Comunidad Sudamericana: ¿retórica o independencia?


El lanzamiento formal de la Comunidad Sudamericana de Naciones deja más interrogantes que certezas. Los hechos hablan de un reacomodamiento neoliberal, señala Víctor Ego Ducrot de la Agencia Periodística del Mercosur.

Las sonrisas estampadas en la foto de los firmantes de la Comunidad Sudamericana de Naciones contrasta con las preocupaciones y los interrogantes que necesariamente quedaron abiertos después de tanta retórica y protocolo.

¿Qué significa en realidad la aparición de la nueva Comunidad regional? ¿Estamos a las puertas de un proceso independiente, que busca un lugar propio en el mundo del siglo XXI, o ante la adecuación de nuestros países al nuevo modelo de reparto hegemónico, caracterizado por el avance desmesurado de la grandes corporaciones transnacionalizadas como nuevos agentes directos de poder político y por la creciente limitación del Estado nacional como regulador social?

¿Estamos frente al inicio de un proceso de integración para el conjunto de la sociedad sudamericana o la región marcha hacia la consolidación de un modelo sólo aplicable a las minorías integradas al modelo neoliberal?

Según datos de la Comisión Económica para América Latina (Cepal), la Unión Sudamericana comprende a 12 países, con 17.300.000 de kilómetro cuadrados (casi el doble de la superficie de Estados Unidos) y en ella viven 380.000.000 de personas (unos 100 millones más que en Estados Unidos). Esta región es la primera exportadora mundial de alimentos, contiene la mayor reserva ecológica del planeta (agua, biodiversiad) y se encuentra entre las más grandes cuencas energéticas y de reservas minerales.

Sin embargo, y según la misma fuente, el 50 por ciento de su población es pobre y el 25 por ciento vive en le indigencia. Sólo un 40 por ciento está integrado al sistema productivo, como proveedor de mano de obra calificada y agente activo del mercado, es decir como sujetos incluidos o tenidos en cuenta por la ideología huracanada de los acuerdos de libre comercio, que así, por sí mismos, se presentan como panaceas del progreso mundial.

Entre 1990 -pleno auge fundamentalista del Consenso de Washington- y 2002, la participación de empresas extranjeras en las actividades de servicio pasó del 10 al 38 por ciento. En el sector manufacturero esa presencia es del 55 por ciento. Las corporaciones tienen en sus manos la mitad de la producción industrial latinoamericana.

En el mismo período, la participación de las grandes transnacionales entre las principales 200 exportadoras pasó del 25 al 41 por ciento. De los 100 mayores bancos, los privados extranjeros pasaron a controlar del 5 al 35 por ciento de los depósitos. En Argentina, por ejemplo, pasaron del 15 al 52 por ciento y en México, como consecuencias del NAFTA (Acuerdo de Libre Comercio para América del Norte) ese control llega hasta el 80 por ciento.

Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el empleo informal pasó del 44 al 48 por ciento entre la Población Económicamente Activa (PEA). 76.000.000 de latinoamericanos viven con menos de un dólar por día mientras que 175.000.000 lo hacen con memos de dos dólares.

Argentina, que para Estados Unidos, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM) durante casi una década fue "el país modelo", ofrece índices escalofriantes: entre 1974 y 2004, los sectores de mayores recursos incrementaron sus ingresos en un 41,1 por ciento, mientras que los más bajos de la pirámide los vieron disminuir en un 47 por ciento, según el organismo estatal de encuestas y censos (INDEC).

Este país, miembro destacado junto a Brasil del Mercado Común del Sur (MERCOSUR), produce alimentos para casi 400 millones de personas (70 millones anuales de toneladas de cereales y oleaginosas y 90 millones de toneladas de productos agropecuarios de todo tipo). Sin embargo, un reciente estudio de la Cruz Roja y de la Oficina de Asuntos Humanos de la Unión Europea (UE) indica que el 70 por ciento de los pobres (casi la mitad de la población) sufre hambre. El 43 por ciento padece hambre severa, el 25,8 hambre moderada y el 49,3 por ciento vive en condiciones de hacinamiento. El 45,3 por ciento de esos pobres no goza de agua potable y el 60 por ciento habita en áreas sin sistema de cloacas.
Estas cifras y estadísticas, elaboradas por los mismos centros de estudios y de poder que saludan con entusiasmo a toda iniciativa tendiente a desembocar en alguna forma de "libre comercio" nos obligan a seguir con los interrogantes.

¿Qué modelo de comunidad sudamericana se proponen los mandatarios y representantes de los 12 países que se dieron cita en Cuzco: una unión para consolidar a aquél 40 por ciento de la población que pertenece al mundo, al mercado, o una unión para los 380.000.000 de habitantes, que implicaría, para comenzar, un programa estratégico, agresivo y consensuado de lucha contra la pobreza, a partir de una operación de cirugía mayor en materia distributiva?.
Recordemos que el citado cuadro regresivo del mapa distributivo de Argentina de los últimos 30 años se reproduce en formas más o menos similares en el resto de la región.

Salvo la honrosa, y a esta altura de los acontecimientos heroica excepción de Venezuela, los procesos domésticos de casi todos los países suscriptores del acta Fundacional de la Unión Sudamericana indican que en ninguno de ellos se han tomado medidas serias, reales, contra la pobreza y a favor de un mundo para todos.

Será por eso que en la cumbre de Cuzco fue el presidente venezolano, Hugo Chávez, el encargado de poner ciertos puntos sobre las íes. En ocasión del debate entre jefes de Estado, Chávez dijo "en 200 años de historia no hemos hecho nada para la integración. Es hora de que definamos si realmente queremos unirnos y enfrentar los desafíos sociales".

El brasileño Luiz Inacio Lula Da Silva, destacaron algunos presentes en la reunión, le respondió airado con un "es mentira que no hicimos nada. En los últimos tres años hemos avanzado muchísimo y este acuerdo es la prueba".

Las palabras de Chávez deben ser entendidas en su justa dimensión. Está claro que el líder venezolano no desconoce el complicado camino que los países del área vienen transitando en materia de integración. El mismo está a punto de convertir al suyo en estado asociado al Mercado Común del Sur (MERCOSUR), foro al que le ha presentado iniciativas tales como la creación de una empresa energética propia, y es animador principal de la Comunidad Andina de Naciones (CAN), con el MERCOSUR principal protagonista e de la cumbre de Cuzco.

Lo que Chávez sí hizo fue poner el dedo en la llaga respecto de qué tipo de Comunidad Sudamericana se pretende, si una abarcativa del conjunto de nuestras sociedad o la otra, la pretendida por las corporaciones transnacionales, Estados Unidos y su proyecto ALCA (Acuerdo de Libre Comercio para las Américas), como mecanismo de inserción en el mercado "globalizado" a la medida de esas mismas corporaciones y de su división internacional del trabajo.

El proceso bolivariano, encabezado por Chávez en su país implica una adecuación histórica del programa de Simón Bolívar y de otros líderes de la independencia sudamericana del siglo XIX.

Ese proceso de historicidad programática se apoya sobre tres ejes: Sudamérica como polo autonómico dentro del complejo tablero internacional de rediseño del poder capitalista. Sudamérica como bloque integrado, para equiparar potencialidades territoriales y de recursos estratégicos frente a al bloque hegemónico en sus distintas facciones, y Sudamérica como espacio económico y político con amplia base social y con representación democrática efectiva, lo cual hace que la lucha contra la pobreza y la exclusión tengan carácter prioritario.

Más allá de ciertas confrontaciones con Estados Unidos y con el bloque de poder, tanto Brasil como Argentina, por mencionar a los socios mayoritarios del MERCOSUR, mantienen los lineamientos centrales del programa impuesto al calor del Consenso de Washington.

El congelamiento del programa Hambre Cero con el que Lula comenzó su esperanzador mandato, hace dos años, es un claro ejemplo de lo afirmado hasta aquí. En ese mismo sentido es útil recordar que por encima de los ásperos discursos del presidente Néstor Kirchner contra el FMI y los organismos financieros internacionales, nunca antes Argentina fue tan puntual en el pago de su deuda con esos organismos.

Además, el gobierno de Kirchner "no tuvo mejor idea" que convocar a bancos como el JP Morgan y otros involucrados en el pasivo externo de ese país, para operar en el plan de canje de la deuda en "default" con los tenedores privados de bonos. Fue el propio JP Morgan el encargado de recordarle a Buenos Aires con qué clase de "asesores" cuenta: en un informe escrito por los economistas Stuart Sclater-Booth y Vladimir Werning ese banco sostiene que es imposible recomendar a los bonistas que acepten o rechacen la propuesta de quita (no se sabe cuál es la real dimensión de la misma) y le recomienda al gobierno de Kirchner que mejore el diálogo con los inversores privados y con el FMI.

Volviendo al llamado de atención formulado por Chávez se puede decir que las suyas son observaciones compartidas por varios analistas, no necesariamente comprometidos con el proceso bolivariano.

El académico argentino Juan Gabriel Tokatlián sostiene que "el estado de la unidad política económica y diplomática en América Latina, en general, y en América del Sur, en particular, ha sido, y es, lamentable".

En ese mismo sentido, Tokatlián recuerda que la Comisión Especial de Coordinación Latinoamericana, un mecanismo regional de articulación diplomática, "tuvo vida efímera", que la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC) y la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI) "están difuntos de facto" y que el Sistema Económico Latinoamericano (SELA) "colapsó".
Asimismo, el especialista argentino afirma que "la CAN se encuentra en su peor momento de fragmentación (...), con Colombia, Ecuador y Perú intentando negociar, en forma tripartita, un acuerdo comercial con Estados Unidos (...). Paralelamente, el MERCOSUR vive su hora más inmóvil, sin avanzar hacia una unión aduanera perfecta ni procurar una mínima institucionalización".

No nos olvidemos que Chile (estado asociado al MERCOSUR y fundador de la flamante Comunidad Sudamericana) ya firmó un tratado de libre comercio con Estados Unidos y que, además de insistir en su agresión diplomática contra Bolivia respecto de los reclamos marítimos de La Paz, permite que sus empresarios viajen a las Islas Malvinas con la intención de explorar allí oportunidades de buenos negocios. Esa actitud de Santiago no sólo resulta inaceptable para Argentina, sino que avala, en términos generales, la existencia de un enclave colonialista rechazado por Naciones Unidas (ONU).

Entonces, una vez más nuestros interrogantes del principio: ¿qué tipo de Comunidad Sudamericana de Naciones acaba de nacer en Cuzco?

La presencia del ex presidente argentino y actual secretario-coordinador del MERCOSUR, Eduardo Duhalde, en la gran foto protocolar de Cuzco, podría hablar por sí sola: se trata de un personaje central de la tragedia argentina de la pasada década del ´90, al frente de la ola neoliberal del Consenso de Washington, y jefe indiscutido de una de las facciones del bloque de poder vernáculo.

Pero revisemos otros hecho concretos. En plena Cumbre, los diplomáticos de primer nivel de Argentina y Brasil debieron ocuparse de aclarar sin mucha claridad y desmentir sin mucha convicción la existencia de severas diferencias entre los gobiernos de ambos países frente a las reivindicaciones de sus respectivos empresariados en torno a recíprocos reclamos de proteccionismo en materia de productos, inversiones y cuotas de mercados.

Cuando el diario O Estado, de San Pablo, Brasil, informó que el gobierno de Lula había rechazado una solicitud de Argentina de autolimitación de exportaciones y ayudas para la reconstrucción de su propio parque industrial, el jefe de la diplomacia de Brasilia, Celso Amorim, dijo "en la negociaciones no se dice no, se dice a vamos a ver. Estamos dispuestos a discutir fórmulas creativas de pensar de una forma que se tengan en cuenta los problemas que Argentina está viviendo".
Por su parte, Luiz Felipe de Macedo Soares, el encargado en Itamarati de comandar las relaciones con Argentina, dijo "Brasil no puede responsabilizarse por la economía de sus vecinos". Luego, como para suavizar, agregó, "la relación de Brasil con Argentina no es un deseo exótico (...). Si hay una realidad concreta, ésa es la relación Brasil-Argentina. No estamos dispuestos a retroceder en eso".
Sin embargo, esas diferencias recurrentes, resurgidas a pocos días de la Cumbre Ouro Preto II, en la cual los presidentes de Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay, se proponen "relanzar" el MERCOSUR, parecen más vinculadas a la integración como repartija de mercados entre los capitales concentrados vernáculos y las grandes corporaciones transnacionalizadas que a un proceso vinculado al legado bolivariano, para los pueblos, contra la pobreza y la exclusión, y por el desarrollo y la democracia participativa.

En otras palabras, todo huele a ALCA maquillado, Según la revista británica "The Economist", en su edición abril de 2001, los estrategas estadounidenses contemplan la posibilidad de que un tratado de libre comercio a la medida de sus intereses -abarcativo de todo el hemisferio- se alcance via sumatoria de acuerdos bilaterales y subregionales.

Tanto Samuel Pinheiro Guimaraes, en su artículo articulo "El rol político del MERCOSUR", como el también brasileño Luiz Alberto Moniz Bandeira, en el libro "Argentina, Brasil y Estados Unidos..." (Norma, Buenos Aires, 2004) plantean con claridad la necesidad estratégica que tiene Sudamérica de inscribirse como bloque en el complejo escenario internacional abierto a principios del siglo XXI.
Pinheiro Guimaraes, por ejemplo, sostiene "si bien a nivel estratégico-militar Estados Unidos es hegemónico, a nivel económico-comercial comparte su predominio con la UE, Japón, China e India. Así, la prioridad del MERCOSUR es definir cuál será su rol en la evolución de un sistema mundial orientado a una configuración multipolar".

En su libro "Bush & ben Laden S.A." (Norma, Buenos Aires, 2001), quien esto escribe plantea que el actual escenario internacional se caracteriza por un nivel de enfrentamiento creciente entre las distintas facciones que componen el bloque hegemónico (fundamentalmente entre Estados Unidos, la UE y la cuenca Asiática), aunque ese enfrentamiento ofrece un nuevo perfil: el aumento de la presencia política activa de las grandes corporaciones, que están dejando de ser factores de presión y de poder para convertirse en sujetos directos del poder político, a través de un proceso de privatización de la gestión pública comenzado a principios de la pasada década del ´80 y perfeccionado durante la actual administración de George Bush en Estados Unidos.

Estas reflexiones fueron retomadas en el libro "La invasión a Irak...", de Stella Calloni y Víctor Ego Ducrot (Desde la gente, Buenos Aires, 2003) y sobre todo en "Recolonización o Independencia: América Latina en el siglo XXI, de los mismos autores (Norma, Buenos Aires, 2004).

En este último se sostiene que "el principal desafío para América Latina en los comienzos del siglo XXI sigue siendo el proyecto hegemónico de Estados Unidos, ahora agravado por la abierta decisión de ahondar la ofensiva hacia un dominio colonial". Se trata de un diseño en el que "Estados Unidos busca asegurarse el control absoluto de las reservas de recursos naturales básicos e indispensables para la reproducción sustentable de la llamada economía real.

Mientras el acta fundacional de la Comunidad Sudamericana de Naciones promete "impulsar la concertación y coordinación política" (...), "profundizar la convergencia" (...) y declara su "compromiso esencial" con la lucha contra la pobreza, una vez más los sudamericanos de carne y hueso parecen atrapados entre las plurivalencias de los símbolos, casi obligados a desentrañar los verdaderos significados que se esconden en el misterio de los iconos. Después de la grandilocuencia de Cuzco surge la necesidad de entender los hechos en su cruda realidad y determinar sobre qué mundo y sobre qué escenario internacional, esos hechos se entretejen.



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