La Sagrada Familia (motorizada)

Como una práctica social real, a diario, en la Gran Caracas y en algunas otras ciudades, se puede ver a la joven familia criolla transportándose en una pequeña moto de 100 o 125 centímetros cúbicos.   Papá, mamá y los hijos, en número de uno, pero con frecuencia también de dos y hasta de tres críos,  pueden ser observados circulando en moto en las calles y autopistas; sugiriendo este hecho el que quedaron atrás, ojalá para siempre, aquellos oscuros días del mandato sectorial de David Morales Bello, quien a causa de la popularidad de la moto como medio de transporte entre choros y asaltantes, decidió prohibir las motos (de gran cilindrada) e incomodar a todo motorizado.

Lo cierto es que mucha  familia joven se está transportando en moto en el país, y que los guardias nacionales no los están fastidiando. Y todo ello es muy bueno. La madurez y la perfección  de una sociedad y el logro de la suprema felicidad, tienen que estar matizados por pequeños detalles, en los cuales se haga tangible y patente que existe una vocación humanista en la vida colectiva y una verdadera voluntad por consagrar al interés popular. Yo creo que este es el caso con el asunto de las familias motorizadas.

El pueblo de abajo,  encarnado en la joven familia de escasos recursos, decidió tomar la vía  y el pueblo bolivariano en armas, la Guardia Nacional,  ha decidido de facto, honrar ese derecho a la circulación familiar; más allá de lo que piensen los leguleyos y las policías de Baruta o Chacao.  

Y es que el derecho a transitar libremente y a utilizar todo medio de transporte disponible es y debe ser inalienable. Para mucha familia joven, de poca plata,  la pequeña moto  de baja cilindrada es un vehículo accesible, de fácil  parqueo y guarda; el cual si la lluvia no se interpone, resulta relativamente cómodo, autónomo en cuanto a ruta y  horario y en cierta medida, barato de mantener; es decir, que está a la altura de la posibilidad de ese pobre bolsillo y ajustado a la capacidad de manipulación y  vigor de la temprana  edad.

En nuestros días en la Gran Caracas, transitan muchas pequeñas familias en moto, cada una a su ritmo y en su propia ruta.  Todos los miembros de la familia van con sus cascos, acurrucaditos, pegados uno detrás del otro, como si estuvieran ligados por pegamento; para así apuntalar  la estabilidad del desplazamiento y el equilibrio. En la sagrada familia motorizada nadie se mueve, saca la mano o voltea.  Todos van con vista al frente, concentrados y con su chofer manejando absolutamente  serio, alerta y responsable. ¡Es que esa conducción no admite errores! La carga es sumamente preciada. Es la vida familiar misma y toda ella completa. 

Se transportan familias en las mañanas y en las tardes para llevar a sus hijos a clase, ir al trabajo  y recogerse luego. Los sábados y domingos, un poco mas relajados, se les aprecia de paseo, en  visitas familiares  o en idas a la playa, aprovechando el menos intenso tráfico.

Quizá para algún científico social elevado solo a  alturas teóricas  trascendentes, esto sea un detalle nimio;  pero como un acto de justicia, es necesario que se proteja jurídica, socialmente y moralmente, a la familia que se transporta en moto y no, que se le intente satanizar o reducir a la  condición de algo ilícito o ilegítimo, tal como se pretende mediante la difusión de ciertos mensajes “disque educativos” en TV y en radio; Canal 8 y Tele ven por igual, en los cuales se tilda de transgresora a la sagrada familia motorizada. ¡Detenga ese atropello mediático!

Obviamente, hay otro tipo de motorizados también circulando. Toda clase de gente anda en moto y para toda clase de propósito, laboral o no, lícito o no, bien intencionado o malintencionado. Pero ese no debe ser un asunto que perjudique a la sagrada joven familia motorizada y a su derecho a existir. En realidad y en justicia, no se puede  hacer pagar por todo lo ajeno a la sagrada familia motorizada.  A ella, por el contrario, se le debe protección y apoyo. ¡Es por necesidad que andan así!

A aquellos entendidos en la materia vehicular que señalan que por razones de seguridad ciudadana no se pueden llevar niños en las motos o andar dos personas del mismo sexo en una moto etc., o ¿que se yo?, hay que abrirles los ojos, sembrarles el sentimiento de soberanía cultural e igualmente educarles los corazones. ¿Qué es eso de basar los juicios sobre este asunto en pura lógica fría sobre tránsito y en la facilitación de la labor policial? ¿Qué está primero,  la policía o la población? ¡El argumento esgrimido en los anuncios y propagandas educativas en TV obedece a  un pensamiento profundamente cuarto republicano! 

Por otra parte vale preguntarse: ¿qué pasa con los ingenieros venezolanos? ¿No pueden diseñar asientos de moto para tres o cuatro personas?  Asientos o adiciones que tornen en más cómodo y seguro el desplazamiento motorizado familiar. ¿Que pasa igualmente con los asambleístas? ¿No pueden modificar esas leyes y reglamentos vigentes y crear nuevas?  ¿Qué pasa con los especialistas en tránsito y en el sistema vial? ¿Es que se les acabó el cacumen y la creatividad?

 En otros países del tercer mundo como China y la India y en países europeos de larga tradición cívica, como Inglaterra, Holanda o Alemania también, desde hace 100 años se están inventado y produciendo cestitas para bicicletas y asientos  pequeños,  que se adicionan a la bicicleta o la moto, para que los padres transporten a sus pequeños con seguridad y para que se sirva la población de esos medios de transporte para movilizar sus pertenencias y enseres. Las dos ruedas se usan como medio de movilización hasta entre la clase acomodada y las vías, las leyes, el tránsito y la circulación, han sido diseñadas o rediseñadas, para permitir a que aquel que en dos ruedas se desplace, lo haga con la mayor dignidad.   

Ayudemos pues a la sagrada familia motorizada venezolana y démosle prioridad a esa ayuda; así no sea este un fenómeno interno a los consejos comunales y las comunidades (es decir, un asunto de moda política) sino un fenómeno social que es mas amplio y relativo quizá, a los intereses difusos del colectivo.  Este es un fenómeno extra comunal, pero que debe ser igualmente encausado para su desarrollo. De cada comunidad salen en las mañanas decenas de familias en moto, y se enfrentan fuera de su comunidad residencial, a esas calles de nadie….

¡Que Dios y la sociedad los protejan!  

scorzajuanvicente@gmail.com



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