¿Si todos te escriben, porqué no yo?

Carta al presidente Chávez

Camarada presidente

Ante todo me vas a permitir dirigirme a ti, con ese tratamiento: camarada. Esta forma de relacionarse ha sido por antonomasia un saludo entre iguales, o ¿acaso no perseguimos los mismos objetivos?, ¿acaso, no luchamos contra las injusticias, para conquistar una sociedad de iguales? Me hubiera gustado también el de compañero, recordando las hermosas palabras que le escribiera el Che a aquella señora que le inquiría, para saber si tendrían algún parentesco. Pero en este país, lo de compañero, recuerda mucho el oprobio vivido a lo largo de muchas décadas del siglo pasado, con gobiernos que envilecían, con su hacer, a un pueblo de pasado heroico.

Debo ser sincero, tampoco me gusta lo de comandante presidente, porque en principio soy un civil, no un soldado, por lo tanto no me debo a obligaciones jerárquicas. Y si lo fuera, volvemos al punto ¿acaso no somos iguales, hombres libres persiguiendo la libertad del mundo, aunque les lleve la vida entera?

Lo de compatriota, debo admitir que nunca lo uso por su connotación nacionalista. Sí, se que los militares hacen mucho uso del término, pero recuerda, soy civil. Además el nacionalismo conlleva al chovinismo y este al fascismo... y paremos de contar.

Ciudadano, como manda la Constitución, suena demasiado protocolar y distante, todo lo contrario a lo que aspiramos los habitantes de este país en relación a su presidente.

Vale recordar al carajito de la canción de Alí, reflexionando sobre su relación con el Libertador y el valor de la amistad, por eso la palabra amigo, tan cargada de significado, se acerca mucho más a lo que debería sustentar una relación entre iguales, pero en ella no se hace evidente afinidades políticas e ideológicas.

El término hermano está muy ligado al contexto familiar burgués y toda revolución que se respete como socialista, debería emprender, entre otras cosas, la revisión de esa parte de la súper estructura, que nos retrotrae a un pasado de clan, propio de un patriarcado que urge dejar atrás.

Mucho menos quiero, y no puedo por principio, caer en esa especie de moda kitsch, de explotar un exagerado afecto alienante. No es que tenga pruritos machistas, no, ni lo pienses. No tengo problemas de inseguridades en relación a mi virilidad. No temo demostrar el amor que profeso a mis congéneres, llámense esposa, hijos, amigos, padres, camaradas… Pero ese amor no puede ser pose, moda, ni mucho menos consigna política que escamotea notorias deficiencias y errores, que aprovechan los enemigos, conscientes o inconscientes, para medir distancias que lo separan del “jefe” para ganar sus favores. Manejado así, incomprendido así, manipulado así, camarada, el amor parece la faja con la que se oculta el vientre abultado para evitar sospechas. En fin, camarada, el amor en vitrina se transforma en adminículo de sex shop.

Definitivamente me quedo con camarada que, a pesar de su origen castrense, fue reivindicado por la revolución bolchevique como tratamiento igualitario.

Aclarado el punto, paso al tema que me preocupa.

Como cualquier adulto venezolano, creo tener clara la historia general del país de las últimas décadas, y en particular desde tu aparición en la palestra pública nacional. Sin embargo hay aspectos, detalles, pequeñas circunstancias que se me escapan. Uno en particular quisiera que me aclararas, como protagonista que fuiste del hecho. Alguien en la web colgó un texto, donde echa un cuento: de una reunión en Yaracuy, donde estuviste con tus compañeros de armas, Kléber Ramírez y otros. La reunión tenía como objetivo concretar detalles del famoso golpe. Hasta aquí, nada nuevo, creo que tú también has recordado en voz alta y en público aquella reunión.

jutor2000@gmail.com


Esta nota ha sido leída aproximadamente 1429 veces.



Noticias Recientes:

Comparte en las redes sociales


Síguenos en Facebook y Twitter