La pregunta de los 64 000

Hace muchísimos años existía un programa de televisión en el cual se les hacía preguntas a los concursantes, los cuales, si contestaban bien, recibían un premio en dinero, el cual iba aumentando paulatinamente hasta llegar a su máximo, que era de 64 000. La última pregunta era sumamente difícil, y muy pocos la podían contestar. Tanto pegó el programa, que se quedó como un dicho popular la frase de "esa es la pregunta de los sesenta y cuatro mil pesos". En estos días me ha venido a la mente el dichoso programa. El caso del Bambi Posada me lo ha hecho recordar.
El Bambi, el cual se encuentra cómodamente retenido en un centro de detención de Texas, se enfrentará el 10 de junio a un juez de inmigración que decidirá lo que con él van a hacer. Esa es la pregunta de los 64 000: ¿qué va a hacer el gobierno de este país con Posada? Si aquella famosa pregunta del viejo programa de televisión era difícil de contestar, esta pregunta sobre el destino de este hombre es tan o más difícil de darle una respuesta.

El gobierno tiene cuatro posibles caminos: le pone una fianza y lo suelta a la calle; lo deja detenido indefinidamente en un limbo legal, hasta que la gente se olvide de él; lo deporta a algún país amigo que lo quiera tener en su territorio, o cumple con sus compromisos internacionales y lo deporta a Venezuela. Quizá algún bien informado tenga la respuesta correcta, pero la mayoría de las personas que aquí vivimos no tenemos ni la menor idea de lo que va a hacer Mr. Bush con esta papa caliente que le han puesto en sus manos.

Para tener una idea correcta de lo que sucederá con Posada habría que saber si a él lo trajeron sus amigos a Miami sin la autorización de las autoridades de este país o si todo, desde el principio, fue un plan de la CIA para darle refugio en Estados Unidos. A mí me da la impresión de que fueron los amigos del Bambi los que lo trajeron sin permiso de nadie y quienes lo sacaron a la luz pública para presentarlo como un hecho consumado. Conociendo con la soberbia y la prepotencia con que operan estos personajes, es muy fácil pensar que eso fue lo que sucedió. Ellos deben de haber pensado que, después que estaba aquí, le iba a ser muy difícil sacarlo al gobierno que tanto le debe a la derecha cubanoamericana de Miami.

Sigo pensando que quisieron tratar el caso de Posada como el de un cubano cualquiera, que se podía proteger bajo la famosa Ley de ajuste cubano y que no se iba a formar ningún escándalo por su presencia. Sigo pensando que si el Gobierno de Cuba no hubiera hecho las denuncias que ha hecho, con el Bambi nadie se hubiera metido. La lógica de los amigos de Posada les debe de haber fallado cuando se imaginaron que Cuba no iba a hacer nada. Si ellos lo hubieran traído y lo hubiesen mandado para cualquier ciudad de los Estados Unidos, sin haberle dado publicidad al caso, Posada estuviera hoy libremente viviendo en San Francisco, Chicago o cualquier otra ciudad norteamericana sin que las autoridades lo hubiesen molestado en lo más mínimo. De eso no me cabe la menor duda. Pero como siempre lo hacen, esta gente se envolvió en su prepotencia. Hasta llegó a declarar el mismo Bambi, en una entrevista periodística, que a él nadie lo estaba buscando, que él se estaba paseando por las calles de Miami, que iba a restaurantes y a consultas médicas y que las autoridades no lo molestaban.

Después que lo detuvieron con manos de seda, se lo llevaron, cómodamente, bien lejos de Miami, donde está recibiendo a sus amigos y por qué no, a sus antiguos empleadores, me imagino que pintando, haciendo yoga y leyendo a Confucio. Allí espera el día 10 de junio para ver cuál va a ser su destino. Estoy seguro de que, si en estos momentos el Bambi tuviera que contestar la famosa pregunta de los 64 000, se llevaría todo el dinero consigo. Estoy seguro de que él sí sabe la respuesta, ya que, a estas alturas hace rato se la han soplado al oído.

*Periodista cubano radicado en Miami


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