Cuba y Venezuela: Otra vez dando ejemplo

No quiero dejar pasar las borrascas de mayo sin comentar un hecho de abril que, de haberse realizado en otros escenarios y con otros protagonistas, muy seguramente habría contado con mayor difusión en los grandes medios.

El silencio, esta vez, no pudo estar más justificado. Cuba y Venezuela resolvieron desoír, una vez más, las voces del Imperio y firmaron unos acuerdos en los cuales reina una filosofía distinta al gano pierdes tan de la usanza en los convenios que Estados Unidos suele imponerle a sus colonias y en los cuales sobra decir a quien le corresponde el gano y quienes se llevan el pierdes.

Estos acuerdos están acompañados de un documento que podríamos considerar como su columna vertebral y al cual se le conoce como el Plan Estratégico de Integración y cuyo espíritu gravita en torno al ALBA “Alternativa Bolivariana para las Américas”, al cual en alguna oportunidad nos referimos en esta misma columna.

Con la suscripción del Plan Estratégico, Cuba y Venezuela inauguran un nuevo estilo de integración en América Latina, pues lo acostumbrado hasta hoy había sido, y seguirá siéndolo mientras continuemos bajo la culata norteamericana, firmar acuerdos para estimular y garantizar las ganancias de los dueños del gran capital -de aquí y de allá, pero más de allá-, comprometidos en la producción de los bienes o servicios materia del acuerdo.

En este caso, por el contrario, Cuba y Venezuela resolvieron aunar esfuerzos para desarrollar “la más beneficiosa complementación productiva sobre bases de racionalidad, aprovechamiento de ventajas existentes en una y otra parte, ahorro de recursos, ampliación del empleo útil, acceso a mercados u otra consideración sustentada en una verdadera solidaridad que potencie las fuerzas de ambos países”, según lo dice el artículo tercero del Acuerdo para la aplicación del ALBA.

Los resultados esperados de tan “beneficiosa complementación productiva” están contenidos en un documento que, pese a lo sintéticas que son las expresiones en él utilizadas, abarca casi seis páginas de difícil resumen, pero de las cuales logra brotar un espíritu de solidaridad tan espeso que se diría hecho entre hermanos amantísimos que se sienten llamados al apoyo mutuo, y no entre simples representaciones de dos Estados que han sido urgidas por una coyuntura histórica muy particular a elaborar un protocolo de buenas intenciones.

La piedra angular del acuerdo está constituida por las fortalezas más significativas de cubanos y venezolanos; es decir, por el amplio desarrollo de los recursos humanos, culturales y científicos de Cuba y por la estratégica industria petroquímica de Venezuela. En torno a estos dos pilares girarán todas las acciones derivadas del acuerdo, las cuales se orientarán, primerísimamente, a elevar el nivel de vida de la población de ambos países.

Por eso no debe extrañarnos que sean tan pocos los párrafos dedicados a temas que se convierten en la esencia de los acuerdos entre otros protagonistas, como son los de preferencias arancelarias, las desgravaciones aduaneras y demás pactos de carácter eminentemente comercial, pues para el caso se tuvo suficiente con mencionar como incorporados al Plan Estratégico los compromisos de Venezuela que hacen parte del Acuerdo entre MERCOSUR y la Comunidad Andina de Naciones y que sean pertinentes al Plan.

Es de anotar que este Plan Estratégico se suscribió acompañado de 48 documentos más, con los cuales se busca profundizar las relaciones de integración entre los dos pueblos y gobiernos. Como se lee en la Declaración Final, estos documentos “incluyen acciones a desarrollar e iniciativas que contribuirán progresivamente a fortalecer el proceso de integración inspirada en el ALBA”, la cual “no se hará realidad con criterios mercantilistas ni intereses egoístas de ganancia empresarial o beneficio nacional en perjuicio de otros pueblos”.

Simón Bolívar y José Martí ya pueden comenzar a sosegar su sueño. Fidel y Chávez están en la palestra sembrando los cimientos del anhelo bolivariano, que Martí compartía: “Ver formar en América la más grande nación del mundo, menos por su extensión y riqueza que por su libertad y gloria”.


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