Cronología de un anuncio devaluativo

Hoy 30 de diciembre, en horas de la tarde, el camarada Ministro de Economía y Finanzas, Jorge Giordani, hizo el anuncio de la eliminación de la banda inferior preferencial del sistema de cambios dual 2,60/4,30 Bs/US$. Explicó que el tipo de cambio único será el de 4,30 Bs/US$, eliminándose así el tipo preferencial de 2,60 Bs/US$ que se aplicaba para sectores económicos sensibles como alimentos y medicamentos, entre otros.

Inmediatamente sentí una profunda preocupación por el destino del sistema de precios de los alimentos y medicamentos (para usar los mismos sectores económicos mencionados antes) y la onda espaculativa que se desencadenará a partir del aumento de los precios de los bienes e insumos de las diversas cadenas de producción y comercialización de esos sectores económicos.

Calculé rápidamente que, si la inflación este año 2010 cerrará extraoficialmente en poco más del 26%, con un aumento de poco más del 65% del tipo de cambio al que se importan los alimentos, en cadenas productivas en las que los insumos importados representan hasta el 35% de los costos de producción, el aumento será de, por lo menos, 23% de los precios finales al consumidor, y si tomamos en cuenta que algunos rubros en los que aplica el control de precios, están congelados desde hace hasta dos años, el aumento de sus precios puede incluso superar el 50%.

En mi fugaz análisis de ese momento, agregué el hecho que el comportamiento de las diversas escalas salariales de nuestro país está desacelerándose sustancialmente, si no se encuentran en algunos casos congeladas de hace varios trimestres. El panorama y las previsiones inmediatas eran poco alentadoras, resumiéndose básicamente en una sustancial reducción del poder adquisitivo del pueblo como consecuencia de esa devaluación parcial de la moneda nacional.

¿Por qué la Dirección de la Revolución tomaría tal medida?

Inmediatamente inferí que debía obedecer a tres causas principales: Por una parte, la evidente reducción de la captación de divisas en nuestro país por concepto de la drástica caída de los precios internacionales del petróleo durante el inicio de la crisis estructural del capitalismo y su lenta recuperación hasta hoy día; la profundización del reto ya iniciado de reducir sustancialmente la grosera fuga de divisas que imperaba en nuestra economía a través del enorme mercado paralelo que se desarrollaba hasta hace unos meses; y finalmente, la necesidad imperativa de elevar la recaudación fiscal, en moneda nacional, para financiar la gestión del Estado, en general, junto a los planes de contingencia para darle salidas dignas a las poco más de 132.000 personas damnificadas, en particular.

Dándole más profundidad al análisis sobre esas necesidades listadas antes, me paseé por los posibles escenarios y políticas que permitirían lograr dichos objetivos, de la mano de aquella consigna de Ernesto “Che” Guevara que planteba que “no se puede construir socialismo con las viejas armas melladas del capitalismo”. En ese sentido, comparé la medida anunciada con las siguientes posibilidades:

1. El aumento de los controles cambiarios: Sería un arma mellada del capitalismo, que poco aportaría a evitar la fuga de divisas; por el contrario, pienso que ante más reducciones al otorgamiento de divisas, el mercado paralelo se oxigenaría más fuertemente, otorgándole más licencia a los estafadores cambiarios para especular con los precios de las divisas, con base en la escasez de otorgamiento de divisas a precio oficial por las diversas instancias que cumplen con la ley;

2. El aumento del Impuesto al Valor Agregado (IVA): Sería emplear una de las armas melladas del capitalismo por excelencia para la recaudación fiscal, por cuanto es un impuesto que siempre paga el bolsillo del pobre y lo paga tanto por los bienes importados como por lo producidos íntegramente en el territorio nacional;

3. La reducción de las cuotas de producción de la OPEP: Sería otra arma mellada que ayudaría a jugar especulativamente a aumentar los precios unitarios del barril de petróleo, pero por la misma reducción de la cuantía de los barriles exportados, la captación de divisas no variaría sustancialmente y, en cambio, se activarían todas las presiones comerciales internacionales hacia los países OPEP;

4. El estímulo a nuestras exportaciones en otros rubros: Sería un arma mellada más, pues supondría privilegiar la exportación de determinados rubros, por sobre la satisfacción de las necesidades nacionales de esos productos o servicios y eso, a generar eventuales escaseces nacionales, presionaría los precios domésticos al alza y causaría inflación.

En ese sentido, concluía que el impacto nocivo de cualquiera de estas medidas, aisladamente o en combinación, sería tan igual o incluso superior a la medida anunciada hoy por Giordani y aplicar cualquiera de ellas, sin excepción, sería caer en el supuesto de la máxima del Ché parafraseada antes.

En ese sentido, considero que la diferencia para reducir el impacto nocivo de la medida, no gira en torno a cuál de ellas tomar (u otras que seguramente se me escaparon), sino más bien en torno a qué medidas económicas verdaderamente revolucionarias acompañan a la devaluación parcial del Bolívar, y en torno a ello desarrollo algunas reflexiones complementarias a continuación.

Ante todo, debemos asumir y criticar constructivamente, partiendo de que la revolución aún no ha podido desmontar sustancialmente el parasitario comportamiento económico rentístico establecido desde la IV República, que opera en dependencia absoluta de las exportaciones petroleras y las divisas captadas en consecuencia, para importar una grosera parte de los bienes y servicios requeridos por nuestra población, ocasionando un franco desestímulo a la producción nacional y un caldo de cultivo ideal para los especuladores nacionales e internacionales, de lograr altísimos márgenes de ganancia por puras operaciones comerciales, sin un ápice de producción nacional ni generación de valores para el conjunto de nuestra economía.

En la actualidad es indispensable, aún si no se hubiera tomado ninguna de las medidas enunciadas anteriormente, que la Revolución se case cuanto antes la pelea de transformar la estructura económica nacional, estimulando y privilegiando la producción nacional sobre las importaciones, a la par de establecer un preciso y eficiente sistema de controles a qué se importa, cuándo se importa y en qué cantidades se importa. No es justo, digno, ni mucho menos revolucionario, que en nuestra economía socialista en construcción se importen los groseros volúmenes de silicone para prótesis estéticas (que hacen de Venezuela uno de los mejores destinos del continente para “hacerse las tetas”) ni que nuestro índice per cápita de celulares Blackberry sea más alto que en Cánada o Estados Unidos, países de donde es originaria esa marca transnacional. Ese es el debate que las y los revolucionarios debemos dar hoy por hoy, y no el que ya sale de boca de los apologetas del desastre, sobre “la gran inflación que generará el régimen en el mercado nacional”.

Paralelamente a ello, hay medidas que en el corto y mediano plazo pueden coadyuvar a los objetivos económicos de la Revolución y paliar los eventuales efectos negativos de la medida anunciada, a saber:

1. El aumento del Impuesto al Lujo, sincerando revolucionariamente los bienes y servicios que deben pagar ese impuesto que pecha exclusivamente a los de arriba y no a los pobres;

2. El establecimiento de impuesto(s) a las diversas transacciones finacieras, tanto nacionales como internacionales, que pagarían solo quienes tengan la capacidad financiera para girar transacciones de altos volúmenes de dinero en diversos tipos de transacciones y con numerosos fines;

3. Reformar definitivamente el Código de Comercio de Venezuela, que data del año 1955 y que es una copia de los códigos de comercio de los principales países capitalistas del mundo, reemplazándolo por una normativa que establezca estrictos controles a todos los procesos comerciales, en especial estableciendo márgenes máximos de ganancia permitidos, asignándole esa tarea al bloque socialista que pronto iniciará ejercicio en la Asamblea Nacional y su moralmente fortísima Junta Directiva, ya anunciada; y

4. Reforzar el papel del Indepabis, con una gestión revolucionaria, honesta y que potencie como objetivo primordial a los comités de usuarias y usuarios, como estructura básica del Poder Popular para hacer Control y Seguimiento efectivo a los comerciantes y procesar sin dilaciones las denuncias a la usura y estafa de comerciantes a todo nivel y en todo el territorio nacional, que seguramente usarán la excusa de la devaluación del tipo de cambio para aumentar hasta los precios de las empanadas de queso (hechas con puros insumos nacionales).

Asimismo, debemos tener en cuenta que Venezuela hoy día se encuentra en una fase de transición al socialismo, que consiste en la superación progresiva de formas capitalistas (económicas, para efectos del presente análisis) por formas socialistas que (valga la redundancia) “socialicen” los beneficios tan igual como los costos, trabajo y sacrificios de toda la producción nacional de bienes y servicios, de la mano de la construcción de unos valores de justicia, igualdad y solidadridad que las acuñen. En ese sentido, nuestra economía tiene aún un elevado componente del modo de producción capitalista, que hoy atraviesa una sostenida crisis estructural, de la que Venezuela no es ajena; esta devaluación parcial de la moneda representa eminentemente una consecuencia de esa crisis estructural del capital, ocasionada por las grandes corporaciones bancarias, financieras, bursátiles y de seguros en todo el mundo, que nuestra economía ha resistido tenazmente para no impulsar oleadas de despidos y reducción del gasto social, entre otras medidas que en los países del “primer mundo” fueron, por cierto, de las primeras que ejecutaron.

Para culminar, cierto autor revolucionario planteaba que toda crisis representa a su vez una enorme oportunidad de hacer revolución. Apropiándonos de ese análisis, debemos asumir que la medida económica producto del presente análisis, traerá algunas consecuencias difíciles de superar, tales como una alta inflación, pero a su vez significa una gran oportunidad para profundizar la irresuelta lucha de clases en nuestro país, y llevar adelante una cruzada popular en contra de la enorme burguesía comerciante parasitaria montada sobre los lomos de las y los pobres de nuestro país, al mismo tiempo que tracemos un plan para resolver definitivamente la peligrosa y nociva dependencia económica de nuestro país del sector externo. Peligroso para el bolsillo del pueblo individualmente, del mismo modo que es peligroso para la revolución en su conjunto.

alexandersuarezg@gmail.com



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