A
veces también hay un único invitado, como en esta oportunidad, en la
que el foro contó con la participación del economista Víctor Álvarez.
Con la pregunta “¿Es posible otra economía?”, Castillo creaba la
expectativa sobre un tema tan neurálgico en nuestro actual contexto
mundial, que no es sólo de crisis económica sino de una preocupante
crisis ecológica que, ante los desafíos que presenta para la especie
humana, ha dado lugar a una serie de movimientos sociales, corrientes de
pensamiento, debates y propuestas orientados a la creación de una nueva
economía, una economía diferente, muchas veces ligada a modos de vida
sustancialmente distintos del predominante en nuestras sociedades
capitalistas.
Castillo
orientó la discusión desde el principio, pensamos que pertinentemente,
en la dirección de dos realidades fundamentales: la economía capitalista
que predomina en Venezuela ―con sus particularidades―, y la importancia
de impulsar un cambio cultural sin el cual sería impensable la
cristalización de nuevas formas de relaciones de producción. Asimismo,
en esos momentos previos a la entrada en materia,
el moderador mostró a la audiencia dos obras del autor, donde se
caracteriza la economía venezolana de forma crítica y que incluye
propuestas concretas para avanzar hacia lo que Álvarez denomina la
“Industrialización socialista”.
Si
bien eran necesarias unas reflexiones previas que enmarcaran la
problemática económica venezolana, el invitado pareció evadir en
principio el tema sobre la necesidad del cambio cultural en la sociedad
venezolana, evidente preocupación central de Castillo, quien viene
trabajando temáticas relacionadas con aspectos culturales e ideológicos
que apuntan a destacar la importancia que los factores subjetivos, los
sistemas de valores y creencias, tienen en todo proceso de emancipación y
cambio social, político y cultural. De esta manera, la alusión a la
economía rentista y las consecuencias que esta ha traído en el modo de
vida del venezolano, problema histórico, recordaba las reflexiones de
gente como el Pérez Alfonzo de Hundiéndonos en el excremento del diablo
quien, con esta ilustrativa y oscura metáfora, se refería a los efectos
que la economía marcada por la explotación del hidrocarburo estaba
generando en la sociedad venezolana.
El
moderador le pregunta a Álvarez sobre cómo afrontar la cultura
producida históricamente por la economía rentista, con lo cual alude al
consumismo y en general al vicio que hace pensar que todo se puede
conseguir rápido, fácil y sin mayor esfuerzo. El invitado tenia y debía
comenzar, naturalmente, haciendo alusión al contexto regional y mundial
en el cual se insertaba la economía venezolana, paso previo necesario
para comprender que nuestra condición subalterna-periférica, nuestra
ubicación en el marco de la gran división internacional el trabajo, hizo
de nosotros una clásica economía de puerto, productora y exportadora de
materias primas y al mismo tiempo importadora de la mayoría de los
productos que consume.
Ciertamente,
el tema es sumamente complejo en la medida en que el gobierno
bolivariano ha venido impulsando y defendiendo la idea de formas de
propiedad sobre los medios de producción distintas a la propiedad
privada y, por tanto, otros modos de producción que serían propios de la
sociedad socialista que, como utopía concreta, se ha planteado como
objetivo la Revolución bolivariana. Pero también es complejo porque
nuestro país, aún hoy, no ha podido superar el consuetudinario carácter
rentista de su economía, por lo que la diversificación de la estructura
económica, el desafío de lograr producir en nuestro país lo que
consumimos, lo que es hablar de industrialización, ha constituido un
viejo reto desde hace décadas. Es decir, es
necesario producir lo que nos comemos y usamos, y al mismo tiempo
hacerlo desde otra perspectiva, desde otras relaciones de producción.
Recordemos
aquí que hay corrientes de pensamiento que defienden la idea de
industrialización a ultranza desde el ángulo capitalista, con la
convicción de que una vez montado el parque industrial, quedaría solo
lograr la gran toma del poder por parte del proletariado.
Álvarez, recordó en
su intervención que en épocas de la Cuarta República se hizo un intento
de superar el carácter rentista de la economía, con la implementación
del modelo de sustitución de importaciones ―proceso de
industrialización―, el cual tuvo desde el comienzo, tal como lo explica Álvarez en su libro Claves para la industrialización socialista,
más que un interés en lograr la soberanía productiva por medio de la
conformación de un sólido mercado interno orientado a la satisfacción de
las necesidades de las mayorías, el interés político-ideológico de
presentar tal proceso como la principal bandera de la sociedad
progresista y moderna que construiría la nueva clase política surgida
del Pacto de Punto Fijo. En su libro, el autor hace una diferenciación
entre el “modelo” de sustitución de importaciones y su implementación en
contextos concretos, en este caso el venezolano.
El
hecho es que ese modelo fracasó, y el invitado de TV Foro lo explicó en
términos sencillos, destacando como la dirigencia de la Cuarta
República, que en un período determinado recibiría un verdadero chorro
de petrodólares, utilizó la ingente riqueza para financiar la
ineficiencia de un sector industrial que, en extremo sobreprotegido por
todas las medidas que pueden utilizarse para tal fin, se convirtió en
una clase industrial consentida que, en vez de producir con calidad y a
bajo costo, logrando así adquirir los niveles de competitividad que
exigía el mercado, sobrevino una situación en la que los productos
importados resultaban mejores y más baratos que los producidos en el
país; la problemática es analizada detalladamente por Álvarez en su
obra, explicando las razones por las que siempre ha sido tan atractivo
en Venezuela el negocio importador.
Sin
embargo, el tema sugerido por Castillo desde el principio parecía
quedar relegado: el tema de la cultura rentista y como superarla. Es
verdad que la explicación del autor estuvo orientada a expresar que ya
en el pasado se hicieron intentos por superar el carácter rentista de la
economía, aunque esto no signifique en sí mismo la superación de esa embriaguez de facilismo
que es la cultura rentista. Para Álvarez, es necesario construir un
modelo “que respete al consumidor y al trabajador”, siendo este un
modelo de economía social sustentable donde
los trabajadores serían co-propietarios de la empresa, de la industria,
y donde la producción se orientaría a la satisfacción de las
necesidades de los trabajadores y de la comunidad. Este tipo de
propuesta, con todos los matices y variantes que pueda haber, nos parece
que son el camino por el que hay que transitar. Sin embargo, los
problemas, como sabemos, no están en la concepción y formulación de
proyectos, cuando estos son realmente pertinentes, revolucionarios y
creativos. El tema-problema central, o complementario, cuando no es de
voluntad política, parece ser ético-político, ideológico-cultural, de
valores y creencias, de patrones implantados cuya esencia parece que llevamos en la sangre.
O
es que ¿No tendríamos que preguntarnos por la ética dominante en ese
sector industrial que fue sobreprotegido en la Cuarta República? Porque
el excesivo sobre-proteccionismo impulsado desde el Estado fue una causa
importante de la ineficiencia en que degeneró esa burguesía, pero
también en esta hay una importante cuota de responsabilidad; claro, si
el muchacho es llorón y la mamá lo pellizca… Sí soy, naturalmente, un
empresario que quiere ganancias, con afán de lucro, y luego el Estado me
quita la competencia, lo cual es, en una economía capitalista normal,
el impulso a la calidad y la innovación ¿Que puede pasar? Desenlace
natural, pues.
A
lo largo del programa, Castillo colocó fragmentos de documentales sobre
el tema en discusión. Uno de ellos fue el didáctico trabajo de Anny
Leonard sobre la “Economía de los materiales”, que expresa lo aberrado y
derrochador del actual sistema. El otro, un material donde se trata la
propuesta del economista austriaco Cristian Felberg, sobre la “Economía
del bien común”, que parte de la crítica a lo que este autor considera
los dos pilares de la economía imperante: el afán de lucro y la competencia.
A partir de aquí, la idea consiste en reorientar los incentivos hacia
este nuevo tipo de economía. Para ello, el movimiento plantea un
criterio denominado “Balance de bien común”, que serviría tanto para el
consumo como para otorgar incentivos. Desde este ángulo, la gente
adquiriría los productos en función del grado de bien común que estos
han producido, y el Estado y demás instituciones incentivarían a las
unidades económicas de acuerdo al mismo baremo.
Felberg,
hace la crítica de los indicadores que la racionalidad económica
imperante ha utilizado para medir el desempeño de una economía dada,
como lo es el PIB (Producto Interno Bruto), y que a pesar de ser un
“número”, que algo dice ¿No?, está lejos de poder expresar el grado de
bienestar o felicidad de una población determinada. Un pasaje del
documental Zeitgeist Moving Forward,
da por cierto un ilustrativo ejemplo de lo que esto significa, cuando
afirman que en año reciente, el sector salud de Estados Unidos había
aportado el 17% al crecimiento del PIB, lo cual pareciera reflejar mucha
pujanza y progresismo. Pero sucede que esto significa que mucha gente
se enfermó ese año y tuvo que gastar su dinero en instituciones de salud
privadas, lo cual por supuesto generó ganancias a estas que se
reflejaron en el indicador llamado Producto Interno Bruto. ¿Qué nos dice
este ejemplo? Que una sociedad puede estar enferma pero su PIB, sin
embargo, puede mostrarse muy saludable. A propósito del tema que
discutimos, el Movimiento Zeitgeist propone como solución al colosal
descalabro de la economía actual, la llamada “Economía basada en
recursos”.
Pensamos
que la propuesta de Felberg, la “Economía del bien común”, es una
propuesta enmarcada dentro de la construcción del socialismo como nuevo
modo de vida y forma de organización. El problema, es que el noble
planteamiento parece chocar con el sistema de valores y creencias
dominante. Porque, salvo que un grupo experimental viaje campo adentro, y
una vez ahí, lejos del artificio moderno de la ciudad, lejos de sus
universidades y de sus medios de comunicación, de su furia constructora,
impulse procesos económicos alternativos que beneficien a todos por
igual, difícilmente puedan alguna vez tener éxito sostenible propuestas
como la de Felberg. Otra cosa sería si se impulsara una real y profunda
transformación de las instituciones que inciden en nuestra manera de ver
y entender el mundo, que es el otro desafío pendiente.
No
obstante este importante debate, para Álvarez es importante que el
nuevo modelo productivo se oriente en la producción de los bienes
esenciales para la vida, y como esto último hay que tenerlo bastante
claro, Castillo repicó de inmediato inquiriendo sobre cuáles deberían
ser esos productos, a lo que el invitado respondió acertadamente,
enumerando la comida, la bebida, el techo y la ropa como bienes
esenciales a producir. El problema es que esto es perfectamente factible
en el marco de relaciones de producción capitalistas, por lo que
Álvarez enfatizó la idea de la necesidad de preparación, tanto de los
trabajadores para que aprendan a ser co-propietarios, como de los
patronos para que “acepten” también el cambio en su relación con los
productores.
Vuelve
a saltar a la vista el tema del cambio cultural y Castillo lo reitera.
Álvarez, finalmente dice que ese es el cambio más difícil, el gran
desafío. Combatir la cultura rentista, esa tendencia a que florezca en
nosotros, en medio de la abundancia, esa suerte de mentalidad saudita,
parece constituir un formidable obstáculo en el propósito de construir
modos de producción que se salgan de la gramática moderna-capitalista.
¿Hundiéndonos en el excremento del diablo?
Muchos pensadores, mucha gente, clase trabajadora, clase media, nuevas
clases emergentes, desempleados, funcionarios; hasta se conformarían con
un capitalismo que funcionara mejor, pero esto sería retroceder en las
expectativas, y ahí si es verdad que terminaría el sueño de una eventual
“Economía del bien común”.
Así
transcurrió la última edición de Tv Foro, un programa donde se vienen
haciendo esfuerzos interesantes que demuestran, como en el caso de la
discusión nuevo modelo productivo – cultura rentista,
lo fructífero que puede ser el estudio conjunto de la economía política
y los aspectos culturales, tradicionalmente separados por la división
intelectual del saber.
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