a menos que sea para lavar dinero y para cierta calaña de personas esto es un negocio, no importa que como una jauría acaben económicamente con Venezuela.


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Pedro Barrera


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