La dictadura imaginaria, sus fantasmas y la paranoia

Los estados de la conciencia son insondables para la capacidad del discurrir del pensamiento y son tan extensos sus misterios que no basta, sino, una eternidad para su análisis y comprensión. La imaginación es un don de la naturaleza que solo puede ser comprobada en la especie humana. Esa imaginación tiene poderes indescriptibles sobre nuestra conducta social. Abusar de la imaginación cuando el ocio nos engulle precede al dominio de nuestros actos subyugados a una realidad paralela; al mundo imaginario, a los fantasmas de la mente. En consecuencia, nos adentramos a ese espacio del subconsciente donde todo es posible. Allí confluyen lo posible y lo imposible y pudiera degenerar en la mezcolanza de problemas reales ya existente con otros creados en ese otro mundo que a la larga, llegaremos a creerlos muy ciertos, aunque no sea necesario comprobar con una evidencia real y tangible. La mente nos domina y nos lleva a los límites de la desgracia de una vida organizada porque llegado el momento de no reconocer la realidad con el hecho imaginario, empieza nuestra conducta a afectar al conjunto de individuos que nos rodea en familia y, consecuentemente, en la sociedad.

He aquí que nuestra sociedad ha sido afectada gravemente por un imaginario que empezó como una estrategia política para desplazar al sistema de gobierno imperante y tomar posesión de los poderes, los medios de producción y sus ganancias. El Estado en pleno. En esos laboratorios de guerra sucia de la política importada, se toma como medio de utilidad a los individuos sociales que, en adelante, servirán de propaladores de una información no comprobada pero que cause angustia colectiva.

El Comunismo, la Dictadura, el Fraude, el Régimen, Arremeter, Regalar Riquezas, Asesinar, Desaparecer, Torturar… Esos son los fantasmas más recurrentes que se han convertido en un problema de salud pública que el Estado venezolano debe atender con angustiosa prioridad.

Líderes inescrupulosos crean un fantasma. Usemos para ejemplo uno de sus más habituales “Ahí viene el Coco”: El Comunismo. Este sistema de gobierno pensado por los dos más prominentes filósofos y sociólogos alemanes, Carlos Marx y Federico Engels, constituye un proyecto social de igualdad entre los hombres, entre las clases. Su aplicación no prosperó por la naturaleza propia de la humanidad: maldad, corrupción, criminalidad, egoísmo, ambición y un sinfín de defectos humanos incorregibles. Estados Unidos de América se encargó de demonizar el comunismo en el mundo con cuyo concepto aterrorizaba a todas las sociedades. Ser comunista llegó a ser una grosería e incluso un insulto. Peor aún, la mera sospecha de pensar tal cosa era causa de prisión.

En Venezuela hay muchos “Cocos” (personaje invisible de presumible maldad que supone un apetito voraz por la tierna carne de los niños que no se quieren dormir). NOTA: mucho menos se duermen cuando se lo mientan, cualquiera no corre esos riesgos.

Esos fantasmas son la recurrencia de nuestros políticos opositores en Venezuela para atemorizar a nuestra sociedad. Una guerra permanente para hacer creer lo que no se puede demostrar y, es tan bestial la campaña de terror por todos los medios que, aunque no haya vestigios, pruebas o posibilidad de comprobar tales y abominables fantasmas, la continua propagación de la mera posibilidad de su existencia termina por dominar el subconsciente del individuo social que, a su vez, corre como objeto propalador a difundir lo que no ha podido comprobar. Los fantasmas del terror llegan a crear en la conciencia colectiva un estado de paranoia y se prestan a combatir toda sospecha de la existencia de eso que no existe. Los individuos se organizan y crean frentes de ayuda y de defensa contra todo aquello que le es inoculado sin percatarse que son objetos de uso político para el beneficio de un grupúsculo, donde ellos, los más afectados psicológicamente, no tendrán (en una hipotética toma de poder), ni voz ni parte. Simplemente habrán cumplido con su utilidad.

El problema de estos fantasmas que afectan la sociedad venezolana, creados por los políticos de oposición, adiestrados en el extranjero y difundidos por los medios de comunicación privados, son las catastróficas consecuencias sociales de nuestros tiempos. Los afectados, incluso, los inventores de esos fantasmas, llegan a creer sus propias fábulas, y se asustan, y se recrean situaciones que los acerquen al estado de una represión, de una dictadura, de aquel comunismo distorsionado. ¿Por qué se crea ese ambiente? Ese ambiente de caos se concreta cuando los fantasmas inventados no espantan por las noches. Cuando ya casi no asustan, cuando se convierten en “Ahí viene el lobo” y no llega nunca. Entonces, y ante la expectativa creada a sus seguidores más radicales que esperan una pequeña sombra de polilla que realmente desate la histeria colectiva y los asuste y los haga salir a defenderse, se llegan a crear monstruos reales, animales fabulosos que coman gente y los devore en sangrientos desmembramientos. Es allí la parte más problemática de la paranoia: el auto-castigo. A falta del ogro, el ya muy afectado expectante se auto-flagela, se lastima, se hiere con visibles y lastimeros hematomas y hemorragias preocupantes que demuestren que realmente el “Coco” anda suelto, que se lo quiso devorar y que escapó milagrosamente. El paranoico muestra a los demás enfermos expectantes las cicatrices de su lucha contra al mal, contra eso que todos esperan que llegue pero que no ha llegado. La sociedad se arma, se prepara y arremete contra todos los inocentes sospechosos de parecerse al fantasma imaginario que atacó al desgraciado y malherido vecino, más paranoico aún. La sociedad opositora en Venezuela está en crisis. Su problema es casi psiquiátrico y no es imaginario: es tan real como sus actos y sus consecuencias.


Por eso es que yo con sus fantasmas no me meto...

notodos1@hotmail.com
@reyescandanga


Esta nota ha sido leída aproximadamente 1666 veces.



Noticias Recientes:

Comparte en las redes sociales


Síguenos en Facebook y Twitter