¿Qué denunciar?

Ante los bárbaros comandados hoy por el emperador Donald Trump

Miércoles, 24/12/2025 05:47 AM

Es hora de parar lo intolerable para que un solo hombre de la mayor potencia militar el mundo no se crea que pueda hacer y deshacer lo que le venga en gana. La cura de la egolatría trumpista debe llegar pronto antes que produzca una hecatombe regional o mundial.

Hace tiempo, en 1917, el escritor colombiano José María Vargas Vila (1860-1933) hubo de publicar un libro de denuncia contra los Estados Unidos y la guerra que ya desde el siglo XIX habían sido denunciados también por patriotas latinoamericanos como Simón Bolívar y José Martí. La obra es titulada Ante los Bárbaros: el yanki, he ahí el enemigo, y fue publicada originalmente en 1917. Es posible obtener en internet la versión del año 1932 en PDF gratis. A principios del triunfo de la Revolución cubana el libro fue publicado con la acotación de que en aquellos momentos tomaba de nuevo actualidad ante los hechos incalificables e inauditos que confrontaba Cuba y América Latina, aunque ya determinados enfoques no fueran reales en el contexto de la actualidad engendrada por la Revolución triunfante.

Hoy sin embargo, tal como se expresa la política de los Estados Unidos en forma imperial con respecto a la América Latina bajo el mandato de Trump existen juicios que permiten colegir que la historia tuvo un pasado, tiene un presente terrible y nada se puede pronosticar sobre el futuro para nuestros pueblos y para el propio Estados Unidos.

Analicemos algunos pocos fragmentos del contenido de uno de los capítulos de la obra:

¿Cuál es el peligro de la América Latina?

EL PELIGRO YANKY;

(…) y, he ahí cerca de seis lustros, que vengo anunciando a los pueblos de la América Latina, EL PELIGRO YANQUI ; y, con sus oídos, sordos por el rumor de sus vociferaciones, ellos no oyeron; y, con sus ojos turbios por brumas de esclavitud, ellos no lo vieron; desde la soledad de mis dolores, y, de mi ostracismo, sobre las playas del infortunio y, del destierro, por todos los climas donde la tempestad empujó mi barca, mi grito anunciador, y, denunciador no se ha callado dondequiera que he puesto el pie, he hecho tribuna de las tablas de mi barca, rota por los naufragios, y, desde ella he anunciado a la América Hispana, la llegada de los bárbaros. y, ella no me oyó; y, los bárbaros llegaron; ellos han quitado los más bellos florones a la corona secular de la latinidad vencida y, dispersa en las selvas del trópico; ellos han invadido a México, aprisionado a Cuba, a Haití, a Santo Domingo, conquistado a Puerto Rico, y despedazado a Colombia, y, cometido el robo audaz de Panamá..el águila azteca tiene ya una ala rota y, aprisionada en el pico del águila sajona; la Estrella Solitaria, cautiva cayó, como un pez dormido, en la red de oro de aquellos pescadores de pueblos; las turbas hambreadas y, esqueléticas que en diaria y, dolorosa emigración, dejan cada día las costas de Puerto Rico, anuncian al mundo, cómo la raza invasora y, rapaz, persigue, aniquila, y, destruye la pobre raza vencida, que se les entregó allí como un rebaño; la ironía cruel del insulto, responde al gemido de los que, debatiéndose bajo esa maza de Hércules, osan reclamar el derecho sagrado de la Vida, al derecho brutal de la Conquista ; ¡pobres pueblos vendidos, no vencidos! ¡tristes fragmentos de patrias despedazadas, y, repartidas en pública almoneda! los mutiladores de México, los espoliadores del Istmo, tienen el cuello de la América prisionero en esa tenaza formidable; y, continúa apretando, y, estrangulando a esos pueblos, que se debaten prisioneros en ese círculo de hierro, amenazando su existencia efímera, que despojada de la fuerza, parece no tener una sombra de derecho para cubrirse; ¿cómo alzarnos, cómo organizamos, cómo defendernos, ante estas avanzadas de hoy, débil anuncio de las que vendrán mañana, para despojar, anonadar, y, extirpar nuestra raza vencida, sin fuerza y sin cohesión? ¿Cómo prepararnos para resistir y para vencer ante esta alba profunda—alba de sangre-ante este enigma de fuego que nos cerca, poniéndonos el pavoroso dilema de: Luchar o abdicar; Vencer o desaparecer? no es posible otra solución; ¡vencer! y ¿nuestra debilidad? pero, ¿por qué somos débiles? porque estamos aislados, disjuntos y dispersos, y así, extraviados, divididos, diseminados como tribus aventadas por el huracán de una maldición bíblica, somos un campo abierto a la conquista; y con los ojos cerrados ante el abismo, nada pensamos, nada acordamos, nada hacemos para organizamos ante la invasión de los bárbaros, para repeler a Atiía y Alarico, o para escribir con nuestra prudencia páginas de previsión, antes de desaparecer, escribiendo un poema rojo de heroísmo estéril, ante la obra inexorable de devastación que viene sobre nosotros; ¡el dolor tiene admoniciones trágicas! inclinados sobre el abismo, como sintiendo el encanto del vértigo, los pueblos de América, parecen no escuchar las advertencias del Destino, cuando la lanza de los bárbaros se ha clavado en su corazón; ¿cómo no oír los toques de clarín de la conquista, que compendia toda nuestra vida en su siniestra vibración? P r e v e r o d e s a p a r e c e r; he ahí el dilema; y ¿cuál es la palabra de la Previsión? Unión; unión de esos pueblos, todos bajo el estandarte glorioso de la raza; unión estrecha y fraternal de los pueblos todos de la América Latina, hasta hoy ferozmente encelados y dispersos; unión de esos países (…) unión estrecha y filial ante el espanto y el peligro, frente al furor y al odio del contrario;(…)

(…) aliarnos, es decir, amarnos y, ayudarnos, unirnos, es decir, salvarnos; he ahí la obra; trabajar por ella, y, en ella, es la única obra digna de los pensadores y, de los hombres de Estado, de todos los conductores de conciencias, en esta época menguada en que todo se empequeñece, hasta los más altos ideales, y, en que entre la polvareda de una ruina total, nuestros pueblos parecen haber perdido todo: hasta la conciencia de la Vida; es necesario no consentir en esta muerte social, en este desaparecimiento lento de la raza, en esta total abdicación de los corazones, en este envilecimiento de las almas, que no muestran ante el peligro, sino el ineluctable horror de una absoluta indiferencia; es necesario reaccionar contra la inercia suicida de esos pueblos, que renunciando a las justicias humanas, parecen esperarlo todo del milagro, y, sólo traen con su marasmo, un acrecimiento mayor de sus calamidades. (…) Es necesario combatir el yanki, o declararnos francamente sus esclavos; To be or not to be; Luchar o abdicar. Vencer o perecer. Unirnos o morirnos. La Unión o la desaparición; he ahí el Inexorable dilema; es necesario escoger.

Quienes han analizado con justeza las distintas medidas gubernamentales o decretos de Trump no pueden arribar a otra conclusión que sintéticamente exprese la opinión siguiente: ¡Este hombre está loco! ¡Qué daños puede o está ocasionando al mundo y al propio pueblo estadounidense! ¡Qué gran debilidad y sinrazón demuestra Estados Unidos, pues a pesar de tanto poderío económico y militar se comporta como un miserable estado carente de todas las normas más sabias y elevadas del género humano aprobadas colectivamente por todas las naciones.

Ahora para Estados Unidos la misión de las Fuerzas armadas abandonan la esencia de DEFENSA para asumir la esencia de LA GUERRA. ¿A quién puede hacer feliz este cambio, o despropósito?

Ahora el presidente de los Estados Unidos se jacta de proclamar territorios de otros países o países enteros que deben ser devorados para pasar a ser territorios estadounidenses. En fin, decretado el fin de la soberanía e independencia de las naciones, cuando lo estime la declaración del mandamás o cuando quiera hacer uso de la fuerza apabullante y superior a dichos países. Como otras veces en el pasado Estados Unidos mantiene viva como algo innato su filosofía política del despojo de territorios y recursos de otros países.

Ahora el presidente de los Estados Unidos goza mostrando su egolatría anunciando sanciones extraordinarias contra países grandes y pequeños, ricos y pobres. También expulsando como delincuentes todos a miles de extranjeros residentes en el territorio de los estados de la Unión, con calificativos repudiables de todo tipo y apresados y expulsados como delincuentes sin amparo legal alguno.

Ahora el presidente de los Estados Unidos ya ha bombardeado países a miles de millas de su territorio, infesta los mares extraterritoriales con medios de guerra que amenazan a todos los países de América Latina y el Caribe que desde hace años aprobó colectivamente una Declaración de Territorio de Paz.

Ahora el presidente de los Estados Unidos decidió reinaugurar los actos de piratería que concibe como un acto noble, y su intelecto y también los de sus cofrades parecen desconocer este concepto bien claro: La piratería es un acto de robo o violencia criminal perpetrado por atacantes a bordo de un barco o embarcación contra otro barco o una zona costera, generalmente con el objetivo de robar carga y bienes valiosos, o tomar rehenes. Quienes cometen actos de piratería se denominan piratas, y las embarcaciones utilizadas para la piratería se denominan barcos piratas.

Ahora no utilizan solamente barcos, sino helicópteros sofisticados. Apresan e incautan los barcos, roban sus cargas y apresan y desaparecen a sus tripulantes.

Se pudieran añadir muchas otras cosas. Es importante plantear lo que van decir y decidir la ONU y los Organismos internacionales creados para velar por los acuerdos de estas materias, qué van a hacer el resto de los países que miran desfilar y entronizarse estos actos políticos demenciales. Es hora de parar lo intolerable para que un solo hombre de la mayor potencia militar el mundo no se crea que pueda hacer y deshacer lo que le venga en gana. La cura de la egolatría trumpista debe llegar pronto antes que produzca una hecatombe regional o mundial.

Doctor en Ciencias Médicas. Doctor Honoris Causa. Profesor Titular, Consultante y Emérito de la Universidad de Ciencias Médicas de Santiago de Cuba. Premio al Mérito Científico por la obra de toda la vida.

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