Carta abierta a Fernando Buen Abad: Superman, Imitadores y los Silencios que Duelen
Estimado Fernando Buen Abad:
Con respeto y atención leí su artículo “Patologías semióticas de Superman y sus imitadores”, publicado el 16 de julio de 2025. En él, usted expone con lucidez las distorsiones ideológicas que encierra el culto al superhéroe individualista fabricado por el aparato cultural del capitalismo. Su crítica es oportuna y necesaria. Pero también selectiva. Ya que mientras usted desmonta con rigor el disfraz de Superman, se omite el análisis de otro disfraz aún más problemático por su cercanía política: ¿Y qué pasa con Súper Bigote, Sr. Buen Abad?, esta ausencia grita y me aturde, por eso decidí escribirle.
Usted sabe, que desde 2021, el régimen venezolano ha promovido una serie animada donde Maduro aparece como un superhéroe musculoso, con capa y puño de hierro, combatiendo enemigos caricaturizados como vampiros, marionetas y demonios imperialistas. La narrativa es clara: el líder se convierte en salvador absoluto, omnipotente, invulnerable, mientras el pueblo queda reducido a espectador o escudero simbólico. ¿No es esto, precisamente, la misma patología semiótica que usted denuncia en Superman? Si la memoria falla, ahí está https://es.wikipedia.org/wiki/Super_Bigote que ayuda a refrescar algunos datos.
La diferencia, parece, no está en el signo, sino en quién lo porta. Cuando el disfraz lo lleva un ícono del capitalismo (en este caso Trump-difundida por la casa blanca), se le condena como fetiche ideológico (que lo es). Pero cuando lo adopta un líder autoritario que se presenta como redentor de la patria, se guarda silencio. ¿Por qué? ¿Acaso la crítica semiótica tiene fronteras ideológicas?
Sabemos que Súper Bigote no es solo una caricatura. Es parte de una maquinaria propagandística financiada con fondos públicos, difundida por el sistema de medios estatales (incluyendo sus redes sociales), utilizados para reforzar el culto a la personalidad de Maduro. Desde 2021 se entrega como juguete a los niños pobres, se exhibe en desfiles militares, se pinta en murales. Es una operación simbólica que naturaliza el poder vertical, la violencia “salvadora” y la despolitización del conflicto real. Exactamente lo que usted denuncia en su ensayo.
El personaje animado que representa a Nicolás Maduro como héroe invencible, que salva al pueblo de amenazas externas con puño de hierro y capa azul. ¿No encarna este símbolo las mismas patologías semióticas que usted denuncia? ¿Acaso no reproduce el relato mesiánico, el culto a la personalidad, la invisibilización de lo colectivo y la infantilización del ciudadano?
Más grave aún: este personaje no nace de la industria del entretenimiento, sino del aparato de propaganda estatal de una Venezuela donde el pensamiento crítico es perseguido, la disidencia criminalizada (y acusada de terrorismo a quienes se les violan sus derechos humanos elementales) y el arte verdaderamente emancipador es silenciado.
Por ello, esta carta no solo le interpela a usted, sino a toda la comunidad intelectual venezolana y latinoamericana que aún defiende, acompaña o guarda silencio frente a las violencias simbólicas y reales del régimen. Porque si la crítica se vuelve selectiva, pierde su vocación transformadora y se convierte en cómplice de los signos que someten.
América Latina necesita pensadores valientes, dispuestos a mirar con honestidad incluso los procesos que les resultan afectivamente cercanos. Y Venezuela necesita voces que no se limiten a analizar al “enemigo externo”, sino que también se atrevan a señalar las contradicciones internas que hieren a su pueblo, no sólo a lo interno del país, también al desparramado por todo el mundo.
La semiótica liberadora no puede tener doble rasero, debe ser ética, en consecuencia, debería ser capaz de interpelar todos los signos del poder, sin importar su color político. Porque si no, lo que se construye no es una crítica emancipadora, sino una coartada ideológica Si Superman es una patología, Súper Bigote también lo es. Entonces Sr. Buen Abad toca desmontar todos los disfraces que encubren el autoritarismo, sin importar su origen (vale la repetición).