Paraguay: La ofensiva imperial y las excusas derrotistas

La destitución mediante juicio sumario del que hasta ahora fuera presidente del Paraguay, Fernando Lugo, no debe sorprender a nadie en América Latina. Lugo era uno de los eslabones más débiles de los gobiernos “progresistas” de la región, y desde el comienzo de su mandato estaba en la mira de la conspiración imperialista.

No queremos abundar en el análisis de su destitución, pues ya analistas mejor informados han escrito suficiente al respecto. Deseamos enfatizar en la conducta del propio Lugo luego de haber sido destituido por el Senado del Paraguay. Pese a que en ese momento estaban decenas de miles de manifestantes en las afueras del congreso paraguayo, Lugo “aceptó” su destitución y abandonó la presidencia “pacíficamente”. Como dijo uno de esos sesudos analistas del reformismo burgués que nos tiene infiltrados por todas partes, fue una buena decisión “para evitar el derramamiento de sangre”.

Por lo que vimos por televisión el mismo viernes en la noche, su conducta no evitó el derramamiento de sangre, pues hubo una fuerte y masiva represión policial contra esos miles de manifestantes que lo respaldaban en las plazas centrales de La Asunción. Tan fuerte y masiva la represión que por la televisión nos parecía que habían más policías que manifestantes.

Hay que ser bien pendejo para creer que conductas como la de Lugo evitarán el derramamiento de la sangre del pueblo paraguayo. Varios dirigentes populares del Paraguay que han sido entrevistados por Radio Nacional (RNV) entre ayer viernes y hoy sábado, coinciden en afirmar que la seguridad y la vida de los activistas sociales en ese país está hoy en mayor riesgo debido al derrocamiento del presidente Lugo.

Quienes han escuchado esas entrevistas habrán comprobado las considerables críticas que estos activistas sociales mantienen contra lo timorato que fue el gobierno de Lugo. Uno de ellos llegó a decir incluso que con el nuevo gobierno de derecha no habrían mayores cambios en las políticas gubernamentales pues Lugo había cambiado muy poco lo que habían sido las tradicionales políticas sociales de la derecha paraguaya.

Creo que alguien que aspira a conducir un país debe tener un mínimo de dignidad personal y tener disposición a ofrendar su vida si el caso lo amerita. En esto manifestamos nuestro profundo respeto hacia la conducta de Salvador Allende al momento del golpe militar que lo derrocó en septiembre de 1973. Con todas las críticas que podamos hacerle a las políticas reformistas adelantadas por Allende (las cuales facilitaron el avance de la conspiración, permitieron el golpe mismo y la posterior masacre contra el movimiento popular chileno), tuvo la dignidad de permanecer hasta último momento al frente del cargo para el cual lo había elegido el pueblo chileno.

No ha sido el caso de Lugo. Hoy miles de voces se alzan en toda Latinoamérica llamando a la resistencia del pueblo paraguayo ante la ofensiva derechista-imperialista. Pero resulta que el que hasta ahora aparecía como el líder de ese pueblo paraguayo se ha retirado sin presentar batalla. Ha aceptado su destitución, aunque ese proceso estaba evidentemente viciado de nulidad pues va contra los principios más elementales del derecho en cualquier país del mundo que un presidente constitucional, electo por sufragio universal, sea enjuiciado y destituido por 39 senadores en un proceso de dos días, y en donde le dieron al presidente un lapso de dos horas para ejercer sus alegatos de defensa.

Hasta la ultraderecha pinochetista chilena se ha visto obligada a reconocer que el juicio contra Lugo fue “demasiado rápido”. Todos los países latinoamericanos, sin excepción, se han pronunciado cuestionando el procedimiento seguido contra Lugo. Incluso los cancilleres de UNASUR se hicieron presentes en La Asunción para respaldar a Lugo. Pero Lugo ha convalidado ese procedimiento viciado al aceptar su destitución de la presidencia. Le ha dado la espalda a todos los respaldos recibidos, y ha dejado en la estacada al pueblo paraguayo que se movilizó para evitar su derrocamiento.

El escenario inmediato es similar al que vive Honduras. Progresivamente se desarrollará una represión selectiva contra los movimientos sociales, persiguiendo y asesinando a sus principales dirigentes, descabezando la protesta popular y cerrando los pocos espacios de comunicación alternativa que existan en ese país. De nada habrá servido que Lugo “se haya retirado del poder pacíficamente”. Su conducta “pacífica” no evitará en modo alguno el derramamiento de sangre que está por venir.

Si los procesos de cambio en Latinoamérica se subordinan exclusivamente a los procedimientos contemplados en el derecho burgués, nunca tendremos revolución, jamás tendremos socialismo. El mismo Chávez existe como líder revolucionario debido a la insurrección militar de febrero de 1992, que saltó por encima de la legalidad e intentó derrocar por las armas a un gobierno burgués. Sin el 4 de febrero no hubiera existido el triunfo electoral de 1998.

En el caso del Paraguay de 2012, Lugo podía desconocer la decisión del parlamento, y atrincherarse en el palacio presidencial, convocando al pueblo para evitar su salida del poder, exigiendo un juicio justo que estableciera un plazo más amplio para cubrir el “debido proceso”. Ello hubiera detonado una crisis de más envergadura, que bien podía haber culminado en el arresto de Lugo y sus colaboradores, pero también podía haberse desarrollado un proceso político de dualidad de poderes, en donde el pueblo movilizado en respaldo a Lugo confrontara con la derecha enquistada en el parlamento paraguayo. Pero lamentablemente Lugo no estaba dispuesto a arriesgar ni una uña.

Por ahora, parece que las vías para recuperar la democracia en Paraguay se cierran a medida que pasan las horas y los días. La lucha del pueblo en la calle, con su sacrificio de heridos y probablemente muertos, no está siendo acompañada por sus dirigentes que se han retirado sin pelear. Este es un mal ejemplo el que ha dado Lugo. La revolución latinoamericana necesita de líderes dispuestos a dar la vida para conquistar la democracia y el socialismo.

En Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, por más que se insista en transitar caminos “pacíficos” y “democráticos”, tarde o temprano se llegará al llegadero, tendremos que confrontar violentamente contra el imperialismo y sus representantes criollos. Si esa confrontación no llega a desarrollarse, será simplemente porque antes nos habrán desalojado del poder mediante procesos similares a los vividos en Venezuela en 2002, lo que hicieron contra Zelaya en Honduras, y los fracasados intentos contra Evo y Correa. No sigamos engañándonos ni engañando al pueblo. Hay que prepararse necesariamente para esa confrontación violenta. El imperialismo ha diseñado una estrategia anti-crisis mundial que pasa por desalojar del poder a todos los gobiernos nacionalistas y revolucionarios que se niegan a subordinarse a las imposiciones del capital global. Lo hemos visto en Afganistán, en Irak, en Libia, en Siria, en Honduras, en Paraguay, y tarde o temprano lo veremos de nuevo en Venezuela y otros países de Latinoamérica.

Prepararse para esa confrontación violenta no es una cuestión mental ni psicológica. Es una cuestión de política de estado. Implica la necesaria construcción de un escenario político que permita triunfar en esa lucha violenta que está por venir. Sobre eso es bueno opinar y detallar cuáles políticas deberían desarrollarse desde el gobierno bolivariano. Ciertamente el presidente anunció la creación de un “comando anti-golpe”. Pero hay que ir más allá. Hay que preparar a toda la sociedad, desde las instituciones del estado hasta los movimientos sociales. Para que no nos ocurra lo que le pasó a Zelaya y a Lugo. La pelota la tiene el gobierno bolivariano, de para dónde patée dependerá el destino de esta revolución.

Maracaibo

cruzcarrillo2001@yahoo.com

HASTA LA VICTORIA SIEMPRE ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡

PATRIA O MUERTE. VENCEREMOS ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡



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Roberto López Sánchez

Roberto López Sánchez (Caracas, 1958). Profesor Titular de la Universidad del Zulia (LUZ) con ingreso en 1994. Licenciado en Educación (LUZ, 1994). Magister en Historia (LUZ, 2005) y Doctor en Ciencias Políticas (LUZ, 2013). Actualmente dicta 6 materias en la Licenciatura de Antropología en LUZ: Historia de América; Historia de Venezuela; Intercambios Económicos; Poder y Movimientos Sociales; Culturas Afroamericanas; y Modo de Vida e Identidad Nacional. Ha dictado seminarios a nivel doctoral y nivel maestría en universidades venezolanas; y seminarios de Historia de Venezuela en universidades de Chile y España. Actualmente coordina la Unidad Académica de Antropología. Ha dirigido proyectos de investigación a través del CONDES-LUZ, y CLACSO. Línea de investigación: estudio de los movimientos sociales. Ha publicado más de 50 trabajos científicos. @cruzcarrillo09

 @cruzcarrillo09

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