Pensamiento socialista, Turismo y Comunas

En esto del socialismo todos estamos aprendiendo, y debemos ser cuidadosos porque la inercia del pensamiento y la fuerza de las costumbres nos hacen plantearnos situaciones y esquemas anclados en las mismas prácticas que queremos dejar atrás, conocer y confrontar, combatir, para no tener que verlas desarrolladas en acciones institucionales que se supone deben responder a los principios revolucionarios.

Es difícil pensar en una forma de enseñar diferente a la que tenemos en la práctica. De hecho deberíamos estar pensando en el aprender continuo y permanente antes que en enseñar, pero la fuerza del lenguaje y las costumbres no nos permiten salir de esos esquemas nada revolucionarios. Lo mismo creo que pasa con esto del turismo. Se debería diferenciar recreación de turismo, confundirlos o mezclarlos nos induce a actuar como trataremos de analizar.

El Ministerio del Turismo siempre ha fomentado la ilusión de que es un derecho que cada venezolano conozca Venezuela y viaje y llegue a hoteles y suba al Guaraira Repano y navegue por el Orinoco y llegue hasta Canaima y se bañe en Los Roques, es decir que debemos consumir turismo y de paso gratuito o muy barato.

Comencemos por tratar de aclarar qué es eso de turismo, a quién le corresponde, dónde se hace. Los revolucionarios debemos tratar de ver el mundo con conceptos nuevos, mundos alternativos posibles que nos proponen espacios y formas distintas a las usualmente conocidas y muchas veces impuestas.

Es diferente diseñar y recuperar espacios para la recreación de los venezolanos, espacios para disfrutar, espacios que deben ser creados, gerenciados y mantenidos; cosa nada fácil. Ofertas para los que trabajamos, según destinos recreacionales que ya existen, concursos para los estudiantes, beneficios para las personas de la tercera edad, planes vacacionales para los niños de las escuelas, facilidades para las comunas y todo un cúmulo de acciones que muevan a la población a conocer según sus posibilidades y capacidad de ahorro y de compartir.

No son regalos ni dádivas, sino la creación de posibilidades y espacios que ocupamos y disfrutamos y cuidamos. Son nuestros y algo cuestan para poder mantenerlos en óptimas condiciones y merecerlos y poder así ofrecerlos gratuitamente a las grandes mayorías. Muchos de esos espacios son ofertados y mantenidos por gente en acción, organizados y con propósitos específicos dentro del desarrollo del enfoque revolucionario, comunas específicas en espacios privilegiados por la naturaleza o por razones de óptimas facilidades para la recreación, y el descanso. Cuando la gente acude a esos lugares no solamente pasea, disfruta y comparte sino que tiene la seguridad del mantenimiento de los mismos en manos que cuidan porque lo que se oferta como recreación es parte de la vida diaria de esas personas organizadas comunalmente, no su negocio rentable ni la forma de aprovecharse de lo que es de todos para venderlo caro a pocos y hacer fortunas.

Turismo es otra cosa.

El turismo es una mercancía más del capitalismo. Y si lo hacemos gratuito o regalado o ecológico o por plazos y sin costos, no por eso cambiaremos su esencia. La revolución no debe pretender maquillar el turismo y presentarlo como beneficio para todos; en ese acto deja por fuera las múltiples actividades que la gente puede ofrecer al participar y se reduce a presentar unas pocas ofertas para que la gente obtenga y reciba pasivamente, ofertas que terminan siendo para unos pocos, porque no puede ser de otra forma.

Los grandes hoteles, nos puede dar espacio para ejemplificar esta forma de pensamiento en el cual caen y han caído diferentes venezolanos encargados de este asunto del turismo. Originalmente esos hoteles, fueron creados con el pensamiento puesto en ofrecer lujo y servicio de primera a gente natural o extranjera que pudiese pagar altos costos, por comida gourmet, vistas vendidas como fabulosas, fiestas de orquestas y todo lo afín a la vida de magnates. Hoteles de esa categoría para mantenerse utilitario, necesitan recursos de todo tipo, financieros y humanos y sólo la economía de los valores de cambio a través de las fabulosas ganancias, el manejo de la propaganda que induce deseos y crea necesidades, y la venta en la cual se utiliza el crédito a altos intereses, puede manejar a su satisfacción.

¿Para qué necesita un venezolano de a pie con sus zapaticos negros o de goma, utilizar ese tipo de instalaciones? Con tantas verdaderas necesidades de la población, por qué hemos de pretender que esos hoteles deban ser utilizados por nosotros como manera de disfrutar de un lujo. Por qué debemos concebir el lujo dentro de nuestras propuestas de vida.

Si una cosa es necesaria en la revolución es la consciencia de la austeridad y de la solidaridad. Muchos espacios lujosos que existen y quedaron allí, podrían ser para Turistas, gente diversa dispuesta a pagar por consumir. Se garantizaría un óptimo funcionamiento como una muestra de calidad de servicios para satisfacer esas necesidades turísticas, a la vez que dichos locales se mantendrían con las ganancias reportadas de tal ejercicio, de forma tal que la nación no tenga que invertir en los mismos. No debería existir la disyuntiva de que tales espacios deben ser facilitadas para todos, bajo el enmascaramiento de la igualdad y de los presuntos beneficios que esto traería, porque no existen tales beneficios y porque no hay forma de hacerlo extensivo a toda la población. Una población que por el contrario en el desarrollo del proceso revolucionario ha fraguado sentimientos arraigados y sólidos, ha creado y adquirido una clara consciencia para distinguir las fantasías que se venden caras de la realidad. Aspectos de formación en los cuales un Ministerio de Turismo forma parte tanto en su actuar interno como en sus propuestas, en consonancia con esos principios.

Los venezolanos, empeñados en la creación de una sociedad de convivencia, necesitamos tener los pies sobre la tierra bien plantados, y que la clara razón nos ilumine a saber que mientras un solo venezolano tiene carencias básicas de alimentación, salud y educación no podemos estar pensando facilitar y hacer turismo en hoteles o espacios costosos, a bajos costos, o sin costo alguno, porque de algún sitio está saliendo ese dinero y mejor que vaya a parar a la boca que necesita leche.

Aquí hemos vivido, y para nada nos ha hecho falta hoteles de lujo ni otros parecido; y la venta de espectáculos y fantasías, peor si gratis, dentro del mismo gobierno, nos parecen impropias de un sistema que quiere descubrir y afianzar en el ser humano lo mejor de sí mismo. Una se quedaba atónita cuando la gente decía que era un deber del gobierno facilitarle, a través de CADIVI, sus cinco mil dólares anuales, si se piensa que no hay suficiente dólares para que cada venezolano mayor de edad disponga de cinco mil dólares anuales. Claro eran los dólares de aquellos venezolanos que tenían dinero para pagar ese monto e ir al exterior a despilfarrar en consumismo, en viajes en turismo. No lo criticamos pero no lo aupamos, tampoco lo practicamos, creemos en otras formas. Hubo que aprender y desprenderse de conceptos del pasado y rectificar y cambiar y hay que seguir haciéndolo.

Recrearse no es hacer turismo, salir con los chamos por aquí y por allá con un crédito de la asociación, es salir de vacaciones, recrearse, pasear conocer lo nuestro y a los nuestros. Sí deberíamos tener garantizado esos espacios y esos lugares, sus vías de acceso sus facilidades y recursos. Sí deberíamos tener garantizado las formas de transporte seguras, higiénicas y cómodas. Los que menos tienen, o las personas que tienen alguna discapacidad podrían disfrutar de planes especiales, arreglos colaborativos, participaciones y otros esquemas que favorezcan la solidaridad, la participación, la colaboración mutua, los invitados por méritos, los intercambios. Todas acciones pensadas dentro de la lógica de los valores de uso y del disfrute de la cultura.

Hacer turismo es ir a sitios que no nos pertenecen en dónde compramos fantasías con nuestro dinero tan costosamente ganado; sin embargo ha penetrado la mentalidad de muchos que sienten que son menos si no visitan a Mickey o se hospedan en un resort. El turismo es un valor de cambio, puede hacerse en Miami, también en El Tamanaco, no debería ser la opción de Los Roques, que es de todos y en donde se podrían disfrutar de planes especiales es espacios también de todos que deben ir siendo iluminados por una concepción comunal y ocupados por gente que piensa en la recreación como herramienta de convivencia y vida y no de negocio y ganancia. Si la concepción comunal atravesara transversalmente todos los ministerios del gobierno, otro esquema de pensamiento se estaría desarrollando en educación, cultura, recreación, salud y vivienda. No es eliminar el ministerio para las comunas, es hacer que la concepción comunal penetre desde el gabinete social todos los aspectos que se manejan en la revolución.

Un ministerio puede promover el turismo pero en la revolución debería diferenciar sus acciones y nos meter todo en un mismo esquema conceptual, cada cosa en su lugar. Hagamos un esfuerzo por inventar nuestras propias alternativas, nuestro propio lenguaje y comencemos a salir de una vez de tanta dominación transparente, de tantas herramientas inhumanas.



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