Carta Abierta a Noam Chomsky

Estimado doctor:

      Por medio de la presente queremos manifestarle nuestra absoluta solidaridad con el Sistema de Administración de Justicia Venezolano y con el Presidente Hugo Rafael Chávez Frías en torno al caso de la jueza María Lourdes Afiuni, quien decidió poner en libertad a un delincuente de cuello blanco hoy en día alojado en su país (los Estados Unidos de América) y protegido por el gobierno del señor Barak Obama.

      Estamos seguros de que tanto usted como el Centro Carr y la Universidad de Harvard conocen ampliamente sobre el caso del asesino confeso Luis Posada Carriles, venezolano por nacionalización, quien entre otras cosas hizo estallar un avión cubano con más de setenta personas a bordo, todas muertas. Nuestro gobierno ha solicitado fehacientemente la extradición de semejante criminal, pero el gobierno de los Estados Unidos se niega tanto a ponerlo a disposición de la justicia venezolana como a condenarlo.

      También estamos convencidos de que conoce el sonado caso de los cinco ciudadanos cubanos detenidos en Miami, acusados de espionaje y encontrados culpables por la justicia norteamericana sin que hubiera ninguna clase de pruebas; hoy en día purgan condenas que van desde los quince años hasta dobles cadenas perpetuas, en cárceles de los Estados Unidos de América donde se les somete a brutales violaciones de sus derechos humanos, como el aislamiento de sus familiares, por mencionar solo un ejemplo.

      No podemos ni siquiera pensar que usted no esté informado sobre las detenciones y confinamientos arbitrarios a los que son sometidos hombres y mujeres a los que el ejército y los políticos de su país consideran enemigos, en la base naval de Guantánamo y quién sabe en cuántos otros lugares -más secretos- a lo largo y ancho del mundo. Allí se tortura a los prisioneros sin ninguna clase de restricciones, sin que medie información, sin rendir cuentas y sin permitirles defensa legal alguna… esas cárceles son un verdadero agujero negro en la cacareada “libertad democrática” de los/as norteamericanos/as.

      Nos imaginamos que conoce acerca de la grosera, conspirativa y constante intervención del gobierno de su país contra el sistema político que los hombres y mujeres de Venezuela hemos decidido adoptar y que se llama Revolución Socialista Bolivariana. Sepa usted que no se trata de un hombre, de un Presidente, sino de una amplia mayoría popular convencida de estar siendo reivindicada en sus luchas históricas contra unas clases dominantes parasitarias, criminales, arrogantes e intocables, aliadas siempre de los gobiernos de los Estados Unidos de América.

      Entonces, estimado doctor, nos cuesta entender que habiendo tantas llagas abiertas en la justicia de su propio país, tanta hipocresía, tanto doble rasero y sobre todo tantas personas afectadas (personas con nombres y apellidos, familias, proyectos, vidas destruidas), se venga usted a ocupar de sólo una persona, de nuestro país, y para colmo una jueza rica que deja libre a un banquero ladrón. Le informamos que ese tipo de situaciones: jueces que absuelven a criminales adinerados, corrupción y podredumbre en todo el sistema de administración de justicia desde el simple agente policial hasta el/la magistrado/a de la llamada Corte Suprema de Justicia (hoy Tribunal Supremo), tortura y muerte para los pobres pero impunidad total para los poderosos… ese tipo de cosas, Doctor, fueron las que nos llevaron a optar por hacer una revolución. Y ahora usted aboga por una jueza entre los muchos jueces que en este país se enriquecieron a costa de mancillar nuestra dignidad, de robarnos indirectamente a través de los poderosos a quienes ellos/as protegían.

      Deberían usted y los ricos, a quienes está defendiendo quizás sin saber que en este país nadie puede ser rico sin ser expoliador, corrupto y ladrón, agradecer que el Presidente Chávez se haya pronunciado y que quizás por eso la justicia venezolana, todavía roída internamente por una corrupción centenaria, haya decidido actuar. Porque si no lo hacían, tendríamos que hacerlo nosotros. Y no crea usted que con una cuenta tan grande de muertes, injusticias y vejaciones como la que se nos debe, nos íbamos a conformar con un simple arresto domiciliario. ¿Qué la señora Afiuni es una jueza? Bien. No vemos por qué debe contar con privilegios, ni sentimos de ninguna manera que se esté atentando contra su dignidad. ¿Qué ha sufrido mucho? Nos gustaría oírle hablar acerca del sufrimiento infligido por esta señora a millares de familias venezolanas al liberar a quien les robó a través de un banco. Ese sufrimiento es tan humano como el que usted atribuye a la jueza, aunque esos/as venezolanos/as no sean amigos/as suyos.

      Y es el sufrimiento de los confinados por su gobierno en Guantánamo, en las cárceles secretas mantenidas por USA, en los países invadidos y destrozados por el gobierno de su país, el que padecen los afectados por dictámenes judiciales mediados por dinero o intereses políticos, el de los cinco hermanos cubanos confinados en cárceles norteamericanas, el de los familiares de los asesinados por Posada Carriles y la CIA. Ese sufrimiento, aunque usted no lo reconozca, no lo sienta ni pueda ver, existe, está allí y clama por justicia.

      Nos molestamos en escribir estas líneas, en primer lugar, porque somos venezolanos de condición socioeconómica popular y conocemos mucho mejor que usted lo que aquí ha pasado entre ricos y pobres a lo largo de nuestra historia. Se trata de NUESTRA historia. En segundo lugar, porque a pesar de su atípico pronunciamiento, le seguimos considerando todavía un hombre crítico y valioso en un país que nos ha hecho un inmenso daño, sin que la sociedad norteamericana se haya pronunciado. Aunque justo es  reconocer que hasta aquí han venido compatriotas suyos a manifestarnos simpatía y solidaridad. Los/as consideramos dignos herederos/as de la casta de aquellos mártires norteamericanos que de la mano de nuestro Prócer Francisco de Miranda, dieron la vida en 1806 en un intento por liberar a nuestra patria de las garras de España. Hemos leído algunos de sus libros, Doctor. Sólo le pedimos que aplique lo que predica.

      Por último, le extendemos una invitación franca, de hermanos y hermanas del mundo, a venir a nuestro país; a quedarse con nosotros por un tiempo. Humildemente tendrá casa y comida en cualquiera de las viviendas donde habite un revolucionario, una revolucionaria. Así podrá conocer de cerca nuestra realidad. No todas las cosas pueden llegar a saberse por medio de los libros. Véngase a conocer a los hijos e hijas de Bolívar, a conocer nuestra historia, nuestras luchas. Venga a sentir en carne propia cómo nos agreden nuestros opresores y opresoras y entonces sentirá y sabrá de primera mano lo que sentimos, lo único que podemos sentir los revolucionarios y revolucionarias de este país hacia “intocables” como la jueza Afiuni.  
 
 
  (*) maestros, desde La Dolorita, Tierra de Dignidad y Revolución)  
 

   caliciabernet@gmail.com y julioruiz633@yahoo.com.


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