De consejas…

Mi casa es algo así como un centro de tertulia permanente;  un desfile continuo de amigos que comentan y opinan sobre los temas más variopintos.  En estos días, hablando de mascotas, un amigo ante el gusto de mi hijo mayor por las arañas (arañas no, ¡arañotas!... de esas peludas) decía que eso era anormal, patológico, que esos animales eran feos, repugnantes y no sé cuántos otros calificativos por el estilo. Ante tales muestras de desprecio, le recordé al amigo la importancia de las arañas en los ecosistemas, le expliqué cómo eliminan de las casas muchos insectos transmisores de enfermedades, a lo cual respondió cerrando la discusión: “todo lo que tú quieras pero no me gustan y nunca me gustarán, las odio desde que tengo uso de razón, así que no trates de convencerme de que son buenas”. No se habló más del asunto (yo respeto a quienes me visitan), y la conversación tomó giros hacia temas menos polémicos.

Cuando me quedé  sola en casa, volvió a mi mente el arranque de aquel amigo y sonriendo para mis adentros traté de razonar lo sucedido:

Por siglos se nos han mostrado ciertas cosas como malas en esencia, sin explicaciones sensatas; como aquello de que los gatos, especialmente los gatos negros, les “robaban” el aliento a los niños mientras dormían; que los murciélagos y las lechuzas son mensajeros del demonio y las brujas y otras “consejas” por el estilo. Hay gente que siente desprecio y repulsión por cosas y personas sin saber realmente qué lo impulsa a ello, no hay razones coherentes, científicas, inteligentes: Es el “no me gusta y ya”. Hoy la ciencia y la tecnología están tan avanzadas, que debería resultar poco menos que imposible, la permanencia de esos conceptos en la gente… sin embargo, pensé, encontramos aún muchas personas que tienen, ante ciertos temas, opiniones basadas en especie de consejas repetidas hasta el cansancio con el auxilio de la tecnología. Acudieron a mi mente epítetos como “tierrúo”, “pata en el suelo”, “chaburro”, que se endilgan a quienes compartimos el proceso hacia el Socialismo en Venezuela y comprendí que, en la mayoría de los casos, ese odio visceral se produjo de manera similar a lo sucedido con las arañas a las que me referí al principio: consejas repetidas y manoseadas sin recato alguno por algunos sectores de la sociedad venezolana, porque ¿Qué otra explicación tendría que un habitante del barrio llame a su vecino “tierrúo”? ¿Por qué,  entre profesionales con iguales credenciales y competencias, unos son “Chaburros” y otros no? No entiendo esa actitud irracional entre gente del pueblo. Ahh! Pero sí entiendo lo que no perdonarán jamás al Presidente Chávez los que desde muy arriba en la escala social hacen rodar opiniones de odio y desprecio en su contra: Un pueblo empoderado, al cual le ha sido devuelta la dignidad, no hace caso de “consejas”.

diazhermida@yahoo.es

 




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