Decía Napoleón, amo y señor de casi toda Europa Occidental y Central durante una década, por la vía militar y política, es decir, a través de las victorias militares y las alianzas políticas, que "quien no piensa vencer, ya está vencido".
Cuánto valor tiene una frase de esas, cuando la guerra debe plantearse todo el tiempo en el terreno político y no en el terreno bélico. Porque si pensáramos que la guerra puede darse en el terreno bélico, entonces apelaríamos a Mao, quien decía que “la política es una guerra sin efusión de sangre, y la guerra, una política con efusión de sangre”. Pero Mao lo decía porque venía de la guerra, de una muy cruenta guerra no solo para salvar a China de las aspiraciones imperiales tanto inglesas como japonesas; sino para enfrentarse a su aliado de otrora y poder hacer una revolución campesina que llevara a la conquista del poder, la construcción del socialismo y convertir al gigante asiático China en lo que es hoy. Seguramente en otras circunstancias, Mao no hubiera dicho eso.
Sin embargo, otro personaje de la historia no menos importante, con una muy corta vida de estadista, también entendió el problema de la ofensiva, quizás agarrado de aquel viejo dicho popular según el cual “el que no hace, le hacen”. Ese personaje dijo “creo que estamos sufriendo de impotencia política. Necesitamos un Viagra político”. Increíble. Lo dijo hace dos o tres años; y obviamente fue el resultado de su observación y los problemas que estaba viviendo el proceso revolucionario. Sí, es una frase del Arañero de Sabaneta. Hugo Chávez lo dijo.
Y es que no es posible ser gobierno y estar a la defensiva siempre. Tratando de ver cómo responderle a la oposición, para que no se pongan bravos y riposten.
Una premisa fundamental de la política es estar siempre a la ofensiva, porque “el que no hace, le hacen”.
Y entonces debemos decir que es menester una caracterización del enemigo, para delinear las estrategias adecuadas y actuar en consecuencia. Lo primero que debemos entender es que la oposición no existe. Existe un grupo de personas con un montón de tarjetas electorales, con mucho dinero y con algunas alianzas, concentradas en una cosa que se llama MUD, que en esencia es un montón de borrachos peleando por una botella vacía, puesto que el candidato será quien designe el imperio, si es que se convoca a elecciones.
Es decir, ese montón de muchachos a los que Tareck El Aissami llamó “nalgas blancas”, no representan a nadie y en todo caso, es culpa del gobierno que se hayan establecido allí en una actitud provocadora, buscando un golpe y una foto donde se vea aunque sea un hilito de sangre. Pero eso no es más que una muchachada con ánimos de joder y enviados a joder.
¿Qué oposición existe? La mediática. Y esa sí es importante. Porque el problema de la tecnología es un elemento clave en la sociedad moderna, y de la que no es posible escapar. La ofensiva mediática es lo único con lo que cuentan los “manos blancas” y es donde se debe responder con todo los hierros. Ergo, es menester entonces diseñar una estrategia en donde los golpes reales se den por la vía mediática; y existen muchas formas de hacerlo.
En primer lugar, los medios de comunicación, todos, absolutamente todos, tienen techo de vidrio. Y es la primera herramienta de la que debe asirse el gobierno para golpearlos: evasión de impuestos, despidos injustificados, apropiación de dólares de Cadivi, negociaciones estratégicas ilegales, y una larga cadena de etcéteras. Allí debe darse la primera fase de la ofensiva del proceso.
Si esa fase no funciona, entonces los cuatro pelagatos que protestan, todos tienen techo de vidrio, como por ejemplo ese tarajallo que le arrebató el marcapaso al amigo de la tercera edad y que lleva 17 años estudiante en la universidad. No me puede el gobierno decir que no sabe quiénes son cuatro individuos que se pusieron frente a la embajada de Cuba, o diez que establecieron en Chacaíto con carpas y todo lo demás. Me niego a creer que no haya una estrategia para actuar en contra de ellos, pero que no sea por la vía de la represión. Porque un elemento que es de extrema importancia es que la tecnología nos conecta con el mundo de manera inmediata, sumado a que siempre hay una cámara en algún lado y las poderosísimas redes sociales listas para difundir la mentira de turno.
Es decir, un gobierno no puede estar a la defensiva de la sarta de mentiras que se elaboran en los laboratorios diabólicos de la derecha internacional, y mucho menos a la defensiva de un grupito de personajillos que no representan a nadie, pero se sienten con fuerza y poder para emplazar a quienes dirigen un Estado. Obviamente ellos tiene jefes muy poderosos, propietarios de los medios de comunicación que los utilizan y los desechan. No hay nada más fácil que publicar fotos de algunos de ellos fumando marihuana, o en actos que riñen con la moral y la ética. Eso es suficiente para acabar con cualquiera de ellos.
Porque es cierto que a veces provoca entrarles a palos, pero esta es una lucha política y si no se reciban los palos del lado de enfrente, entonces aparecerán las huestes del Gobierno como las agresoras. Pero ciertamente, estamos ante circunstancias completamente distintas a los tiempos de la Plaza Altamira; y las respuestas tienen que ser distintas. No es válido hoy día permitir ese tipo de acciones, porque con toda seguridad que en algún momento puede haber actos de violencia; y eso tendrá consecuencias graves.
El Gobierno debe pasar a la ofensiva, y tiene elementos como hacerlo. Por ejemplo, tiene el poderosísimo Sistema de Comunicación recién creado, cuya tarea no debe solo ser la formación, orientación y organización del poder popular, sino el aprendizaje para dar además de una batalla de ideas, producir estrategias comunicacionales que conduzcan al combate del enemigo en cualquier terreno.
Estamos ante una guerra. No me voy a cansar de decirlo. Es una guerra muy compleja que requiere de cabezas pensantes que analicen y ubiquen los escenarios para las batallas. Porque los flancos abiertos son muchos. Hay una guerra contra la burocracia, una contra la corrupción, y en ambas el enemigo es interno y chavista. Y una guerra contra el imperio de la que se subdividen las pequeñas batallas que se deben dar a diario. No es fácil, es un problema complejo. Pero el enemigo, a pesar de su poder económico y mediático, es débil en la calle. El problema estriba en que, producto de la inoperancia del Estado, la calle se vuelva contra nosotros.
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