Corrían los tiempos en que se discutían en plazas, moradas y asambleas públicas la eficacia de unificar fuerzas políticas progresistas alrededor del Partido Socialista Unido de Venezuela y se comenzaba a debatir las propuestas a ser contenidas en el anteproyecto de reformas a la constitución.
En ese contexto expusimos una tesis que siento fue tachada por algunos colegas ponentes —y por parte del público asistente— como descafeinada y excéntrica por no decir come-flor.
No obstante, la luz de los días y desafíos crecientes de nuestro proceso, esta tesis cada día nos parece más cierta y necesaria.
Nuestra tesis era (y es) que hacer y promover la crítica en todos los terrenos es forjar sujetos críticos. Y que construir sujetos críticos es el caldo de cultivo de toda revolución verdadera e irreversible. Pero añadimos que hacer revolución y hacer sujetos críticos también es básicamente hacer poesía.
Esto es: revolución como un ejercicio individual y colectivo de liberación de la potencia de metamorfosis ético-estética, libertaria, eco-política, descolonizadora y desacralizadora del poder vertical en el sentido más revulsivo, profundo, dialógico, dialéctico.
Pensamos y sentimos también, con Walt Whitman, que “Cuando doy, me doy”.
Y qué ejemplo mayor de respeto y reverencia por la dignidad del otro que darle mi poesía, esto es mi versión más fiel y personal de cuanto acontece en el mundo. Una versión que puede resumirse en la dialogía del otro en horizonte de mí y de mí en el horizonte de la mirada del otro.
Recordamos a Benedetti para quien: “La generosidad es el único egoísmo legítimo”.
Y a Gregorio Marañón quien infería: “No sabrás todo lo que valgo hasta que no pueda ser junto a ti todo lo que soy”. Para Marañón llegar a ser cada cual presume ser necesariamente en democracia y en una comunidad en que todos nos realicemos unos a otros en lo que valemos unos para otros.
Aludiendo a Alphonse de Lamartine coincidimos en que la poesía —como la revolución— es de la misma “opinión de quienes son perseguidos”.
Y diferimos de Umberto Eco para quien: "La democracia es una manera de repartir un nivel soportable de injusticia a cambio de evitar una injusticia mayor."
Objetamos también la vieja tesis de Aristóteles según la cual: “La historia cuenta lo que sucedió; la poesía lo que debía suceder”.
Pues la poesía está llamada siempre a describir y narrar todo cuanto sucedió. Lo hermoso y lo ruin, los aciertos y las equivocaciones. Naturalmente de otra manera infinitamente más fiel y digna y cargada de futuro a como suele hacerlo la historia.
Más bien, como lo vio el poeta bengalí Rabindranath Tagore: “La poesía es el eco de la melodía del universo en el corazón de los humanos.”
Recuerdo que resonamos a Paulo Freire cuando nos regalaba una de sus maravillosas consumaciones pedagógicas:
“Nadie ignora todo, nadie sabe todo, por eso aprendemos siempre”. Conclusión perfectamente aplicable también al ámbito de la lucha política revolucionaria socialista y al de la fabricación poética.
Pues si “la burocracia es el arte de hacer lo posible, imposible” como decía Mencken, la poesía es justo lo contrario: el arte de hacer posible lo imposible.
Lenin dijo una vez refiriéndose a la revolución bolchevique: “la hicimos porque no sabíamos que era imposible”.
Eso es hacer poesía: hacer colectivamente posible, realidad defendible los sueños históricos de igualdad sustantiva de un colectivo.
El cómo hacerlo lo reveló ―sin duda poéticamente― el Che Guevara cuando dijo: “Hay que endurecerse sin perder jamás la ternura”. Esto es, endurecerse sin perder jamás la poesía.
Algo parecido a lo que refrendó el poeta argentino Roberto Juarroz:
“El poeta no habla a la sociedad sino al hombre, de soledad a soledad, de silencio a silencio, de ser a ser. La sociedad es ruido, campo de concentración más o menos disimulado, exaltación del lucro y del poder, malversación del hombre. La poesía es, en cambio, el mayor respeto del hombre”.
El gran poeta, pensador y soldado revolucionario cubano José Martí lo dijo así: “La libertad es el derecho que tienen las personas de actuar libremente, pensar y hablar sin hipocresía”.
Esto es en esencia la poesía: derecho a palabra libertaria, rebelde e imantada en clave de cotidianidad. Una palabra por la que han luchado históricamente los Pueblos.
Una poesía hecha arma para poder ser y convivir, dialogar y diferir, equivocarse y problematizar, transformarse, luchar y actuar libremente y poder pensar y hablar sin complejos ni hipocresía.
Justo en la conjugación de estos verbos siento se topan la auto-crítica revolucionaria neo-socialista y la escritura/ vivencia ―individual y colectiva― de la poesía.