La lengua desnuda

Cómo ser Chávez

No es tan solo despuntar de nuestros labios el esplendor de nombrarlo. Su nombre de luz abrazándonos después de doscientos años enfermos. O cazados por manadas de lobos hambrientos, codiciando el perfume del oro que habita debajo de nuestros pasos. Habría que amolar lanzas para destejer la trampa repugnante camuflada en nombre de la libertad, palabras de advertencia que adoran el mausoleo del Libertador Simón Bolívar.

Hay que entregar el alma a lo invisible del lecho de morir, con tan solo una manta de palma recubriendo el amor convertido en hoguera contagiosa. En un crepitar de llama que nos despierta del frío sumiso vuelto incansable. Con sus colmillos manchados de tiniebla, y el látigo feroz con cabellera de opresión. Chávez deshizo el rumbo hacia el abismo y los relámpagos volvieron con ocho estrellas y bravas voces entonando la bendición de lo posible.

Para ser Chávez hay que tejer la Patria con perlas valerosas, adornar con peces la piel de las soledades donde el veneno desvaneció esperanzas, donde mordió los confines el águila rapaz hablando muerte. Quisieron las ánimas del cielo caminar sobre las aguas nuevas, tributando la idéntica embarcación de alivio a extenuados cuerpos sin litorales para atracar. Ahora descansan en la certeza perfecta sin cadenas ni olvido.

Si queremos ser Chávez tenemos que abandonar las borrascas de la mezquindad, ahogar el egoísmo, extraviar rencores. Solo así encumbraremos la solícita misión del socialismo que queremos sobre las ruinas de la vieja nación despojada de la espada que ahora camina por América Latina. Si queremos ser Chávez hay que afinar las gargantas por encima del poder venido de ultramar con sus crueles corazones verdes hechos papel para comprar voluntades débiles, cual bazar de rapiña.

Pretender ser Chávez es ser profundo en los nervios, pulso inquieto para hablar por el oprimido de aquí y nuestra América toda, llevar la voz de poesía como el llano en la mirada, mostrarse al ataque con el pecho de mástil. Sin pausa, los latidos encima de los golpes que silencian los sueños y hacen oscuras las lámparas que susurran gratitud. Ser Chávez es sembrar rojos capachos que adelanten el anuncio que por aquí pasará, compadre, hacia aquellos montes lejos el trueno libertador, el incendio de Bolívar.

Para ser Chávez hay que amar a los niños, a los viejitos, tapizar la tierra de esperanza, amigo de los enfermos, herramienta del obrero, azadón del campesino, lápiz del estudiante, amparo del desolado, compañero de los ríos, pescador de juventud, salvador en las tinieblas, bastión de la palabra, guardián de la tonada, milagro del presagio, recio ante la soberbia, follaje para el avance, caballo para la carga…corazón de la Patria.

peyestudio@hotmail.com


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