DIAS COMO NAVAJAS

Navidad y combate

Como la conocemos, como la hemos vivido, como la sentimos, la navidad es una travesía benigna (un decidido paso de indulgencias.) Con el ambiente de nochebuena solemos derribar, brevemente, el muro invisible generado desde las exclusiones profundas. Desbaratando el falso ideal racista que numera dos tipos de gentes y, desde luego, una es mejor que otra.

Otros aires reconfortan las calles y plazas. Pues, la balsámica ilusión de tiempos mejores alientan el porvenir, y ya no se imponen inapelables las grisáceas, azarosas, y hasta aprensivas, exigencias de la vida cotidiana. Más bien se impone el optimismo de compartir el pan y los amores. Como el amor mayor de los millones que rezan por la Salud del presidente.

De modo que la navidad es un patrimonio cultural, una heredad inmaterial que nos cobija a todos. Es ida y vuelta de esperanza colectiva inventada por las propias comunidades, donde centellea la fe por días mejores. Por tanto, es una expresión cultural que vive intensamente entre nosotros.

No obstante, también hay que decirlo, es una tremenda operación mercantil. Saturada de manipulaciones y con una enorme presión publicitarias, que incrementa la frustración de aquellos que no cuentan con los medios para satisfacer las necesidades propias, o las de sus núcleos familiares.

Tampoco deja de girar la rueda de las injusticias y, en tiempos de navidad, siempre hay noticias que son, como si te pegaran un palazo en la nuca, por ejemplo, lo de la matanza de la escuela primaria Sandy Hook en Connecticut. Un hachazo al espíritu, desde la civilización norteamericana, el modelo que pretende imponer, arbitrariamente, al resto del mundo.

Es claro, la fiesta decembrina sigue allí invitándonos a dejar de lado las cotidianas dificultades y congojas. Pero el sentimiento es de quien la vive y, a veces, la emoción negativa también se renueva. Porque igualmente afloran recuerdos de todo aquello que nos deja el alma hecha remiendo.

La celebración predomina, pero hay muchos que se deprimen, sobretodo recordando a los que ya no están entre nosotros. Es que la perdida, aunque nos digan palabras apropiadas, aunque nos susurren que es lo más natural, aunque señalen que es el complemento de la vida, sencillamente, es dolor sempiterno, y miente, quien diga lo contrario.

Pero del mismo modo, destacan los remolinos de la alegría, el saludable contagio que invita al relámpago de la sonrisa, y acentúa el disfrute contra la amargura. Entonces la mente y el cuerpo hacen lugar a los mejores deseos y la vida se llena de pequeños detalles que ahuyentan al pájaro herido.

Por eso, y por muchas otras razones, la navidad siempre es distinta, porque está viva y crece, porque siempre parece algo nuevo, y es un lugar fantástico donde podemos reconocernos y entendernos. Donde inagotablemente existe la posibilidad de renovar la creencia que todo es posible, y allí podemos robustecer energías para el combate antimperialista.

Es la época de recordar la libertad y la dignidad con la cual nacemos investidos. El turno de disfrutar de forma plena y sana. Y, del mismo modo, enaltecer la esperanza popular por un país y un mundo mejores. El tiempo de tener bolas y decir lo que se cree aunque sea políticamente incorrecto.

Es vuelco a la camaradería y la confianza en el futuro. El espacio de cruzar las fronteras ilusorias y aceptar la humana diversidad que nos ennoblece. El tiempo acrisolado del combate, y del agua mansa. Enhorabuena.

diascomonavajas2010@hotmail.com

Frente antimperialista zona sur de Anzoátegui



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