Chávez y la voluntad de poder

* Otra mirada filosófica –

¿Y sabéis, lo que es para mí el <mundo>?

¿Tendré que mostrároslo en mi espejo?

Este par de líneas es una intimación que responde a un lenguaje, un pensamiento de un profundo sentido de humanidad apasionado, lleno de fuerza y humano, demasiado humano; que denota voluntad de poder. ¿Quién más habla del mundo con gran sentido de pertenencia? Las dos preguntas en el inicio del texto son producto de la gigantesca obra póstuma de un filósofo del siglo XIX el gran Friedrich Nietzsche y su obra a la humanidad: “De la Voluntad de Poder”.

Intentemos acercarnos un poco a dos grandes personajes que políticamente son diametralmente opuestos pero filosóficamente comparten un mismo hilo conductor de consideraciones o valores similares, Friedrich Nietzsche y Hugo Chávez Frías. Un siglo de diferencia separa al filósofo del político. Una barrera ideológica y un modo radical de pedagogía los hace distintos pero ambos hombres son un tronco común de actuar en la filosofía del “Martillo”.

Comencemos describiendo esa filosofía que los une, – la filosofía del “Martillo”, como Chávez ahora en la República Bolivariana de Venezuela, Nietzsche destruyó sin consideración antiguos y perjudiciales valores pero más que perjudiciales, hipócritas que después de su muerte fueron reconocidos como falsos, pero a la vez erigieron nuevos paradigmas e ideales.

“En verdad, el que ha de ser un creador en lo bueno y en lo malo, tiene que ser primero un aniquilador y destruir valores”

Aniquilar valores en el sentido de la filosofía del martillo es la crítica profunda y severa de los valores de todo paradigma. En el caso del Presidente Chávez es la destrucción de un paradigma de sociedad producto del egoísmo del capitalismo y sus contradicciones. La filosofía del martillo es aquella donde los hombres saben que todo más allá del ideal no es más que una quimera, él que se entrega a la tierra y a la vida, él que sabe que su voluntad en sí mismo es poder, él que se entrega a un alegre sí, convencido de que para lograrlo se debe destruir toda base de lo débil, de lo podrido e insoluble, aquello que hace del hombre un Anti – Hombre,- es la fuerza de la voluntad.

Según el filosofo alemán Karl Jasper él mismo que fue perseguido por los Nazis, el que pronunció en las puertas de los campos de concentración “Jamás olvidemos lo ocurrido aquí” presentó de Nietzsche una construcción del filosofo en una unidad y coherencia de aforismo de impecable genialidad.

En efecto, tanto Chávez como Nietzsche consideran un extravío, un camino incorrecto, todo el devenir histórico que en el caso de Venezuela comienza en el mismo momento de la separación de la Gran Colombia, claro no queremos en este artículo dar entender que se deba desconocer toda la historia y la filosofía occidental, sino plasmar la esencia de la voluntad.

Chávez tiene la férrea voluntad de cambiar para siempre a Venezuela, de hacernos ver y creer que es posible la aventura de destruir viejos y perjudiciales esquemas, de considerar todas las cuestiones ontológicas como “cosas” de gran valor y trasformarlos en tales, un ejemplo: Los cinco motores rumbo al socialismo. Niezsche no es el filosofo de la “oscuridad” ni muchos menos el artífices del Nazismo como lo han hecho ver sus detractores, Nietzsche no es el culpable de que sus conceptos hayan sido usados como basamentos para cometer crímenes, como tampoco Karl Marx es culpable de la posterior falsificación de sus obras.

¿Son Chávez y Nietzsche la misma esencia del mundo? Ambos después de ver la naturaleza humana en su esencia han renunciado a toda metafísica, ambos han renunciado a todo intento de poner un ideal por encima del hombre…o ¿me equivoco?, ¿es el presidente Hugo Chávez motor primigenio de todo este proceso revolucionario? es exactamente de esa forma donde se debe categorizar a ambos personajes, ellos son espejos y reflejos de si mismos.

Nietzsche y Chávez son este espejo:

“¿Y sabéis, lo que es para mí <>? ¿Tendré que mostrároslo en mi espejo? Este mundo: un monstruo de fuerza que aumenta ni desminuye, qué no se consume, sino que sólo se trasforma, invariablemente grande como un todo, un presupuesto sin gasto ni pérdidas pero también sin ingresos ni crecimiento, rodeado de <> sólo de sus propios límites, nada que desaparezca ni se derroche, nada infinitamente extenso, sino inserto como una fuerza determinada en un espacio determinado, y no es un espacio que en algún sitio estuviera <>, sino como fuerza por todas partes, como juegos de fuerza y ondas de fuerzas que son a la vez una y muchas, acumulándose aquí y disminuyendo allá, un mar de fuerzas que se acometen y desbordan en sí misma, transformándose eternamente, retrocediendo eternamente, regresando durante larguisimos años, con la bajamar y la pleamar de sus configuraciones, aspirando de lo más simple a lo más complejo, de lo más silencioso, rígido y gélido hacia lo más ardiente, lo más salvaje, lo más contradictorio, para regresar de luego de la plenitud a lo sencillo, del juego e las contradicciones al placer de la armonía, y seguir autoafirmándose en esta igualdad de sus causes y sus años, seguir auto bendiciéndose como algo que tiene que retornar eternamente, como un devenir que no conoce la saciedad, ni el hastío, ni el cansancio: esté, mi mundo dionisiaco del crearse eternamente así mismo, este mundo enigmático de doble voluptuosidad, este mi << mas allá del bien y del mal>> sin meta final a menos que la dicha del circulo lo sea, sin voluntad, a menos que un anillo tenga la buena voluntad de sí mismo ¿Queréis un nombre para este mundo? ¿una solución para todos los enigmas? ¿una luz para vosostros, lo más oculto, lo más fuertes, los más impávidos, los de la medianoche? ¡Este mundo es voluntad de poder y nada más! ¡Y también vosotros sois esa voluntad de poder y nada más! F. Nietzsche.

(*) Lic. Internacionalista.

agustineln@gmail.com


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