Alucinaciones sudakas en el hervidero europeo de los centollos ideológicos

Esta mañana me desperté con la horrorosa convicción de que soy un perfecto ignorante y un sudaka de derechas. Es triste pero decenios de vida en Europa e intensa integración social no han servido de nada. La pesadilla padecida en la madrugada, causa de mi abrupto despertar, me provoca angustia de sólo recordarla: había una gran olla llena de rojos centollos agonizando en el agua hirviente. Diabólicos cocineros los empujaban con puntiagudos tenedores y lanzaban carcajadas satánicas. Allí estaba el centollo Gadafi, el centollo Daniel Ortega, el centollo Chávez, el centollo Alba Rico, el centollo al Assad, el centollo Fidel, el centollo Juan Carlos Monedero, el centollo Atilio Borón, el centollo Zurutuza, etc, etc. Pero lo más terrible es que yo era también un centollo y estaba allí cociéndome vivo. Los cocineros tenían caras de Sarkozy, Cameron, Obama, Erdogan, Angela Merkel, y otros que al principio no alcanzaba a reconocer.

La actividad de pinchar, empujar, hundir y avivar el fuego era frenética. Las carcajadas tapaban las confusas vocecillas de los desgraciados crustáceos.

Claro, sueño estos espantos porque soy un sudaka y además de derechas. Mi pobre formación “idelogista”, forjada en golpes de estado imperialistas y operaciones cóndores, no me permite entender por qué se puede sentir alivio y júbilo (Alba Rico dixit) ante la destrucción de Libia. Tampoco entiendo el sentido de una respuesta de Zurutuza, ese periodista independiente del periódico más independiente aún llamado Gara: a la pregunta, ¿tú crees que ahora, después de caído el régimen de Gadafi, se podrá llegar a una democracia? el centollo contesta: “No, para eso harán falta varias décadas”. Entonces, claro, uno vuelve a preguntar, ahora para sus adentros, ¿y para eso se destruyó Libia, para eso son decenas de miles de muertos, para esperar otros cuarenta años a ver si cuela la ansiada democracia “zurutucista”? Y cuando estoy intentando asimilar tales razonamientos otro centollo me mete una pata en el ojo. ¡Pero si es otra vez el Santi! ¡Mi ídolo, mi maestro! ¡Cuidado Santi! ¡Que estoy aquí! Pero él no me oye. Y la verdad es que tampoco puede hacerlo porque uno de los cocineros, creo que Alain Jupée, lo tiene apuntalado con el tenedor justo al borde de la olla y lo empuja hacia abajo. Al final resbala, me saca la pata del ojo y se hunde en el hervidero, pero casi enseguida emerge, ¡vamos Santi todavía, carajo! Y ahora viene con otros, todos rojísimos, en plena cocción desesperada, y traen enarbolada una pancarta, los cojudos.

"Desde Marruecos a Bahréin la reivindicación es la misma: un cambio pacífico y radical que instaure una democracia que ampare los derechos sociales y económicos de la mayoría" Pasa un entusiasta y me dice: “en este valiente escrito se define la nueva postura radicalpacifista”. “Cam-bio ra-di-cal y pa-ci-fis-ta”—remarca otro que enarbola una bandera. Acabada Libia, nunca mejor dicho, ahora le toca a Siria. Escucho que están largando una larga perorata colectiva y pongo atención. Parece que tengo los oídos tapados, me hurgo con una pinza, pero es inútil, no entiendo nada ¿Que Siria es un país cerrado a la información independiente? Bueno, puede ser, no digo que no pero ¿a qué información independiente? ¿Al Jazzera? ¿La CNN? ¿La agencia Efe? ¿El Zurutuza? ¿Que el régimen Sirio miente? Esto es más coherente, todo”régimen” miente, no lo voy a negar. ¿Pero quieren decir que esos 600, o más, policías y militares muertos son mentira? ¿Quiere decir que no hay bandas armadas metiéndose por las fronteras para crear caos? ¡Vaya joputa el Assad! Hay un grupito de centollos que pasan a mi lado y me miran con desprecio: “Oye tú, dinosaurio, las teorías conspirativas y la ideología antimperialista han dejado de ser válidas” ¡Diantre! ¿Entonces a mí y a mi continente al completo qué le pasó en aquellas épocas que tuve que salir escopetado? ¡De pronto hasta me lo imaginé todo! “¡Ahora nos vas a tener que escuchar Stalinista de mierda!”, vocifera otro acojonándome por completo. A continuación, declama en mi oído tapado: “¡Rechazamos la injerencia extranjera (Para que se entienda: léase en el lenguaje de la izquierda pasada, jurásica, superada: imperialista.), al igual que el pueblo Sirio, pero nos resistimos a aceptar que nada puede hacerse!” “¡Vale!”--digo yo—“de acuerdo, no te pongas así, entonces habrá que hacer algo.”Algo, algo, aalgoo, al-go ¿qué será ese algo? ¿Qué acabo de decir? ¡Mein Gott! se me ponen los pelos de punta. “Pero Libia…”—comienzo a decir. “¡Libia nada!”—me gritan—“¡Gadafi era un dictador sangriento! ¡Al Assad un tirano criminal! ¡Un déspota asesino!¡Un autócrata genocida!¡Un torturador sádico!¡Un opresor maléfico!¡Un absolutista absoluto!¡Un intolerante dictatorial!” Me quedo sin saber qué decir, me pasan por encima, pero cuando parece que van escapar se asoma la Merkel, Erdogan y el mismísimo Obama, luciendo una camiseta del partido comunista de Túnez, y los golpean fieramente con sendos cucharones ¡Libertad para Siria! alcanza a gritar alguno mientras cae otra vez al agua. Yo estoy agarrado, arañando de alguna forma resbalosa la olla pero igual me hundo lentamente ¡Esto no tiene arreglo!, voy a decir, pero siento que me apoyo, algo me levanta. Hay varios caparazones que suben y me están sosteniendo. Entonces me doy cuenta de que son sirios y están clamoreando cosas. “Debo escucharlos”—me digo—“nada mejor que ellos para saber la verdad”. Veo nuevas pancartas.

Me ponen ante la vista un documento que parece ser una declaración de principios del CNT sirio, afincado en Turquía, que como todos sabemos (y de eso está dando sobradas pruebas) es un país que fomenta el socialismo y la democracia. Leo lo que puedo, el movimiento de burbujeo continuo dificulta la labor, pero hay algo que me llama la atención. Se declara más de una vez, con insistencia, la vocación pacífica y anti-injerencista del movimiento y en uno de los puntos (curiosamente encerrado en paréntesis) se especifica muy claramente que el gobierno de Assad tiene que irse y que ellos, el CNT, CNS, SNX, lo que sea, no van a permitir que nadie negocie nada con ese gobierno. Nadie debe aceptar ni negociar y Assad tiene que irse. Otra vez me siento enmudecido. “Extraño pacifismo”—me digo—“No va a haber conversaciones, no habrá diálogo, agenda, nada ¿Y cómo lo van a hacer?” La imaginación se me desboca. Le meto una pata a alguien en el ojo para sostenerme, creo que es Ignacio Ramonet, (me da igual, ya me lo han hecho a mí) y fabulo un CNT español en Brasil, por ejemplo. Así que estamos allí, toda la izquierda (perdón, tal vez yo no), en fin, los rebeldes españoles, los del 15M, por ejemplo, y dicen eso de “no vamos a negociar nada” “que se vayan todos y dejen que nosotros, que somos españoles legítimos, constituyamos el gobierno”. Entonces la humanidad presencia un hecho histórico notable. Los gobernantes del estado Español, viéndose sitiados, hacen pública una declaración donde dice: “Bueno. Vale. Nos vamos.” El sangriento tirano Zapatero, también conocido como “el hambreador”, carga a su familia y enseres en una furgoneta y se retira a Francia. Rajoy, llamado por algunos “Mister Abismal”, se toma un avión a Miami. El rey encabeza una melancólica caravana del exilio hacia Arabia Saudí. El ejército abandona las armas y los soldados con su mochilita y en perfecto orden forman una silenciosa marcha hacia Algeciras de donde toman el barco a Marruecos solicitando asilo político. Me entra como una desesperación: “Oye, tronco, yo no me quiero meter”—le grito al Sirio—“pero me parece que eso que dices no va a ocurrir nunca. Ni Ghandi puede con eso. Se necesitaría incrementar las sanciones para afectar a la población, dar más caña con los grupos armados que se cuelan desde Jordania, unos bombardeitos de alfombra que se larguen el camarada Sarkozy y nuestros amigos Israelíes y alguna divisioncita acorazada del ayudante de cocina Erdogain, si fuese posible… El resto del trabajo vosotros lo estáis haciendo muy bien…” El tipo me enfoca con sus antenas centóllicas crispadas y no me deja terminar el pensamiento. “¡Facha!”—me grita—“Nosotros hacemos una revolución espartaquista ¿Qué quieres insinuar? Entérate: nosotros somos pacifistas y Assad tortura niños ¡Ignorante! ¡Asesino! ¡Fachaaaa!” En ese momento veo asomarse a Hillary Clinton (alias Hitlary) y la muy bestia esgrime una cuchilla choricera brutal con la que pincha al centollo Sirio que patalea un poco y cae en picado al agua hirviente. Cuando pasa a mi lado, en caída libre, me grita otra vez: “¡Fachaaaaa!... Hitlary, indignada, llena de fogosidad democrática me dice mirándome fijamente a las antenas:”Cómo ya expresaron los compañeros Sarkozy y Alba Rico, la juventud Siria también merece lo que la juventud Libia… y basta ver la cara compungida de nuestro gran amigo de Francia cuando así habla, para que entendamos la tristeza de este hombre sensible ¿O qué? ¿Acaso no te das cuenta de que por primera vez en la historia estamos todos de acuerdo? Izquierda, derecha, anarquistas, nazis, libertarios, todos unidos ante el desafío. Sarkozy y el partido comunista de Túnez dicen las mismas cosas y en el mismo orden. Se acabaron todas las fronteras ¡Viva la humanidad!” La tipa me liquida dialécticamente, me quedo sin argumentos, y me escondo detrás de Ramonet que ha conseguido sacarse mi pata de la antena ocular y está subiendo. Me deslizo de lado e intento irme a otra parte. Una chica argentina me llama la atención: “Pará che. ¿Adonde vas?” “Aquí, sólo estoy aquí, nada más”—respondo. “No te me hagás el pelotudo. Yo te conozco. Vos sos el que andás por ahí diciendo que como sos sudaka, pobrecito, nadie te comprende y que la izquierda europea no se qué y la izquierda sudaka no sé cuánto y que Gadafi era bueno y que lo de Siria preludia otra catástrofe humanitaria peor aún y tonterías acerca de la geoestrategia y boludeces así ¿no? Mirá, yo soy argentina, y muchos firmamos el documento colectivo por la liberación de Siria. Este de aquí es colombiano, aquel es guatemalteco, todos somos sudakas y no nos gusta nada lo que andás chamullando por la esquinas” “¡A la mierda! ¡Me cazaron! ¡Estoy perdido!”—pienso a gritos dentro de mi caparazón. Miro hacia arriba, Hitlary sigue allí. “De pronto con ella se puede negociar”—reflexiono, pero en seguida me doy cuenta del disparate y decido simplemente claudicar, entregarme de una vez. “No te calentés, no seas boluda. Vengo de buena onda, che. Mirá, al final les va salir la cosa. Ahora la Liga Árabe, uno de los bastiones mundiales de la democracia y la sociedad abierta, dice que Assad no cumple lo tratado ¿Entendés? Ellos le dan por un lado, ustedes por el otro y ya lo tienen al cabrón. La pinza ¿viste?” “¿Ahora venís de chistoso?”—me increpó la chica—“¡Vos no sos facha, qué va, sos directamente nazi, un auténtico sorete burgués, un monstruo!” Se acercan otros centollos, todos sudakas. Detecto torvas miradas. Salto de cabeza al centro de la olla. Me hundo, quema mucho, pero nada que ver con el lío en que me estaba metiendo. Llevado una vez más por mis mitos racistas comienzo a cantar tristemente: “Yo soy sudaka porque el mundo me hizo así. Soy sudaka porque vivo sin amor…” Entonces deviene el horror. Se acerca un escuadrón cerrado de rojos centollos. Flamean encarnadas y heroicas banderas. ¡Son los de Corriente Roja! Ya es demasiado. La angustia se vuelve insoportable y me despierto gritando palabras inconexas.

Así fue la cosita. Para que se hagan una idea de cómo tengo el bocho. Y para terminar este terrorífico relato, bastante agotado por el esfuerzo, decido que hable otro por mí. El sabio chino Taomaoísta Si Mun Fleud.

 “Con un deseo infinito de revolución sucede como con un deseo infinito de divinidad; en el primer caso corremos el riesgo de alucinar una revolución popular en cualquier sitio y cualquier circunstancia y, en el segundo, se nos aparece el niño Jesús, la virgen María, vemos salir dos soles o levitamos.”

troquelmito@yahoo.es


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